Degustar una tosta de salmón, aguacate, huevo poché y semillas de calabaza mientras el día va despertando y con la magnífica estampa del museo Guggenheim —brillante como pocos— a escasos metros, es uno de los grandes placeres que se pueden experimentar desde la séptima planta del hotel ‘The Artist’.
La terraza o Rooftop, completamente renovada, reúne elementos de sobra para convertirse en el lugar de referencia de desayunos, brunchs y tardeos de Bilbao. Pero, sobre todo, se presenta como el escenario perfecto donde los buenos recuerdos se generan por sí solos, llenando nuestras mochilas de pequeños grandes placeres; la inigualable panorámica desde las alturas, la comida deliciosa, el chinchín de las copas llenas o la compañía y risotadas entre amigos…
Tras la reforma del Rooftop, huéspedes y clientes pueden disfrutar de las mejores vistas de Bilbao durante los 365 días del año, no solo en verano. Y es que se ha incorporado un sistema retráctil de cierre para poder adaptar este espacio abierto, con mobiliario de último diseño, a las condiciones climáticas que nos acompañan. El terraceo en Bilbao ha dejado de ser estacional, al menos, en The Artist.
Una carta de altura
La experiencia gastronómica se eleva en el Rooftop. Además de la deliciosa tostada ‘The Artist’, la carta recoge una decena de maneras de degustar los huevos más naturales y artesanos —huevos fritos, revueltos, poché, royal, benedictinos…— y empezar el día con energía suficiente para explorar la ciudad o alrededores.
Para aquellas personas que prefieren bajar revoluciones mientras contemplan el atardecer, la terraza brinda una oferta incomparable con platos que son dosis de felicidad: raciones de jamón ibérico, tablas de queso, zamburiñas, gambas, snacks, sándwiches, bocadillos y postres exquisitos, una recompensa para los sentidos. Ingerir unas patatas deluxe, crema de panceta, yema y queso idiazabal, en mitad de un ambiente chic y distendido, mientras se vislumbra cómo Puppy y su colorido pelaje floral salvaguardan la obra arquitectónica de Frank Gehry puede elevar el ritmo cardíaco, aumentar palpitaciones e, irremediablemente, producir felicidad.
Plan estelar: Brunch y música en directo
El Rooftop de The Artist acoge una vez al mes en fechas especiales como San Ignacio (31 de julio), el inicio del otoño (22 de septiembre), o el Pilar (12 de octubre), uno de los eventos más cautivadores. Se trata de un lujoso Brunch —una fusión entre desayuno y comida (breakfast y lunch) que arranca de 12:30 a 15:00h con una copa de champán o Mimosa. A partir de entonces, los comensales degustan un menú variado en un escenario que se vuelve aún más icónico gracias al son y ritmo de la música en directo. Arquitectura, arte y gastronomía de altura confluyen en la nueva terraza de The Artist, con la ría de Bilbao como telón de fondo.
Una ubicación privilegiada
Hace tiempo que Bilbao se desprendió de su pasado industrial para abrazar la imagen de una ciudad moderna, vanguardista, agradable y rebosante de rincones fascinantes. Un nuevo estatus que muchos atribuyen al efecto Guggenheim. A una escala diferente, pero también integrando una profunda metamorfosis, The Artist — antes conocido como el Gran Hotel Domine— se ha asentado como uno de los hoteles más emblemáticos de la villa.
Su situación estratégica, delante de uno de los museos más destacados del país, su arquitectura y decoración que integran obras de arte, elegancia y ambiente distinguido son sus rasgos más definitorios. La imponente columna central compuesta de cantos rodados contenidos por una malla o los cuadros que adornan estancias y halls exhalan el sello del artista Javier Mariscal. El cuidado mobiliario, la elección de los colores o la textura de las paredes son parte del trabajo que el interiorista Fernando Salas ha llevado a cabo en The Artist. En definitiva, un hotel diseñado por artistas en el que se respira arte a raudales.
Todo ello, con un excelente servicio, que invita a los huéspedes a vivir una estancia que trascienda lo habitual. Una estadía en la que el arte, la alta gastronomía y las vistas espectaculares se entremezclan para generar recuerdos únicos con los que alimentar nuestros cuadernos de bitácora.