vitoria - El periodista catalán está satisfecho con el desarrollo de su programa, aunque ejerce la autocrítica. Sabe que es incómodo para algunos sectores, aquellos que ejercer el poder y quieren al ciudadano sumiso, pero no le importa. Se ríe cuando se le dice si no ha tenido miedo a que le corten la luz o eliminen su programa por interferir en los intereses de su empresa. No dice de qué va a tratar el programa del domingo, será una cita a ciegas con Évole.

Diez años de ‘Salvados’, ¡quién lo diría!

-Tú misma lo has dicho. Pero dicen que un año de televisión equivale a siete años de vida, así que son 70, ya estoy casi jubilado.

Creo que ese calculo no entra en los planes del gobierno de Rajoy.

-No, supongo que no. Tampoco quiero jubilarme.

Si volvemos la vista atrás, nada que ver lo que estamos viendo con los inicios del programa.

-Ha evolucionado, ha evolucionado el equipo, el país, los espectadores... Hacer lo que hacíamos al principio no tenía mucho sentido.

Ha pasado de ser ‘El follonero’ a un referente periodístico.

-Eso corresponde decirlo a otros, no estoy muy de acuerdo con las etiquetas. Pero es cierto que Salvados fue evolucionando hasta tener muchos ingredientes que el espectador empezaba a reclamar.

¿Momentos tensos?

-Por supuesto, hemos tenido programas en los que un invitado se ha ido, es el caso de Esperanza Aguirre. Pero creo que la tensión tiene que estar presente en un programa de televisión.

Que un programa celebre una década es un lujo y un milagro, ¿suerte también?

-No acostumbra a pasar, nos tenemos que sentir privilegiados por haber llegado hasta aquí. Suele decirle al equipo: Hace mucho tiempo que estamos jugando la prórroga. El tiempo habitual que dura un programa de televisión nosotros ya lo hemos jugado.

Ha hecho muchas entrevistas, ¿se arrepiente de haber hecho alguna de ellas?

-Creo que si volviera a empezar, entrevistaría a todo el mundo que ha pasado por mi programa. Todo el mundo tiene una entrevista, no creo en vetos. Somos periodistas y tenemos que hacer las preguntas que tocan, ir muy bien preparados a esas entrevistas e intentar que el otro no te regateé. No dejaría de entrevistar a nadie de los que he entrevistado.

¿Se ha sentido regateado muchas veces?

-Muchísimas, de hecho es lo habitual, sobre todo cuando entrevista a un político. El político es de las figuras más toreadas; el foco está muy puesto en la política y te encuentras a personas con relevancia que ya se saben todas las respuestas.

Vamos, que el político llega resabido y amaestrado.

-Suelen hacerse las mismas preguntas, los periodistas siempre caemos en esos errores, ellos acaban en lugares comunes y es difícil sacarlos de ahí.

Aburridos sí que parecen casi todos. ¿Es posible que si mostraran su cara B y no la que les pone su gabinete de prensa nos agradarían más?

-Estoy seguro. Cuando Pedro Sánchez nos concede aquella entrevista, la primera después de que le hicieran dimitir como secretario general del PSOE, era una persona que estaba en carne viva, el ciudadano lo agradece, ve que hay verdad.

¿Qué prefiere, la política o los temas sociales?

-Los sociales. Cuando tú tienes la sensación de que has tocado en la tecla que más molesta al poder, le ves molesto, y que más defiende al silenciado por el poder, ese día es bingo, ese día es fantástico... Nos ha pasado a veces, pero quizá el más representativo es el día que hicimos el programa de los afectados y las víctimas del Metro de Valencia.

¿No ha tenido miedo de que las compañías eléctricas le corten la luz?

-Ja, ja, ja... No. Lo que veo es que cada vez me cobran más los muy cabrones; no sé si es por los programas que hemos hecho. En serio, estoy ironizando, pero no sé cómo tenemos tanto aguante los ciudadanos.

Quizá nos hemos acomodado.

-Quizá tengas razón. Nos han mentido ministros de todos los colores diciendo: Conseguiremos que se baje la luz; vamos a poner medidas... Y seguimos pagando una luz carísima y las compañías eléctricas tienen unos resultados económicos estratosféricos y seguimos tragando; yo el primero, te hablo como ciudadano, pero me parece que es uno de los escándalos que se sigue manteniendo. Vemos colocados en estas empresas a exministros, es desesperante.

Se dice que estas compañías han presionado a Atresmedia en contra de tu programa. ¿Le consta?

-Yo no he recibido presiones, pero me consta que se intentaron. Hay que agradecer a los directivos que las han soportado y hay que agradecer que seguimos haciendo el programa.

¿Nunca ha tenido miedo ni ha sentido que el programa podría estar cuestionado?

-Siempre he pensado y sigo pensándolo que el día que nos echen sea porque hay motivos. Si te tienen que echar, mejor que te echen y mejor que te echen porque has hecho lo que querías hacer, que no que te acaben echando y que te quedes con la sensación de que no has hecho lo querías hacer.

Le veo muy seguro.

Ante esa dicotomía, preferimos seguir haciendo lo que queremos hacer, denunciando lo que queremos denunciar y si un día, no convergen los intereses del programa con los intereses del grupo, entenderé que nos digan que no podemos seguir trabajando juntos. Pero quiero quedarme con la sensación de haber hecho lo que queríamos hacer.

¿Tiene barra libre?

-Me gusta tener libertad, pero eso no quiere decir que pueda hacer lo que me dé la gana. Hay que intentar contrastar lo que queremos publicar en el programa, pero una vez hecho el contraste y una vez que lo tienes claro, adelante con todas las consecuencias.

Diez años, ¿se agotan los temas?

-No los temas son infinitos, ya hemos tocado un montón y seguimos teniendo ganas de seguir haciendo nuevos programas, dependerá de la ilusión que tengamos de hacerlos, el día que no tengamos esa ilusión cogeremos los trastos y cerraremos.

Hizo un falso 23 F, hubo ciudadanos cabreados y también recibió críticas por parte de la profesión.

-Lo sé, es verdad. Muchos nos dijeron que aquello iba a ser nuestra tumba, que íbamos a perder toda la credibilidad que habíamos logrado, eso nos lo dijeron compañeros de profesión. Sin embargo, el espectador demostró ser bastante más maduro, entendió que era un experimento y que era un juego. Alguno se pudo cabrear y lo dijo, pero a renglón seguido me preguntaban qué iba a hacer a la semana siguiente. Todo es bastante más relativo de lo que parece.

¿Qué vamos a ver el domingo?

-Lo siento, pero no te voy a decir.

¿Perdone?

-Vamos a hacer algo que no hemos hecho en diez años y es no decir de qué vamos a hablar.

¿Y cómo vamos a saber si nos interesa o no ver su programa?

-Solo estamos utilizando un reclamo, una especie de titular: Uno de cada cinco. A partir de ahí hemos querido ocultar un tema que habitualmente se oculta. Hemos querido pagar con la misma moneda, ocultar el tema del que vamos a hablar que bastante oculto está ya en la sociedad.

¿Una cita a ciegas?

-Eso mismo. Queremos que el espectador llegue sin prejuicios, con la mirada limpia... No lo hemos hecho nunca, pero nos gusta arriesgar, a ver cómo sale.