Julius ha escogido un camino milenario para probar los sabores de la ruta vasco-francesa en todos aquellos puntos por los que pasa y darlos a conoce a través de Canal Cocina. El trayecto televisivo empezó el día 1 de este mes y terminará ante la catedral de Santiago el próximo 25. Este es, además, Año Compostelano, al caer la fiesta en domingo, lo que lo convierte en una edición muy especial para los miles y miles de peregrinos de todo el mundo que se han echado a campos y caminos.
El chef mallorquín con ascendencia vasca explica los motivos por los que ha emprendido una ruta tan especial: “Es una promesa que hice hace 22 años. Aparecí por arte de magia con un amiguete en Roncesvalles y me impresionó mucho todo lo que había alrededor del municipio, que es espectacular, y entre ello estaba todo lo referente al Camino de Santiago: los peregrinos, los frailes, el ambiente... Hice la promesa de que si algún día me convertía en un buen cocinero haría este camino. No sé si me he convertido en un buen cocinero o no, pero era hora de cumplir la promesa”, señala.
El chef mallorquín ha participado en muchas comidas populares al aire libre.
Como un peregrino más, el chef está recorriendo los principales puntos del camino francés, desde Saint Jean Pied de Port, en la Baja Navarra, hasta el destino final. La aventura gastronómica se inició pues en Navarra, sigue en La Rioja, y más tarde recorrerá Castilla y León para finalizar en Galicia.
Julius ha ido descubriendo en su periplo, pueblo a pueblo, recetas cocinadas a fuego lento, platos únicos en el mundo y postres tan desconocidos como sabrosos. Una ruta de 800 kilómetros a pie con un objetivo concreto al margen del puramente espiritual: halagar los paladares a través de los sabores más característicos de esta ruta milenaria reconvertida hoy en fenómenos turístico.
“Me lo estoy pasando muy bien, voy de cocina en cocina, guisando con gente peculiar y muy divertida. Vamos buscando los platos más emblemáticos y curiosos de cada sitio”, dice Julius, quien tiene claros cuáles son los platos que más le han sorprendido en el recorrido que lleva hecho. “Lo que más es el katalabrox (un pastel navarro que se utilizaba en las bodas), que dimos el primer programa. Es un bizcocho que se hace en una barbacoa con un artilugio que no para de dar vueltas. Lo trajo Napoleón Bonaparte y es una pasada”, explica, y añade que su elaboración es muy sencilla, aunque resulte complejo el estar dándole vueltas al aparato durante dos horas de forma manual. Esta receta la descubrió en Valcarlos.
Otro plato que le ha hecho salivar es el marrakuku: “Es una torta de maíz (talo) que se hace a la plancha y lleva dentro un queso tierno de vaca. Me gusta bastante. Tengo que decir que estoy comiendo cosas sorprendentes. Me impresionaron mucho también unas alcachofas rellenas con jamón ibérico. Todos estos platos son navarros”, reconoce.
A lo largo de los 22 programas, el chef y presentador ha visitado, y seguirá haciéndolo en el trayecto que aún le queda por cubrir, los lugares más conocidos de cada uno de los pueblos visitados para elaborar una receta en casa de vecinos del lugar. “Este es un programa para paladear y saborear sin prisas, solo con el objetivo de pasarlo bien, viajar desde casa y aprender mucho de lo que nos da cada cocina”, señala Julius.
El cocinero mallorquín se declara un disfrutón de la gastronomía, algo que le llegó de la mano de su abuelo, un donostiarra que le hizo saber que comer no es solo nutrición, sino que también es placer elevado a la máxima potencia: “Mi abuelo era genial. Él me lleno la vida de sabores y me enseñó lo que era disfrutar con un buen plato. Conozco toda la cocina española, pero para mí la vasca es muy especial. Además de parecerme maravillosa, sobre todo es también un conjunto de recuerdos de familia”, señala.
Recuerda bien cómo se metió entre fogones: “No era un buen estudiante y mi padre me dio una opción. Me dijo que ya que me gustaba cocinar lo hiciera a nivel profesional. Me fui a la escuela de cocina de Arguiñano, Aiala, y allí estuve un par de años. Después estuve con Arzak, Subijana, Irizar, Berasategui... Me dio pena que las prácticas con ellos no fueran más largas. En cada una de sus casas aprendí cosas muy importantes. Pero no solo me llevo de ellos el recuerdo gastronómico, me llevo sobre todo el de todos ellos como personas”, concluye.
Lo dicho: una manera más de hacer el Camino de Santiago, solo que en esta ocasión disfrutando de los placeres de la cocina y descubriendo un recetario de lo más tradicional.