EN la televisión parece como si sólo las mujeres estuvieran obligadas a hacerlo. Es cierto que puesto a elegir una sonrisa elegiríamos antes que la de Hilario Pino o El gran Wyoming la de Concha García Campoy. Una sonrisa amable, elegante y nunca desproporcionada. Su sonrisa fue una seña de identidad. Se colaba en los informativos y también en programas de cine como La Gran Ilusión. Su sonrisa también se filtraba junto con su voz por los micrófonos en los programas de radio. Concha fue una de las grandes de este oficio que saca repuestos con cuentagotas. Una profesión la de las damas de la tele en las que ni son todas las que están ni están todas las que son.

Otra sonrisa incansable aunque más borrosa es la de María Solano, la chica que irrumpió de la nada en TVE como una consumada experta en fútbol y que el año pasado fue perdiendo fuelle hasta desaparecer. Las guerras cainitas de los periodistas deportivos en TVE darían seguramente para una novela en la que, no se podría decir el orden, Sergio Sauca y Luis Álvarez , tanto monta, monta tanto, serían los malos de una trama en la que siempre ocuparon puestos destacados. Bueno también sería una buena serie de televisión en la que Marta Solano tuvo un fugaz protagonismo. Algo ha pasado porque será la encargada de presentar el próximo lunes el arranque de España directo. Dicen que segundas partes nunca fueron buenas. Puede que sea así, sobre todo porque al parecer quieren atar los perros con longaniza. Una cosa son los recortes y otra sustituir a periodistas por actores de medio pelo como los concursantes de MasterChef. De este proyecto no se puede entender que TVE siga sin utilizar la experiencia de sus centros territoriales como demuestran en Navarra por los Sanfermines. ¿Otra oportunidad perdida?