El cambio horario que se pretende para todo Europa podría afectar de manera decisiva a los espectadores de televisión, sobre todo a los de aquí. Por que si hasta ahora el retraso del comienzo de los programas con tirón -eso que se conoce como prime time-, hacía que nos fuéramos tarde a la cama y no durmiéramos el suficiente número de horas que se recomiendan como saludables, parece que con el retraso del ocaso y el adelanto del amanecer, podremos sobrevivir mejor en el futuro. Además septiembre arranca con datos de que la burbuja audiovisual se desinfla. Después de varios años creciendo resulta que en el nuevo curso del 2018 se van a estrenar menos series que el año pasado. Pero tampoco conviene sacar de momento muchas conclusiones sobre el futuro porque esto no ha hecho más que empezar. Sin ir más lejos, porque acabamos de enterarnos de que la suscripción a la televisión de Amazon ha subido de golpe el 80%. No sé que invierno de penalidades nos aguarda a los amantes de la tele que, además de pagar por ella, tenemos que afrontar la subida de la electricidad que supone el mantener unas horas más los radiadores encendidos para no tiritar por las noches mientras vemos esas series que durante el día no fue posible. Pero lo cierto es que comienza el curso televisivo y seguimos con la eterna duda de si la televisión que vemos es la que nos merecemos o deberíamos hacer un esfuerzo económico mayor a cuenta de que ya sabemos que el invierno por estas latitudes suele ser largo, muy largo. El fútbol es la apuesta sobre seguro de buena parte de quienes deciden pagar por ver la tele. El resto de los mortales que puedan vivir sin ese chute de ronaldos y mesis, estirarán un año más sin tirar de tarjeta de crédito. Eso sí, a costa de otorgarle el mando a distancia a Operación Triunfo, Gran Hermano y demás. Pero crucemos los dedos y ya veremos cómo, con los nuevos horarios, las aves nocturnas que vemos la tele nos irá un poco mejor. Digo yo.