Ya han pasado casi tres décadas desde que Félix Linares (Bilbao, 1947) se pusiera al frente de La noche De, que cada martes -aunque en ocasiones mudara de día- ha congregado a familias enteras frente a la pantalla para conocer los entresijos del mundo del cine de la mano de este experto. Y ahora ha llegado su momento de decir adiós al formato, aunque se le seguirá escuchando en las ondas, donde su pasión por el cine se combina y marida perfectamente con otro de sus grandes amores, la literatura.

¿Qué fue lo que le atrajo del cine? ¿Qué le hizo querer explorar cada escena, cada personaje...? 

Yo creo que fue cosa de mi madre. Mi madre era muy peliculera. Mi padre también, pero menos. A mi madre le gustaba mucho el cine, y cuando ellos iban, venía y me contaba la película. Y luego le daba la matraca para que me llevaran al cine. Yo recuerdo de toda la vida, nunca mejor dicho, haber ido al cine, y ser el lugar donde yo estaba feliz y contento viendo aquellas maravillas que pasaban por la pantalla. Para mí ha sido el hilo conductor de mi vida. Seguramente habrá quien vea muchas películas y no se fije en las cosas, pero afortunadamente yo...

Usted se fija en cada detalle.

Sí, me gusta saber por qué ocurren las cosas. Y, con el paso del tiempo, además de matizando tus propios gustos, vas incorporando conocimientos sobre lo que estás viendo. Me ha pasado lo mismo con la literatura, y con el cómic, con la música, y absolutamente con todo. Esto es un poco como el que escucha la música y comenta “Mira esta guitarra cómo entra” o “Qué arreglo más curioso han hecho aquí”. Y es eso, el saber un poquito más. Hay quien dice que eso no es forma de ver las cosas, que si estás atento a eso te estás perdiendo la película, pero eso no es cierto. Yo he desarrollado una técnica en la que me voy enterando de todo y al mismo tiempo disfruto y mucho con la película. 

¿Recuerda la primera película a la que le llevaron sus padres? 

Hay una leyenda aquí, que dice que mis padres me llevaron al Ideal Cinema -luego los Ideales en Bilbao- a ver un western de Errol Flynn siendo yo un bebé. Monté tal escándalo, que tuvieron que sacarme porque por aquel entonces todavía no era aficionado todavía al cine. Parece ser que mi padre dijo “A este niño no le va a gustar el cine” (risas). Y luego, de la primera película de la que tengo un poco de conciencia, recuerdo que mi ama me había contado las andanzas de Diez valientes. Me había dicho que empezaba en un cuartel de la Legión extranjera. Entonces, me llevó a verla mi amama al cine, y aparecía una bandera y dije: “Este debe de ser el cuartel del que habla ama”, y me dijo “Esto es el Nodo” (risas). Luego resulta que ni empezaba en un cuartel ni nada. Con lo cual, mi madre me mentía para hacer las películas más atractivas. Yo diría que esa es la primera película que tengo conciencia de haber visto en el cine. Lo curioso, es que esta es la del medio de tres películas -El halcón y la flecha, Diez valientes y El temible burlón-. Las de las esquinas son obras maestras y esta es la mala, o sea que lo primero que vi fue la mala de una serie de obras maestras.

Y en esa pasión por el cine, ¿nunca se le pasó por la cabeza ser actor, director, productor o guionista? 

No, porque uno conoce sus limitaciones, y no soy actor ni nada. Luego, por otra parte, sé que productores y demás lo pasan bastante mal. Y en cuanto a director, yo creo que -y así lo demuestra la estadística- tienen bastante mala leche, y yo no. Entonces, seguramente hubiera sido un desastre como director. Lo que dicen de que los críticos son artistas frustrados no es mi caso, nunca he querido ser nada de eso. Hubo un momento en que quise ser dibujante de cómic, y rápidamente descubrí que no valía, porque no sé dibujar (risas ). 

Bueno, ha estado ya casi tres décadas al frente de La noche De, un programa que nunca ha faltado a su cita. ¿Cómo se ha tomado el público el anuncio de su marcha?  

