no sé si saben que este año vamos a poder ver el Tour sin anuncios. Que nadie nos va a castigar con uno de esos cortes inoportunos que rompen la subida al Turmalet y te dejan sin ver los ataques. Eso sí, a cambio vamos a tener que pagar el impuesto añadido de aguantar la chapita de Pedro Delgado y compañía. Los parones publicitarios venían muy bien para echar una cabezada y cortar la ritmo cansino de los comentaristas que acaban durmiendo al espectador como si fueran encantadores de serpientes. Y hablando de sueño, el que debe entrarle a la peña para ver el programa Cultura que ETB 2 emite a horas intempestivas. Recogía la revista Vertele que ese programa no lo vio nadie. Ya ven: según la medición, ese programa lo vieron cero espectadores. Nada extraño si no fuera por el inquietante motivo de que yo sí que lo estuve viendo, eso sí mientras leía a Saramago. Supongo que los medidores de audiencia no habrán conseguido todavía que la tecnología detecte el nivel de atención del espectador al programa. Con todo, el dato es doloroso. La cultura acabará desterrándose definitivamente de la programación. Ver este dato y compararlo con el recibido por el partido de la selección contra Honduras es como para echarse a llorar. Como para llorar está siendo los ríos de tinta que corren sobre la sola presencia de Sara Carbonero, además de la multitud de fotos comprometidas que intentan los fotógrafos. Tanto es así que, cuando ella salta al campo, el fútbol con toda su parafernalia de alineaciones, saludos, himnos y demás pasa a un segundo plano. Mediáticamente esta chica es la ganadora absoluta del Mundial de fútbol. Y lo peor: ha creado un precedente que sin duda se copiará hasta la aberración en el futuro. Para el próximo Mundial compartirá protagonismo en la banda con Belén Esteban. Al tiempo.
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