La película Ondina, del director alemán Christian Petzold, llega a los cines el próximo 20 de noviembre. Se trata de un largometraje que se adentra en la mitología germánica a través de la leyenda de la mujer acuática, cuyo misterioso destino está predestinado por el amor. Ondina es historiadora y da conferencias sobre el desarrollo urbano de Berlín, pero cuando su amante la abandona, el antiguo mito se apodera de ella. La actriz alemana Paula Beer, Oso de Plata a la Mejor Actriz en la última edición de la Berlinale, da vida a la protagonista ninfa de belleza cegadora, mientras que Franz Rogowski, quien al igual que Beer también trabajó con Petzold en En tránsito (2017), encarna a un submarinista del que se enamora Ondina y con quien descubre sentimientos que no había tenido con sus parejas precedentes. Por su parte, Christian Petzold, conocido por sus anteriores películas como la citada En tránsito, Barbara (2012, Oso de Plata a la Mejor Dirección de la Berlinale) o Phoenix (2015, Premio Fipresci en el Festival de San Sebastián), en las que indaga en temas como la identidad en permanente diálogo entre pasado y presente, es uno de los nombres más importantes del panorama cinematográfico alemán. Con Ondina se alzó con el reconocimiento de la crítica internacional al ganar el Premio Fipresci del Festival de Cine de Berlín y ha sido una de las películas seleccionadas para la competición oficial del Festival de Cine de Sevilla, que se ha celebrado esta semana (del 6 al 14 de noviembre), y cuyo resultado no se conocía al cierre de estas líneas.
¿Cuál es su conexión personal con el mito de Ondina?
En algún momento de los años noventa leí el libro de Peter von Matt Liebesverrat Die Treulosen in der Literatur (Traición romántica. Los desleales en la literatura), en el que hay un capítulo dedicado al mito de Ondina. Además, me interesaba la idea del amor traicionado. Me familiaricé con el mito de Ondina cuando era niño, pero siempre recuerdo las cosas bastante mal. Puede que sea un requisito para ser guionista tener mala memoria, o una memoria con fallos, como un falso testimonio, pero recordaba muy bien la frase que Ondina dice a los criados hablando del traidor al que acaba de matar: "Le lloré hasta matarle". Siempre me gustó esta frase. Pero su recuerdo se mezcló con otras versiones, como La sirenita, de Hans-Christian Andersen, un cuento donde el mismo motivo se muestra bajo otra forma. En algún momento también leí el texto de Ingeborg Bachmann Ondina se va, y me gustó el hecho de que habla Ondina y no un narrador. Habla una mujer. Se me ocurrió que podría hacerse una película así, una película en torno a Ondina y a su desesperación. En el escrito de Ingeborg Bachmann la maldición es que los hombres nunca son fieles porque, al fin y al cabo, solo se aman a sí mismos. Enfocar esa maldición desde una perspectiva femenina me pareció perfecto.
Entonces, ¿trabajó con las múltiples versiones del cuento de Ondina?
No, no hace falta releer los cuentos de hadas ni los mitos que te contaba tu madre de niño. La visión queda almacenada en la memoria y a la hora de escribir un guion he descubierto que los recuerdos borrosos y las imágenes claras tienen la misma importancia. La síntesis y el compendio están en lo que se narra. Los cuentos de hadas que los hermanos Grimm recopilaron eran narraciones orales, contadas una y otra vez, que cambiaban imperceptiblemente con el tiempo. Aun así, ciertas cosas permanecían. Para mí, el cine está más cerca de las leyendas orales, las que perduran en el boca a boca, que de las historias que se guardan en los archivos de una biblioteca. Las historias que se transmiten de generación en generación tienen más valor.
Ondina es una historiadora que trabaja como guía en Berlín, pero nos muestra la ciudad en varias ocasiones desde una perspectiva totalmente diferente, a través de maquetas.
