UNO de los avances de la tele de los últimos años es que ha desaparecido la fiebre por el Pressing Catch. Aquel espectáculo con el que Cuatro sorprendió a quien pensaba que la programación que propondría aquella nueva cadena sería diferente y que acabó vendiendo cromos de Undertaker, Batista y Rey Misterio. Ayer falleció Luna Vachon, una histórica del Pressing Catch, aquella que se rapaba la mitad de la cabeza y se la pintaba de negro y que ponía una cara de mala leche que daba miedo. Pues hace tres años, al parecer, lo dejó todo (es decir la fama porque dicen que esta actividad se la quedan en su mayor parte los organizadores y las televisiones) y se fue por esas carreteras del infierno de camionera. Es difícil de justificar a estas alturas el Pressing Catch, basado en la desproporción y en el abuso del contrario. El espectáculo de la violencia gratuita y exagerada es uno de los más patéticos que pueda verse porque se basa en la desproporción. Algo grotesco que atrapa por el acojono que desprende y su capacidad para provocar la risa nerviosa a los niños. Aunque para combates grotescos, aunque divertidos, los que Jordi Évole se plantea cada semana. Ya vuela por Internet el vídeo en el que aparece en la apertura de la Bolsa de Nueva York. Esa ceremonia bastante ridícula que ofrece el templo de la especulación a los que se consideran chicos buenos. Y ahí se les ha colado el periodista canalla más activo de este verano y cuya única finalidad parece ser la de poner un punto de vista travieso a los estereotipos más asentados. La temporada de El Follonero promete y junto con Buenafuente y Sé lo que hicisteis, aseguran que este año siguen abiertos esos rincones donde, cualquier día, uno pueda acercarse a hacer unas risas sin que nadie te aplaste la boca del estómago, te arranquen el corazón a cotilleos o te pongan los morros como a Belén Esteban.