Pues se lo han tomado con un cariño y una expectación que me han dejado abrumado. No solo entre el público en general, sino también entre los compañeros de profesión, y algunos con los que tienes relaciones profesionales, gente a la que has entrevistado y tal. Y de repente se ha convertido en un auténtico fenómeno, todo el mundo te saluda por la calle, y la verdad es que es una muestra de cariño tremenda. Y como dice un colega que conozco, “Eres un desastre, no tienes haters”. Porque tengo un canal de YouTube y la verdad es que no tengo un hater. Nadie entra a darme caña. 

Estos años habrán dado para muchísimas anécdotas. ¿Hay alguna que atesore con especial cariño?

Pues la verdad es que no. Esto es un poco como los humoristas, que tú crees que los humoristas son gente que está en permanente hilaridad, pero no es verdad; la mayor parte de ellos son muy serios. Y a nosotros nos pasa lo mismo, trabajamos con cosas que generan sorpresa, inquietud, etc. y al final nosotros somos unos setas. La anécdota, igual, es que hicimos un reportaje dedicado a Luise Rainer, una actriz de los años 30, que ganó dos años seguidos el Oscar, y que luego dio el Oscar a José Luis Garci. Y tenía 104 años, le dedicamos un reportaje y lo dejamos ultimado el martes al mediodía. Nos llamó el guionista para que viéramos las noticias, porque acababa de fallecer. Tuvimos que coger otra vez el programa, ir al estudio y cambiar las cosas. Lo más apasionante que nos ha pasado en 28 años. 

Félix Linares, un apasionado del cine y la literatura. Oskar Gonzalez

De lo que estoy segura es de que muchos espectadores se quedan con una de las secciones del programa, los gazapos, que vaya ojo tienen algunos para verlos. En esta nueva etapa del programa, seguirán estando ahí, ¿verdad?

Sí. El equipo es exactamente el mismo, con un nuevo presentador, pero guionista, realizador, director, toda la gente, seguirá ahí. Se ha dado la paradoja de que nosotros teníamos la pirámide invertida, porque lo normal es que el presentador sea el más joven del equipo, y el guionista el mayor. Pues aquí no, yo soy el más viejo de todos con gran diferencia y el guionista es el más joven. En medio estaría el resto del equipo que ahora anda por los cincuenta y tantos, así que todavía con este equipo quedan por lo menos 20 años. Pero el programa seguirá siendo el mismo y teniendo el mismo atractivo para el público.

Y, hablando de cine, ¿tiene algún ritual o alguna peculiaridad a la hora de ir a ver una película?

No tengo. Lo que sí tengo es un sentimiento. Que me perdonen, pero yo entro al cine como si entrara a una iglesia. Es el lugar donde se produce el rito que a mí me resulta más placentero, más estimulante y más fantástico que yo conozco. Y siempre, aún sabiendo que la película puede no ser la mejor del mundo, yo entro convencido de que esas próximas dos horas van a ser maravillosas. Luego a veces salgo un poco decepcionado, pero de verdad que es algo fundamental. Y luego, también es cierto que casi siempre intento pasar antes por una librería, porque para mí desde pequeño libro y cine han ido siempre muy unidos. Y recuerdo que en mi adolescencia casi siempre pasaba por una librería para ver las novedades, a comprar algún libro, y siempre iba al cine con un libro bajo el brazo. Eso era el colmo de la felicidad. 

Y en su último peregrinaje, ¿cuál fue el tándem libro-película?

Pues la mejor película de las últimas que he visto ha sido sin duda alguna The quiet girl. Y ese día había pasado por Joker, la tienda de cómics, y llevaba el último volumen de El príncipe valiente, que se publica por años, y también el último volumen de García. Ahí iba yo con mis dos cómics contento. 

Y hablando de libros, usted cuenta con un libro de gastronomía cinematográfica. ¿Come palomitas cuando va al cine?