Cuando estaba pensando en hacer una película sobre Ondina, Christoph Hochhäusler me mostró esas increíbles maquetas que exponía el Museo Municipal de Berlín. Es una ciudad construida sobre marismas; en otras palabras, se drenó todo un hábitat para construirla. Imaginé que a medida que se drenaban las marismas, los mitos que los mercaderes ambulantes habían llevado durante siglos se quedaban en lodazales que se secaban lentamente. Pero Berlín también es una ciudad que tiende a borrar su historia. Un elemento tan característico como el Muro fue demolido en muy poco tiempo. En Berlín, nuestra forma de enfrentarnos al pasado y a la historia es brutal. El Foro Humboldt también es un ejemplo de cómo saquear el pasado, porque la plaza de la República es parte de la historia de Berlín. Me pareció que estos pasados destruidos, estos jirones de mitos, eran parte de la historia de Ondina.
¿Ondina le parece un personaje de cuento de hadas?
Siempre me han interesado las personas nacidas cien años antes de su tiempo y que defienden algo que aún no ha llegado. Puede que Ondina sea una de estas personas. Quizá pueda decirse que Ondina es un personaje de cuento que quiere tener una vida humana. Es una mujer que necesita escapar de la proyección masculina.
¿Cómo preparó las escenas submarinas?
Vi muchas películas durante la preproducción. La más encantadora de todas es 20.000 leguas de viaje submarino, de Richard Fleischer. En una escena, James Manson, que encarna al capitán Nemo, y la tripulación, todos vestidos con pesadas escafandras, entierran a una persona fallecida debajo de una cruz hecha de conchas. Kirk Douglas y los demás terrícolas lo ven, y en ese momento el mundo submarino también les transforma. Pensé que así debía ser la película: debíamos acabar a 20.000 leguas debajo del mar, debajo del Berlín actual, debajo del mundo actual, con sus modelos y explicaciones, sueños y destrucciones. En ese instante, el origen de los modelos, de la magia, es perceptible. Construimos un mundo submarino antes de añadir el agua. Quería que fuera un mundo real, con detalles. La magia reside en hacer que sea algo físicamente tangible, como ocurre con las maquetas de Berlín que se ven en la película. Hubo que añadir el siluro digitalmente, porque no se puede pedir a un pez que haga algo. Trabajamos la coreografía durante los ensayos. A los actores les gusta poder moverse, bailar, no estar aprisionados por las marcas y la iluminación. Aquí es donde se debe estudiar cómo la cámara va a describir un baile, unos movimientos, cómo va a ser parte de la escena. Siempre rodamos con planos secuencia.
Paula Beer y Franz Rogowski ya trabajaron juntos en su anterior película, En tránsito
Durante aquel rodaje pensé que estaban maravillosos juntos, pero que representaban una historia de amor que carecía de futuro. Se me ocurrió proponerles una historia de amor con continuidad, así que un día, mientras comíamos en Mont Ventoux, la pizzería de la película, les conté la historia de Ondina, que entonces apenas estaba esbozada. Hay una gran confianza física entre ambos, algo que nunca he visto antes en otros actores. No sé de dónde viene, pero cada vez que se tocan, cada vez que se miran, se nota que hay confianza, respeto mutuo y una enorme franqueza. A pesar de su juventud, Paula Beer es una de las poquísimas actrices capaces de expresar experiencias que otras viven mucho más tarde. Y no me cabe duda de que Franz Rogowski es el actor alemán más físico del momento. Muy pocos actores tienen esa mirada.
PERSONAL
Nacimiento: Hilden (Renania del Norte-Westfalia), 14 de septiembre de 1960.
Formación: Se licenció en Filología Alemana en la Universidad Libre de Berlín antes de estudiar Dirección Cinematográfica en la Academia Alemana de Cine y Televisión de Berlín entre 1988 y 1994.
Filmografía: Ondina (2020), En tránsito (2017), Phoenix (2015), Barbara (2012), Dreileben (Miniserie, 2010), Jerichow (2008), Yella (2007), Gespenster (2005), Wolfsburg (2003), Toter Mann (Telefilm, 2002), Die innere Sicherheit (2001), Die Bestschlafdiebin (Telefilm, 1998), Cuba Libre (Telefilm, 1996), y Pilotinnen (Telefilm, 1995).