Vitoria. Iker Galartza (Amezketa, 1977) es, junto a Javier Antón, uno de los dos supervivientes del anterior equipo del programa Vaya Semanita. Este curso se ha enfrentado a nuevos personajes, nuevos compañeros y a la despedida de sus amigos, los actores que desde hacía siete temporadas compartían con él humor y trabajo en Miramón. Está encantado con los resultados de esta nueva entrega del programa. Su personaje, El Venan, el baserritarra gay, está cautivando al espectador. Ahora se siente muy a gusto dándole vida, pero tuvo que darle muchas vueltas al guión para cogerle el truco en su justa medida. Pero no solo en la televisión hay vida para Galartza. Desde el año pasado recorre los escenarios de la CAV y del resto del Estado con la obra de teatro que lleva el mismo nombre que el programa. Este montaje le permite reencontrarse con los personajes del pasado y también con sus excompañeros.
Un baserritarra gay. ¿Qué tiene de extraño el personaje?
Parece que a la gente se le hace raro y le sacamos punta. Es un hombre al que le gustan los animales, la huerta, el campo y ese estilo de vida. Ahora, como se están normalizando las cosas, hay que normalizarse en todo.
Es usted uno de los dos supervivientes de la anterior temporada…
Sí, pero suena raro decirlo así, ¿no? Te puedo decir que estoy encantado de seguir otra temporada más en Vaya Semanita, estoy encantado con mis nuevos compañeros, pero también echo de menos a los de la etapa anterior.
¿Nota diferencias notables entre esta temporada y la otra?
Sí, hay diferencias bestiales. El nombre del programa lo indica con lo de cambio radical. En el día a día, en el trabajo que hacemos, no notamos mucha diferencia. Somos actores y estamos acostumbrados a coger un texto y darle forma al personaje e intentar darle vida. En cuanto a formato sí que ha cambiado. Cuando lo vemos en casa montado se notan enormes diferencias: no hay entrevista y hay cambios de contenido. A nivel actoral no hay muchas diferencias, es respecto al formato anterior y al actual cuando ves grandes cambios.
¿Le sorprendieron los cambios?
Me olía algo, todos sabíamos que iba a haber cambios, todos los años los ha habido. Este año presentíamos que los cambios podían ser más importantes, pero no de tal magnitud. Teníamos un equipo que estaba hecho y perder esa oportunidad para cualquier cadena no parecía lógico en aquellos momentos. Había un grupo que llevábamos muchos años trabajando juntos sin ningún tipo de problemas, sin ningún enfado… Dejar escapar un grupo de ese calibre no me pareció en aquel momento la mejor opción.
¿Le sorprendió ser uno de los que se quedaba en la novena temporada del programa?
También. Estas cosas son así y nunca sabes el porqué. Hay veces que ni las entiendes ni las compartes, hay actores que son tan buenos o mejores que yo y no están teniendo tanta suerte. No solo lo digo por Vaya Semanita, hay muy buenos profesionales a nivel general.
Los resultados están siendo mejores esta temporada que durante la anterior.
Sí, pero no por los actores. Los viejos seguidores de Vaya Semanita a lo mejor han echado de menos algún sketch de Rajoy y Rubalcaba, pero lo que pasa es que la gente joven no quiere este tipo de humor, está hasta los huevos de esas cosas.
¿Qué quiere la gente joven?
Reírse sin más. No quieren saber nada de política, prefieren reírse con lo que le ocurre a una peluquera o a un casero. Ahí están los números de audiencia, nos apoya la gente, aunque a algunos espectadores que siempre han visto Vaya Semanita no les guste tanto como antes.
¿Y usted cómo lo ve? ¿Se siente cómodo con este 'cambio radical'?
Sí, me veo cómodo y me gusta la idea de tener personajes fijos. Ahora se apuesta fuerte por algunos personajes porque los jefes piensan que pueden tener más recorrido. Nosotros cuando los hacemos sabemos que tenemos la oportunidad de seguir mejorándolos semana tras semana. Cuando cogí al Venan, el baserritarra, no sabía ni por dónde agarrarle…
¿Lo ha conseguido?
Le di muchas vueltas, es un personaje gay, ¿hay que hacerlo amanerado? Pues no, no todos los gays son amanerados. Ni todos los heteros son unos machos. Así que mi personaje es un hombre campechano, tranquilo, de caserío, con sus puntos, lo he ido haciendo semana tras semana y creo que ha mejorado y ha ido cogiendo forma, cuerpo…
¿Se acuerda de Pruden, el patatero de Vitoria?
Lo echo mucho de menos, es un personaje al que yo tenía mucho cariño. Era bonito, un guipuzcoano haciendo de alavés. Los jefes me vieron como vitoriano de pro y yo hice el papel con todo el cariño del mundo.
Sigue teniendo contacto con el equipo anterior a través de la obra de teatro. ¿Cómo les va?
Estoy encantado de coincidir con mis colegas y amigos en la obra de teatro. El fin de semana pasado estuvimos en Almería.
¿También conocen la obra de teatro los andaluces?
Nos ha ido muy bien, arrasar no sé si es la palabra correcta, pero lo que sí es cierto es que allí nos conoce un montón de gente. Llenamos el teatro y cuando acabó la función vinieron, nos abrazaron, se sacaron fotos con nosotros, nos pidieron un autógrafo y estuvimos más de dos horas atendiendo a la gente, ello son más expresivos que nosotros.
Eso no pasa en Euskadi, ¿no?
No, somos diferentes en eso. Aquí terminamos la función, nos cambiamos, tomamos una cerveza y nos vamos a casa.
¿Cuántas plazas han hecho fuera de la CAV con la obra de teatro 'Vaya Semanita'?
Hemos estado en Castro, Zaragoza, Alicante, Almería... Hay que considerar que las cosas están muy mal y no hay dinero, pero quién sabe, a lo mejor mejoran y podemos salir más.
La obra de teatro empezó tímidamente y ya es uno de los montajes vascos con mejores resultados.
Hemos hecho más de noventa plazas y vamos a por la número cien. Es una pasada. En Euskadi se van acabando los pueblos y los teatros. Es una pena que estén las cosas como están. También es cierto que los programadores de fuera pueden tener miedo y no saben cómo funciona una obra de este tipo fuera de Euskadi, pero nosotros ya lo hemos comprobado en Zaragoza y Almería, a la gente le gusta este cachondeo, nuestro humor y nuestros personajes. Yo creo que esto puede seguir teniendo vida.