Cantando que “quererte es un juego perdido”, Países Bajos se hizo el sábado con la victoria de Eurovisión 2019 gracias a Arcade, el soul espiritual de Duncan Laurence, en una edición de infarto que volvió a confinar a España a los últimos puestos y que, de partida, ya contaba con otra reina.
La gala, una de las más largas de los últimos años y también de las más apabullantes en cuanto a producción, arrancaba mucho antes en realidad, a las 9 de la noche (hora española), con el apabullante desfile y desembarco de los 26 participantes a concurso desde un avión que ha simulado aterrizar en pleno Expo Tel Aviv pilotado por Netta Barzilai, la ganadora del pasado año.
El turno de actuaciones echó a andar enseguida con el Chamaleon pop de la maltesa Michela y concluyó dos horas después con el español Miki, con una propuesta escenográfica enérgica y muy elaborada, pero también “confusa” para algunos, en la que no faltó ni un robot gigante.
Entre medias fueron desfilando todos los aspirantes de una edición marcada por la incertidumbre, con candidaturas tapadas como la de Macedonia del Norte, la segunda más valorada de los jurados, o la australiana, que pasó de estar defenestrada en los pronósticos a propulsarse merced a una puesta en escena que era pura fantasía cósmica e ingrávida.
El del sábado volvió a ser sin embargo un Eurovisión que se decantó por las grandes canciones, con propuestas muy actuales de contenido social como la italiana o la del sueco John Lundvik, con un góspel esperanzador sobre últimas oportunidades, o como la del ganador, al piano y casi a oscuras.
Motivo de celebración fue también la variedad de idiomas (además del omnipresente inglés se escucharon esloveno, albanés, español, francés, italiano, islandés y serbio) y de estilos, con sorpresas bien posicionadas y poco habituales como el pop indie, la electrónica minimalista, la charanga catalana y el metal industrial en la línea de Rammstein.
Fuera de concurso hubo más momentos para el recuerdo, véase el intercambio de canciones entre algunos de los participantes más carismáticos del certamen de los últimos años, con la versión que la siempre electrizante Eleni Foureira hizo de la siempre corrosiva Verja Serduchka, o el homenaje a Hallelujah 40 años después de dejar a Betty Missiego compuesta y sin trofeo.
Con la Alhambra de fondo y por boca de la presentadora Nieves Álvarez se supo que los expertos españoles concedían su máxima calificación a Suecia. Además, otorgó puntos a: Australia (10), Holanda (8), Azerbaiyán (7), República Checa (6), Chipre (5), Italia (4), Suiza (3), Rusia (2) y Eslovenia (1).
Miki, que soñaba con escuchar el mayor número de veces posible la emblemática frase Twelve points, se vio muy castigado por parte de los jurados, con los únicos parabienes de Bielorrusia (6 puntos) y Rusia (1), más los 53 puntos del voto popular, que relegaron a España al puesto 22 de 26 en concreto. Y ya van cinco sin salir de la cola.
el televoto El sistema de votaciones instalado hace unos años, que separa el anuncio del veredicto de los jurados de cada país y el del televoto europeo compactado, volvió a ser causa de arritmias y estragos en un final que se dilucidó en el último segundo entre Suecia y Países Bajos.
Al final, victoria holandesa con 492 puntos, que otorga a este país su quinto triunfo en el Festival Europeo de la Canción, el primero desde 1975, y solo 27 puntos por delante del italiano de ascendencia egipcia Mahmood, que acabó segundo con Soldi.