Cuidar la alimentación es clave para estar y sentirnos bien. No es fundamental únicamente para evitar acumular kilos, lo es, sobre todo, para ir avanzando en la vida con una salud razonablemente buena. Pero en esta sociedad en la que la estética prima, en la que la exhibición es casi una constante, vigilar la alimentación se puede convertir en un trastorno por distintos motivos.

Algunos de los trastornos de la alimentación son bien conocidos, como la anorexia o la bulimia, pero hay muchos otros que no lo son tanto, o son casi desconocidos, y cada vez tienen mayor presencia en una sociedad cambiante y expuesta. La doctora Arantza López-Ocaña habla con DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA de esos trastornos más minoritarios pero igualmente perniciosos. Sus nombres pueden sonar extraños, como la ortorexia, la ebriorexia, el trastorno de rumiación o el de evitación, entre otros.

La ortorexia es el trastorno derivado de controlar “la calidad de los alimentos”. Las personas que lo sufren tratan de comer “ecológico, no transgénico. Ni bollería ni alcohol, porque son productos insanos. Tiene que comer productos saludables y que tengan su origen en un cultivo o tratamiento lo más respetuoso posible con el medio ambiente”.

La ebriorexia lleva a quienes lo padecen a beber de forma excesiva los fines de semana sin ingerir alimentos con la finalidad de perder peso

“En su cabeza tienen pensamientos relacionados con la vida sana y la comida sana al menos tres horas al día”, explica la experta. En este caso, las personas afectadas, a diferencia de las que sufren anorexia o bulimia, “tienen el apetito correcto”, no se provocan el vómito o similares prácticas. Pero su alimentación queda algo limitada en esa búsqueda de lo saludable, tanto es así que “pueden sufrir de desnutrición, anemia, falta de vitamina B12 u otras vitaminas, osteoporosis, etc.”.

Estos serían los efectos en el plano físico, pero como ocurre en otros trastornos alimenticios, son personas “muy controladoras, obsesivas y en algún caso puede llegar a estar relacionado con la anorexia”. Este trastorno fundamentalmente se da en mujeres y les lleva “al aislamiento social” porque “no quieren ir a comer fuera, ya que no saben qué van a comer”. “Se planifican mucho el menú” y “si comen algo que no deben, tienen sentimientos de culpabilidad”.

Aunque consultar el contenido de los envases en las etiquetas es una práctica aconsejable para todos los consumidores, quienes padecen ortorexia lo hacen también casi de forma compulsiva: “Se saben las etiquetas”.

El trastorno de evitación conlleva dejar de comer algunos alimentos pero “no por capricho” y afecta más a niños y preadolescentes

La ebriorexia, por su parte, es un trastorno “muy difícil de diagnosticar”. Sería “la anorexia con consumo de alcohol” y fundamentalmente se da en las adolescentes. Es éste un trastorno que llega de la mano “de una baja autoestima”. “El canon de belleza en la adolescencia se les impone mucho” y para lograr esa pérdida de peso se puede llegar a la ebriorexia que, apunta López -Ocaña, “es muy difícil de diagnosticar y de ver”. “Beben y no comen” y ocurre, principalmente, los fines de semana. Entre semana no siguen esta pauta con el alcohol, aunque sí pueden tener un comportamiento con la comida que linda con la anorexia o la bulimia. Este trastorno afecta también más a las mujeres adolescentes y muy jóvenes. “Igual entre semana no toman nada de alcohol y con el fin de semana llega el exceso”, explica.

Otro trastorno “raro” es el de rumiación, que se da sobre todo en niños algo mayores, en la preadolescencia. “Lo que hacen es masticar, tragar y regurgitar” los alimentos. No tiene nada que ver con la bulimia “ni con otras enfermedades orgánicas, como pueden ser problemas en el estómago, esfínteres, etc.”

“Es difícil explicar este trastorno, es como si no les apeteciera comer estos alimentos, va más vinculado con la ansiedad o la depresión”, informa López-Ocaña. Se da al rato de comer y tras regurgitar el alimento “parece que se les va ese malestar en el estómago”.

Arantza López Ocaña asegura que en los trastornos alimentarios “los tratamientos van muy por detrás de la enfermedad”

Otro trastorno muy desconocido es el de evitación. Conlleva “no comer determinados alimentos”, pero no está relacionado con el miedo a subir de peso. A las personas que lo sufren “no les apetecen” estos alimentos, o no quieren comerlos. Evitan comer algunos alimentos, pero no es “como los niños caprichosos a los que no les gusta comer”. Es un trastorno que se da mucho en niños, puede ser porque “les da miedo” comer determinados alimentos, pero no es una actitud caprichosa. Además, suele estar acompañado de “ciertas alteraciones sociales”, son niños/as a los que “no les gusta comer con otras personas, pero es porque no quieren comer”.

