Hay programas como El hormiguero que están ahí pero que no hay manera de verlos de una manera fija. Es como que tanto ritmo acaba echando a los espectadores que buscan algo más pausado a esas horas. Uno puede ver a gusto un día a Will Smith -que siente pasión por el programa de Pablo Motos- pero al día siguiente no hay manera de repetir. Pero el programa que ha batido todos mis récord es Gym Tony. Un tipo de humor que no termino de entender y que como consecuencia ignoro como hacía aquel aparato de aire acondicionado con un personaje. Que el espectador te ignore es lo peor que le puede suceder tanto a un programa. La tele también tiene este tipo de mecanismos que hacen descartar de manera automática la propuestas. Lo de Gym Tony me ocurrió antes con La que se avecina. Y es que para asimilar este tipo de comedias hay que darle una orden muy concreta al cerebro. Es como cuando el amigo gracioso te cuenta el primer chiste y no le ves ninguna gracia. Luego ya te vas relajando y puede que acabes retorciéndote de la risa, algo que todavía no me ha pasado con Gym Tony aunque reconozco que sí con La que se avecina o Aquí no hay quien viva. Y tras estas confesiones que la verdad no sé de dónde vienen, porque, en realidad, yo había venido aquí a hablar del estreno de Aquí paz y después gloria. Una comedia cuyo protagonismo absorbente de Antonio Resines la hace ligeramente abrupta. Algo que la audiencia superó el pasado martes ofreciéndole un gran resultado. La experiencia de volver a ver juntos a Antonio Resines y Antonio Molero (Fiti) hizo posible este milagro televisivo. Desde luego desde el punto de vista profesional esta serie no tiene muchos pases por lo que habría que pensar que después de tanta tragedia aérea al día televisivo le vino bien una de comediantes con alzacuellos. Pero espero que este microclima no se repita todas las semanas. Algo me dice que su éxito a estos niveles es un puro espejismo.