Bilbao - Mayra Gómez Kemp es una mujer que está en el imaginario de varias generaciones que durante seis años vieron en familia un programa que es historia de la televisión, Un, dos, tres. Acaba de recibir el Premio Iris a toda una vida por parte de la Academia de Televisión. Además ha publicado un libro que se titula ¡Y hasta aquí puedo leer!, una frase que tiene mucho que ver con el concurso de Chicho Ibáñez Serrador. En el libro recorre su vida, una existencia marcada por su profesión de actriz y presentadora.

Mayra, está usted en el recuerdo de varias generaciones.

-De Cádiz a Bilbao, mucha gente me dice: “Yo crecí contigo”. Eso es muy bonito, a mí me conmueve.

¿‘Un, dos, tres’ resulta una televisión lejana?

-Está lejos, pero también cerca. A mí me sorprende a día de hoy lo vivos que están los recuerdos del programa en mucha gente. Yo alucino después de tantos años.

No solo fue la presentadora.

-En la primera parte yo era la que traía los regalos en la subasta, pero poco después pasé a ser la presentadora del concurso.

¿No daba vértigo?

-Sabía una cosa, o era un éxito o un fracaso enorme, no iba a haber término medio.

24 millones de espectadores sí que tiene que ser un vértigo solo recordarlo.

-Es verdad, figúrate hablar ahora de ese número de espectadores, imposible, ¿verdad? Fue el último programa familiar realmente, el que lograba que lo vieran juntos abuelos, hijos y nietos.

Una televisión en la que usted era protagonista, totalmente diferente a la que vemos ahora.

-Nada que ver. La tecnología es totalmente otra, los contenidos, estamos globalizando; antes nos mirábamos más al ombligo y ahora lo que pasa en China nos afecta aquí también.

¿Con qué se queda, el pasado o el presente?

-Para mí, cualquier tiempo pasado nunca fue mejor, vivo en el presente y espero estar aquí mañana. Mi vida es hoy, aquello ya pasó, ya estuve allí, me gustó, pero ya está.

¿Cree que podría tener vigencia ahora ‘Un, dos, tres’?

-Está bien donde está, en el recuerdo. Fue un momento de la sociedad, del tiempo y del espacio; estuvo muy bien, como te he comentado fue el último programa que se vio en familia porque después llegaron las privadas, internet... Tal y como está, en el recuerdo de los que visteis alguna vez el programa, es perfecto.

¿Qué sentía cuando entregaba un premio de los gordos?

-Vamos a ser honestos, había gente que me encantaba que se llevara los premios, eran simpáticos, eran agradables, algunos no se los llevaban; la mayoría eran así.

Veo que a todos no les deseaba la misma suerte, ¿no?

-Pues no, hubo algunos para los que deseé la Ruperta, y no, se llevaron un buen premio.

¿Guarda alguna ‘Ruperta’ de recuerdo en su casa?

-Ahora sí. Cuando se acabó la última etapa la pedí y no me la dieron, me dijeron que era propiedad de Televisión Española. Hace dos semanas, estuve en Barcelona con el libro y me invitaron a una entrevista en Sant Cugat, los atrezzistas de allí me hicieron una Ruperta para regalármela; la tengo en mi casa y estoy orgullosísima de ella.

¿Cuántas veces la hubiera escondido para que no la eligieran los concursantes?

-Muchas, me parecía muy triste que los concursantes pasaran por lo que tenían que pasar y solo se llevaran a casa una calabaza. Pero lo peor no fue llevarse la calabaza.

¿Había algo peor?

-Sí, llevarse dos millones de cerillas, pobres. Eso era cosa de Chicho que era maquiavélico, era un genio, pero muy malo; ja, ja, ja... Era malo.

¿Cuál es el presente televisivo de Mayra Gómez Kemp?

-Llevo varias temporadas colaborando con Aragón TV, participo todas las semanas en una tertulia de actualidad, no de corazón. Se habla de todo lo que pasa. Estoy muy contenta. Vivo en Madrid porque tenemos un AVE maravilloso y en una hora y veinte minutos estoy en Zaragoza. La verdad es que los maños me han aceptado con cariño, han estado conmigo en todo momento; en los malos, cuando los cánceres, también.

¿Cómo se encuentra ahora?

-De momento, hace una semana me dieron los resultados y estaba todo bien, tanto es así que me han dicho que vamos a pasar a revisiones cada seis meses y no cada tres.

Decía al comenzar la entrevista que se sentía una privilegiada. ¿También en el amor?

-Bueno, llevo casada cuarenta años con el mismo marido. Se dice rápido y sobre todo en este negocio.

¿Es difícil?

-¿El negocio o el matrimonio? Ja, ja, ja... El negocio, complicado y el matrimonio, también. Me preguntan a veces si hemos tenido broncas.

¿Y?

-Pues claro, pero si las tenía con mi madre a la que adoraba, ¡cómo no las voy a tener con mi marido! Es lo normal y la vida, si estuviéramos de acuerdo en todo, ¡qué aburrida! Cuando me preguntan si alguna vez he pensado en el divorcio...

¿Qué contesta?

-En el divorcio no, en el asesinato sí. Ja, ja, ja...

¡Qué drástica!

-Mujer, quién no. Pero después no, piensas: “Pobre, vamos a dejarlo vivir, otro día será”.

¿Quién tiene más paciencia?

-Él. No es fácil convivir conmigo. Sobre todo en la época del programa de Chicho. Fueron unos momentos en los que ser parte de mi vida era un poco complicado, había que tener mucha paciencia. Estaba el agobio de la gente, la popularidad, las horas que trabajaba...

¿Se creyó esa fama que da que 24 millones de espectadores la vieran todos los viernes?

-Nunca me dejó él que me lo creyera. No soy dada a eso, pero si alguna vez parecía que me lo iba a creer, mi marido inmediatamente me ponía los pies en la tierra y también tengo que decir la otra parte; en los momentos bajos, cuando yo pensaba que no valía, que nadie me hacía caso, él nunca me permitió compadecerme.