lo mejor del título que va a Eurovisión es que define claramente el significado del concurso: algo pequeñito, sí, pero que aquí se le da una importancia que no tiene. Hay que reconocerle que la puesta en escena fue tan tierna con aquellas bailarinas como de caja de música, como efectivo aunque monótono el estribillo. El cantante cuenta con una voz portentosa que la saca al final al estilo efectista de Albano, (¿recuerdan?: el que salía al lado de Romina) Y hablando de la Edad Media, cuentan que a Raphael se le cayeron los dientes el otro día cantando en el festival chileno de Viña del Mar. Está claro que después de John Cobra los cantantes están que se lo llevan todo. Eso sí, son citados, más que por sus canciones por sus ganas de hacerse famosos para vender copias. Se habla como de broma de la SGAE, pero está claro que saca muy bien su trabajo de hacer caja con lo derechos de autor de los cantantes. Y claro, con estos recaudadores no es de extrañar que los musicales se estén poniendo de moda. Lo que antes no conseguían con los discos y los CD ahora lo van sacando a fuerza de recontar las taquillas de los teatros, entregados a esa mezcla de textos con canciones y danzas. Tanto es el éxito que en TVE se les ha ocurrido montar un concurso para encontrar a los protagonistas del futuro musical de Cuéntame cómo pasó. De nuevo la maquinaria de la tele pública trabajando para el mañana de algún empresario teatral que acoja patrióticamente el musical resultante. Ya puestos, les sugeriría que elijan sin pensárselo a Raphael para hacer de don Pablo y que el matrimonio de los Alcántara lo monten entre Rosario Flores y Joaquín Sabina. No quiero quitar las ganas a las cantantes mayores para que envíen un vídeo con sus habilidades en el mundo de la canción. Pero: ¿qué te apuestas a que el papel de la abuela le acaba cayendo a Isabel Pantoja? Ya lo verás.