No, lo siento mucho. Yo creo que la palomita es un ingrediente superfluo. Yo creo que la palomita es muy negativa para el cine. Primero, porque permite a los que no van al cine decir “Es que el cine es muy caro”, porque entiende que el cine debe ir acompañado de palomitas, refresco, hamburguesa... Además, no me gusta nada el olor de las palomitas, ni comerlas. Y los refrescos ni te cuento. Pero hubo una época que iba con mi hijo y nos comprábamos pastas o bombones. Pasábamos por una pastelería y durante los primeros minutos de la película nos los comíamos (risas). 

Y en estos años, ¿hay alguna película con la que se haya reconciliado?

Es que no suelo repetir las películas. No tengo esa costumbre, como hay mucha gente que dice que llegando a mi edad se relee los libros. Yo no, yo sigo leyendo libros nuevos, porque los otros ya los he leído. Y con las películas me pasa exactamente lo mismo. 2001 la he visto, es verdad, un porrón de veces, porque además de que me parece fascinante, no la entiendo. Pero por lo demás es muy difícil que yo repita una película. 

De todos modos, las películas no serían lo que son sin una buena banda sonora. ¿Hay alguna que le guste especialmente?

Tampoco las suelo volver a escuchar. Pero guardo muy buena memoria de algunas de ellas. Me gustaba mucho Mario Nascimbene, que era como Ennio Morricone, pero antes de Ennio Morricone. Trabajó mucho para Italia, pero hizo también películas de Hollywood, como Los vikingos o Barrabás. 

Y si tuviera que escoger la banda sonora de su vida, ¿qué canción no podría faltar?

Pues tendría que poner la de Las calles de Filadelfia en representación de Springsteen, que es bien sabido que es uno de mis ídolos, al que tengo un poco abandonado últimamente, porque ya no es el amor de juventud que teníamos él y yo.

Y además de YouTube, ¿se plantea hacerse alguna red social?

Pues podría ser una posibilidad. Lo que pasa es que es un terreno tan frágil que nunca sabes cómo te va a salir. De repente, el que alardea de no tener haters lo mismo se encuentra con masas enteras como muertos vivientes persiguiéndote. En principio creo que no. 

Y, además de leer, ver pelis y estar en la radio, ¿a qué va a dedicar su tiempo ahora?

La radio es muy exigente. Yo voy a seguir haciendo lo mismo. Nunca he tenido tentaciones de hacer absolutamente nada más, porque sé que dicen que hay que salir de la zona de confort, pero yo estoy muy bien en mi zona de confort. 

Por algo se le llama zona de confort.

(Risas). Eso es. Entonces, yo voy a seguir leyendo, viendo películas, escuchando música...

LA CRÍTICA

Para este número, hemos otorgado a Félix Linares un puesto en el jurado de los premios Oscar, y de los Razzie, para que en base a las producciones que han visto la luz a lo largo de la historia otorgue sus galardones. 


Mejor película: Es difícil, pero por citar a alguien casi olvidado y que sin embargo está ahí, yo hubiera nombrado el rey del mambo a Costa-Gavras, y mencionaría Z, que es una película del 69, porque es el principio de un cine político que no abunda, y que además está hecho con el sentido del entretenimiento muy ajustado. 


Peor Película: Podríamos hablar de copias de cualquier tipo, porque había una película que se llamaba El magnífico Tony Carrera, que era una copia de las películas de James Bond, con todo lo malo que tienen las películas de James Bond, y ninguna de sus virtudes. 


Mejor y peor actor o actriz: Es subjetivo. Cada uno tiene una escuela. Yo prefiero los actores y actrices que toman un poco de distancia con su papel. A mí me hace mucha gracia Robert Mitchum, que es un tío que jamás tenía que haber sido actor. Pero cayó allí, y lo hizo con total displicencia, y acababas creyéndotelo. Lo cual es una virtud que poca gente tiene. Los que empiezan a hacer el tonto, me parece que hacen el tonto, y los aguanto con dificultad.  


Mejor y peor secuela: El ejemplo claro es El Padrino, la primera y la segunda están a la altura y tienen la virtud de no parecerse el esquema narrativo. Y las secuelas innecesarias, estaría por ejemplo la de The Ring. 


Premio Artista Redentor: Se lo daría a Colin Farrell.