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Guía de arte: pintores que encontraron en el invierno la inspiración

A lo largo de la historia del arte el invierno ha sido mucho más que una estación: ha servido de metáfora y símbolo de su expresión

Guía de arte: pintores que encontraron en el invierno la inspiraciónT.T.

La presencia del invierno en la pintura no sólo documenta los cambios del clima o la geografía, sino que revela cómo los diversos tiempos y sociedades han interpretado su particular lumninosidad y los significados que la acompañan. Desde los paisajes flamencos del siglo XVI a la plasmación de la fragilidad contemporánea, el invierno ha servido como espejo de las emociones humanas y del espíritu de cada época.

En los Países Bajos, en donde el frío clima marcaba el ritmo de la vida cotidiana, el invierno fue un tema muy recurrente. Pieter Bruegel el Viejo inauguró una tradición con su célebre obra Los cazadores en la nieve(1565). En esta pintura unos hombres regresan a su aldea, mientras la vida continúa en ella sobre el hielo, con patinadores y niños jugando por doquier. Bruegel no idealiza el invierno, sino que lo observa como parte del ciclo natural de la existencia, mezclando en su mirada la dureza del trabajo con la poesía de la luz. Es el nacimiento del paisaje invernal como género autónomo. Un siglo después Hendrick Avercamp perfeccionó esta tradición con escenas de patinadores y aldeanos sobre ríos helados.

Durante el romanticismo la naturaleza dejó de ser sólo escenario y se convirtió en expresión de lo sublime. En El viaje del cazador sobre el mar de hielo (1824) Caspar David Friedrich eleva el paisaje invernal hasta empequeñecer la esencia humana, convirtiendo a nuestro protagonista en un símbolo de inmensidad. Los bloques de hielo fragmentados y el barco naufragado son metáforas del alma que buscan sentido en medio del vacío.

‘La urraca’ (1868), de Claude Monet.

Con el impresionismo el invierno se convierte en un laboratorio de la percepción. Claude Monet en La urraca (1868) transforma un paisaje nevado en una sinfonía de matices. La nieve, lejos de ser blanca, vibra en azules, lilas y rosas. La pequeña urraca que descansa sobre la valla introduce un punto oscuro que equilibra la composición y da escala a la vastedad silenciosa del campo. El invierno ha dado paso a representar la luz en su forma más pura. A su vez, Camille Pissarro y Alfred Sisley repitieron este mismo tema desde distintas perspectivas en Nevada en Louveciennes (1878) y La avenida bajo la nieve (1872), mostrando cómo la atmósfera invernal se convertía en lenguaje pictórico. El frío es ya una cuestión óptica, una vibración suspendida en el aire.

En el siglo XX

Ya en el siglo XX el invierno adquiere resonancias más íntimas que evocan aspectos psicológicos. En Paisaje invernal (1912) Egon Schiele despoja el paisaje de cualquier tipo de calidez y lo convierte en un territorio existencial. En él los árboles desnudos, la tierra helada y el horizonte del silencio reflejan un invierno como si fuera una estación del alma, anticipando una modernidad fragmentada y solitaria.

'Paisaje de invierno', de Vasili Kandinski.

Vasily Kandinski, en cambio, lo aborda desde una abstracción incipiente. En su Paisaje de invierno (1909) las formas se disuelven en un torbellino de color en donde la nieve es movimiento. El invierno, por tanto, pasa del mundo físico al mundo interior, un tránsito que marcará toda la pintura moderna.

En el arte actual el invierno se asocia tanto con la nostalgia como con la conciencia ecológica. Peter Doig lo hace en Winter Landscape (2006), retomando la tradición del paisaje nevado, pero transformándolo en una visión onírica, casi cinematográfica en la que las escenas flotan entre la memoria y el sueño.

Zaria Forman trabajando en su obra.

Por otro lado, la artista Zaria Forman utiliza el pastel para representar glaciares y témpanos a punto de desaparecer, como en The Snow (2014). Su mirada, hipersensible y totalmente documental, convierte la belleza del hielo en una advertencia sobre la fragilidad del planeta.

A lo largo de todo este recorrido, desde el viaje del campesino flamenco con su trineo a la visión evocadora del artista contemporáneo, el invierno ha pasado de ser una realidad física a convertirse en una metáfora de la condición humana, escena a escena. A veces simboliza el silencio, otras la pureza, la introspección o la pérdida. Pero en todas las épocas su presencia en la pintura nos recuerda que en la quietud de la nieve o el hielo hay mucha más vida de la que parece. Y ésta se construye a través de la luz. El invierno, en definitiva, no es sólo la estación del frío; es el tiempo en el que la pintura aprende a observar la luz de otra forma.