Madrid - Le resulta imposible ser ajeno al sufrimiento y confiesa que no se siente estigmatizado con el hecho de que se le identifique con el histórico programa Quién sabe dónde. “Me siento honrado. Todas las energías que tengo y que me puedan quedar las voy a dedicar a intentar ser útil en ese sentido”, reconoce el periodista jerezano, quien regresa a la cadena pública después de 16 años fuera de la casa. Pese a transitar por terrenos pantanosos, Lobatón (1951) ha sabido mantener un equilibrio entre información y espectáculo, aunque admite la dificultad de dar unos datos contrastados cuando la realidad “ya está alterada y marcada” por la saturación de noticias de sucesos, lo que a su juicio responde a una búsqueda de audiencias momentáneas y no al estricto rigor informativo.

Hace un mes ha inaugurado la sección ‘Ventana QSD’ en el programa de Mariló Monteró. ¿Por qué este regreso a TVE?

-Siempre he estado activo todo este tiempo y en realidad he estado en intermitente retorno allí donde ha habido una posibilidad de presión, no sólo por la posibilidad de expresarme profesionalmente, sino también para dar difusión del tema de las personas desaparecidas. Eso es lo que me lleva de una manera concreta a este espacio y lo hace a través de una petición a la dirección de TVE para dar apoyo y soporte a la Fundación Europea por las personas desaparecidas (QSD Global) que he puesto en marcha junto a otras personas. Pedir apoyo para la difusión de esta fundación me da esa posibilidad: abrir una ventana. Y decido llamarlo así porque es justo eso, no es una gran casa, sino una ventana a través de la cual poder comunicar estas cosas.

Existe la posibilidad de recuperar el programa ‘¿Quién sabe dónde?’.

-Sí, sí, pero lo que yo quiero es que tengan visibilidad la situaciones que viven las familias. La fundación es una herramienta, pero sin el apoyo de los grandes medios, su travesía sería muy larga y difícil y no sería lo suficientemente útil para que sea real y no simbólica.

En el panorama actual televisivo, ¿echa en falta programas de ese tipo?

-Sí, manifiestamente. Quién sabe dónde fue el punto de llegada y el espacio de exposición y resolución de muchas de estas situaciones; llegamos a tener 10.000 peticiones de búsqueda y atendimos más de 1.500 en antena. Cuando desaparece el programa no existe ninguna otra fórmula televisiva que lo sustituya, salvo alguna cosa esporádica. Pero tampoco existe en el ámbito de la Administración ningún lugar al que esas familias puedan dirigirse. Y lo que sí sigue habiendo es un cómputo anual de entre 14.000 y 20.000 denuncias por desaparición de personas que no se atiene (...).

También trabaja para el canal de pago Crimen e Investigación, y lo hace con el mismo objetivo: encontrar personas desaparecidas, una labor a la que parece que se ha entregado en cuerpo y alma ¿Qué le ha llevado a buscar a personas desaparecidas?

-Para mí ha sido imposible tener conciencia tan cercana y tan profunda de este sufrimiento y ser ajeno a él y por eso durante estos años he tratado de ayudar a título personal, y en cuanto me ha sido posible reunir otras fuerzas -ahora con la fundación-, intentar abrir todas las ventanas posibles para que se difunda esta realidad. Quién sabe dónde trajo hasta mí de una forma absolutamente imprevista esta parte de la realidad tan sumergida para mi como para tantas personas, y ahora mi esfuerzo personal y profesional vuelve la mirada a ese universo como un objetivo: todas las energías que tengo y que me puedan quedar las voy a dedicar a intentar ser útil en ese sentido. Y es que en su momento y a lo largo del tiempo, se produjo una identificación desde el punto de vista icónico pero también desde un punto de vista más profundo. No sólo no me siento estigmatizado, sino que me siento honrado con esa identificación y trato de corresponder a la expectativa que tienen las personas que pasan por esa situación.

¿Qué visión tiene de la información de sucesos que se está haciendo en televisión?

-Es muy espasmódica, está configurada en torno a grandes eventos que convocan programas especiales durante horas y horas, semanas, a veces meses. No hay más que recordar los recientes casos de Marta del Castillo o los niños de Córdoba. Sin embargo, echo en falta un tratamiento más sistemático, regular, donde se informe pero sobre todo se dé un espacio a la reflexión, al análisis, a indagar en los porqués, ya que las causas de un hecho criminal pueden tener un efecto de alarma y lo importante es que los medios contribuyan a encender alertas, a dotar a la sociedad de elementos que le ayuden a estar vigilante, a intentar evitar la repetición de determinados actos criminales o a defenderse de ellos cuando de forma inevitable ocurran.

Quizá los narradores actuales usurpan el protagonismo a las víctimas.

-Lo que creo es que hay una dinámica mercantil y no de estricto rigor informativo. La razón de ser de tratamientos intensivos, y muchas veces manifiestamente abusivos, no responden a una inquietud profesional o de búsqueda de la verdad, sino a un objetivo más prosaico: la búsqueda de audiencia momentáneas que tienen un rédito en la cuenta de resultados de las cadenas. Si se mira a medio y largo plazo y si se mira el bien común, ese no es el mejor criterio que se puede seguir para tratar temas tan absolutamente sensibles.

¿Cómo se mantiene el equilibrio, sobre todo en casos más mediáticos, entre información y espectáculo?

-Cuando el espectáculo es tan generalizado, realmente es muy difícil intentar dar una información contrastada como en cualquier otro dominio informativo, porque toda la realidad ya está alterada y marcada por esa saturación y el exceso. Yo me he visto en la neutralización de algún tema que es muy de actualidad, porque si no tengo nada que aportar, no intervengo. La medida está en uno mismo, no en ningún código externo o general. Y si lo que te toca es informar de ese hecho criminal, hazlo con sentido, con medida, con sensibilidad y aplica el principio de no agrandar ninguna herida e intentar que la información ayude a esclarecer las cosas y que prevalezca la justicia.

Después de tantos años transitando por terrenos en los que resulta fácil caer en el espectáculo y la frivolidad, la gente respeta y tiene muy buena consideración de Paco Lobatón. ¿Qué supone para usted este reconocimiento del público?

-Mucho porque cuando se mantienen las posiciones sin ceder a determinadas tentaciones ver reconocido ese esfuerzo te anima a mantenerte en él, incluso a proclamarlo como algo que no es un mérito, sino el deber. Creo que forma parte de la razón de ser de un oficio noble como es el nuestro y de un oficio que además tiene una dimensión social antes, durante y después de cualquier otra consideración profesional, económica o de no sé qué naturaleza de culto al ego.