supongo o que se les habrá ido lo olla, pero he leído que el Mundial de fútbol tendrá una audiencia televisiva acumulada de 26.000 millones de espectadores. No me pregunten cómo han hecho las cuentas, pero al hilo se me ocurrían varias cuestiones que más de uno considerará innecesarias. ¿ Cuantos de esos morirán de hambre? ¿Se pararán las guerras por ver un encuentro? ¿serán las normas de fútbol el lenguaje universal? No sé, el caso es que la última vez que lo miré el planeta contaba con unos 5.000 millones de habitantes y, al comprobarlo ahora, ha debido pasar mucho tiempo porque los que lo habitamos somos cerca de siete mil millones: lo que nos toca a cuatro partidos por persona. Ya me dirán la de partidos que se van a tragar algunos para alcanzar la cifra estimada. Yo desde luego me voy a poner a régimen. El problema del fútbol es que es difícil pasar de largo de él. Cuando uno zapea y se encuentra un partido, por muy soporífero que sea, hay cierta tendencia a dejarlo estar como quien no quiere la cosa. Da igual que te aburran soberanamente con el Sudáfrica-México de la inauguración, como si caes en mitad del Paraguay-Nueva Zelanda por poner dos ejemplos. Y menuda euforia patriótica hay por aquí. No hay televisión que no plantee una encuesta dando a la selección de del Bosque como ganadora. Como si no hubiera precedentes de que es mejor no echar las campanas al vuelo. Con todo, la experiencia de vivir un mundial desde África va a ser impresionante. En la inauguración no vimos a Mandela en el sarao por la muerte de una biznieta en accidente. Pudimos ver el colorido de las gradas, la alegría indescriptible y bobalicona que trasmite la contemplación del fútbol. Grupos zulúes, mezclados con europeos y asiáticos compartiendo gradas y lenguaje de fútbol en las gradas de Johannesburgo. El fútbol en Sudáfrica ha dado un paso delante.
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