vitoria. ¿En qué momento se ha tenido que esforzar más para perder la vergüenza?

En los casting de CQC. Eran directamente pruebas. Tenías que hacer reportajes. El de política me salió fatal, porque no sé nada de política. El de deportes pude defenderlo y el de cine lo bordé.

¿Con quién tuvo que lidiar?

Era una rueda de prensa con Val Kilmer, Oliver Stone y Colin Farrell. Triunfé porque, en medio de la rueda de prensa, cuando todo el mundo quería preguntar a Colin Farrell, yo me dirigí a Val Kilmer. Entonces él dijo: "¡Por fin alguien me hace una pregunta!". Y yo le contesté: "No te voy a hacer ninguna pregunta. Sólo te voy a decir gracias por Top Secret". Se rió todo el mundo y descubrimos cuál podría ser mi objetivo en el programa.

Cuenta que Berlín fue su primer reportaje y su primera "cagada". ¿Por qué ese calificativo?

En una rueda de prensa, insulté a Keanu Reeves. No supe diferenciar el límite que hay entre la broma y el insulto, me pasé de listo y metí la pata. Hay una carta pidiéndole perdón porque me pasé mucho. Desde entonces aprendí lo que uno no tiene que hacer. Él me llamó de todo menos bonito. Me puso a parir.

¿Y tras la carta?

No sabe castellano, por eso voy a crear un grupo de fans en Facebook que se va a llamar: "Deseo que Keanu Reaves aprenda español y se lea el libro de Christian Gálvez", así quizá lea la carta de arrepentimiento.

¿Compensó el mal sabor de boca?

En ese mismo viaje conocí a Antonio Banderas, que no estuvo nada mal.

¿Qué aporta el libro que no hayamos visto ya?

El 90% de lo que contamos no ha salido en televisión. Es un cuaderno de viajes pero lo que contamos es cuál es el proceso que nos lleva a conseguir ese objetivo. A veces en el proceso se pasa mal. Otras, resulta más divertido que la propia entrevista.

¿Sufrió mucho?

Sobre todo en las esperas. La gente ve cuatro minutos editados muy graciosos en la tele, pero hay mucho trabajo, mucho curro. Hay veces que te lo preparas todo bien, viajas y no consigues nada. Y es complicado porque mucha gente depende de ello.

Cuente algún secretillo de esos que no se ven...

Cuando fuimos a los premios MTV, entrevistamos a mucha gente pero una de las cosas que nunca se llegó a emitir es lo que hice con Justin Timberlake. Como Janet Jackson había enseñado un pecho en la Superbowl, siendo él presentador de la gala, decidí tirarle una teta de silicona durante la rueda de prensa. Le dio en la cabeza, pero luego no se vio bien en la imagen.

¿Se creó más amigos o más enemigos como reportero?

Me he creado más enemigos en el extranjero y más amigos aquí.

¿Por qué?

Una adivina me dijo que algún día presentaría Pasapalabra y que necesitaría invitados.

Por suerte nunca viajaron a una isla desierta...

No. Yo prefiero quedarme en un plató y que se vaya Mario Picazo.

¿Le gusta viajar?

Sí, pero no por trabajo. No se disfruta nada.

¡Todo el día discutiendo con Jamiro!

Discutimos mucho, discutimos de verdad. La cercanía que transmitimos en el libro es real. Tenemos una relación de amor-odio.

¿También en las juergas?

De las juergas tenemos anécdotas surrealistas, como la borrachera espectacular que cogimos en Albacete. Hubo un momento en que estábamos metidos en un coche y nos sentimos como secuestrados. No sabíamos por qué nos llevaban en coche ni quién, ni tampoco por qué llevaba un machete en el asiento de atrás, pero al fin salimos sanos y salvos.

¿Se aburre en "Pasapalabra"?

No echo nada de menos mi época de reportero, aunque tenía su punto de adrenalina. La única condición que puse para aceptar el puesto en Pasapalabra es que me dejaran ser yo mismo. No quería repetir la misma fórmula que, por otro lado, tantos éxitos le había dado al programa.

¿Qué le ha dado "Pasapalabra"?

Popularidad. Soy muy receptivo con la gente, aunque una minoría cree que eres de dominio público. A mí me gusta la familiaridad.