Otro trastorno, éste algo más frecuente, es el del atracón nocturno o el del comedor compulsivo. En estos casos se “come muchísimo pero no se provoca el vómito”, nada que ver con la bulimia. Quienes lo sufren, “comen muy rápido y con falta de control sobre lo que se come. Después, la sensación de culpabilidad y de malestar emocional suele ser muy importante”.

Estos trastornos acostumbran a ir vinculados al “sobrepeso o la obesidad”. En este grupo se hallan las personas que sufren el trastorno del atracón nocturno, que “generalmente durante el día apenas comen y que durante la noche asaltan el frigorífico y la despensa y, normalmente, eligen alimentos insanos e hipercalóricos”. “Se dice que en un atracón de éstos la persona puede ingerir el 25% de las calorías que necesita un día”, destaca López-Ocaña. “Suele ir relacionado con un malestar emocional, una baja autoestima, tiene una sobre valoración de la imagen corporal a la par que presenta tendencia a la obesidad”.

Es éste también un trastorno “muy frecuente en las mujeres”, aunque también se da en los hombres. “A veces no se le da importancia al comer mucho a la tarde u la noche, pero es también un trastorno de conducta alimentaria”, reflexiona.

No hay que confundir este trastorno con episodios esporádicos de atracones. “Hay que hacer una valoración y al menos se tiene que dar una vez a la semana durante tres meses”. Arantza López-Ocaña lanza una llamada a tener cuidado con los comentarios. Porque puede pasar que estas personas en su día a día no coman mucho y llegue después el atracón, por lo que no es raro oír comentarios del tipo “qué grueso estás para lo poco que comes”. Detrás hay otra historia.

A estos trastornos se sumaría la vigorexia, que “es un trastorno alimenticio, pero con un exceso de actividad física. Son personas con un trastorno de la imagen corporal” que priorizan el ejercicio en su vida y que generalmente también muestran una conducta obsesiva con la comida, con gran aporte de proteína. Este trastorno “es más frecuente en los hombres”.

Huyendo de los extremos

Cuidar la alimentación es importante, fundamental. Pero en esto, como en todo, la clave está en huir de los excesos. “Queremos cuidarnos y a veces no sabemos qué tenemos que comer, lo que nos lleva a hacer cosas que no son beneficiosas”, apunta.

“Quiero cuidarme el resto de mi vida porque quiero cuidar mi salud, lo que no quiere decir que de vez en cuando y de forma ocasional, subrayo lo de ocasional, haga algo que no sea bueno”, redunda.

“Cuidarse con sensatez y bebiendo de buenas fuentes me lleva a cuidarme bien”, reflexiona López-Ocaña. El problema radica en que “a veces queremos cuidarnos sin información suficiente y optamos por una dieta, un ayuno u otra práctica porque lo vemos en Tik-Tok o porque nos lo dice la vecina”.

Esto nos lleva, en general, al despropósito. Temporadas extremando el cuidado que dan paso a otras en las que este cuidado brilla por su ausencia. El mensaje es claro: “Sensatez y criterio a la hora de cuidarnos”. ¿A nuevos tiempos nuevos trastornos alimentarios? ¿Son estos trastornos de sociedades satisfechas? Pues en gran medida es así. Un ejemplo de ello está en la ortorexia, para comer ese tipo de alimentos eco o bio “no se puede tener un nivel socioeconómico bajo”.

Porque, recuerda la experta, cuanto más bajo es el nivel socioeconómico, mayores problemas de obesidad y sobrepeso. Comer mal y con productos muy procesados es más barato que optar por el producto fresco. ¿Cómo se trabajan estos trastornos? ¿Hay una estructura preparada para atenderlos? Hay que hacer un abordaje multidisciplinar: nutricionistas, endocrinos, psiquiatras, familia, psicólogos, entorno escolar... Es un abordaje “lento, costoso y difícil, sobre todo para la familia y la persona que los sufre”. Pero López-Ocaña lo tiene claro: “Si se quiere, se sale”.

También tiene claro que estos tratamientos multidisciplinares “en general van por detrás de las enfermedades que surgen en la sociedad”. Pone, por ejemplo, la anorexia y la bulimia, que son trastornos “bien conocidos” pero que todavía a nivel de la red de sanitaria pública no disponen de una unidad específica para su tratamiento.

Los trastornos que son más minoritarios todavía se hallan más lejos de obtener una respuesta adecuada para su tratamiento. Además, “son patologías difíciles, porque el trastorno alimentario va acompañado de trastornos de personalidad, autoestima...”.