Fue necesario crear un espacio de confianza, hasta que la memoria episódica de la pequeña fue despertando. “La niña hablaba de un cuento, hacía referencia a Halloween y a un amigo”. El forense le preguntó entonces sobre lo que ocurrió después. Ella, como un gato, comenzó poco a poco a desenredar el ovillo. “Iván quería ir a casa para cambiarse el disfraz. Yo tenía ganas de hacer pis, y entonces apareció su padre. Quería que jugáramos a los sabores, y metió su pito en mi boca”. No fue necesario continuar. El testimonio de esta niña de cuatro años y medio fue lo suficientemente elocuente.

Fernando Álvarez Ramos, psicólogo forense que intervino en el caso, advierte que no es coveniente “preguntar demasiado” sobre detalles que pueden provocar un sufrimiento añadido. “Si le preguntas a una niña sobre dónde le puso el investigado los dedos, y responde que “adentro”, ya está. Judicialmente está resuelto”, sostiene el coordinador del Equipo Psicosocial Judicial del Gobierno Vasco, que ha intervenido este viernes en los Cursos de Verano de la UPV/EHU, donde ha remarcado la importancia de velar “siempre” por la seguridad del menor.

Sobre la mesa, la cara oculta de la violencia sexual, una lacra cotidiana que poco se asemeja con “la del sádico violador del ascensor”. De los 20.000 adolescentes que han cumplido la mayoría de edad este último año en Euskadi, entre 2.000 y 4.000 “han sufrido algún tipo de violencia sexual a lo largo de su vida”, según ha revelado Álvarez Ramos. En el 90% de los casos sufren agresiones “sin consecuencias físicas”: tocamientos caricias que suponen una "victimización por su significado". Hechos que ocurren en un entorno conocido, alejados de esa otra imagen mediática y estereotipada.

La verdadera dimensión de esta realidad es una incógnita, pero basta un dato para advertir su envergadura. A pesar de que los casos conocidos "son tan solo la punta del iceberg", las denuncias por estos hechos han aumentado un 71,1% en diez años. De 3.322 denuncias interpuestas por este motivo en 2010 a 5.685 en 2020, según datos de la organización Save the Children.

Sospechas y evidencias

La investigación no es tarea sencilla. Entre otras razones, porque las sospechas y evidencias que manejan los equipos forenses no siempre coinciden con los factores de riesgo que aprecian los jueces.

De ahí que resulte crucial el testimonio de estas víctimas de violencia intrafamiliar. La entrevista forense se convierte así en la puerta de entrada a la investigación, en esa fase previa a la apertura del proceso judicial. ¿Pero cómo franquear ese espacio de intimidad?

“Dime qué ocurrió”. Esas tres palabras son la llave, precisa Álvarez Ramos. Así fue cómo la amiga de Ivan, una niña de cuatro años y medio, expresó a su manera lo ocurrido. La madre de la pequeña interpuso la denuncia por estos hechos y el sujeto fue condenado.

El psicólogo forense, y coordinador del equipo psicosocial, Fernando Álvarez Ramos, este viernes en los Cursos de Verano

“A esas edades, es frecuente que no entiendan ni qué les preguntamos, por eso es tan importante conocer la trastienda familiar y disponer de toda la información posible”, ha señalado este profesional. Hay menores que utilizan un lenguaje muy sexualizado, describiendo con un grado de detalle impropio de su edad qué es una felación. Una evidencia para los equipos forenses.

Lo difícil es crear el espacio de confianza necesario para adentrarse en el mundo interior de la víctima. “Es el propio menor quien mantiene el secreto por un mecanismo de aprendizaje. Sabe que todo lo que tiene que ver son sus genitales es tabú, algo que se mantiene en secreto en el tiempo en un contexto de intimidad”, desvela Álvarez Ramos. El agresor no siquiera tiene que marcar una directriz. El menor sabe lo que no se puede contar.

“Los delitos más continuados se basan en ese tipo de relaciones afectivas. ¿Qué persona puede aguantar quemaduras de cigarrillos constantes si no es por una relación de dependencia en el tiempo?”, se pregunta.

De hecho, antes de prestar testimonio, hay niños que preguntan: ¿Va a estar mi padre? La mayoría de los autores de estos delitos no se sienten culpables, como ocurre cuando víctimas de violencia de género acude a sede judicial en compañía de su agresor. “Incluso tras ser condenados por abusos sexuales lo siguen negando”, lo que reafirma la importancia de la entrevista forense.

¿Cómo te sentiste? ¿Estabais en la cocina?

¿A qué olía? ¿Recuerdas algún sabor ese día? ¿Estabais en la cocina? ¿Cómo te sentiste? Poco a poco, la entrevista forense se vale de la “técnica del embudo”, por la cual se interroga al menor de una manera genérica para ir cerrando paulatinamente el círculo.

“Es una tarea de estimulación de la memoria, en las que vas escarbando poco a poco”, detalla el experto, que vuelve a insistir en la necesidad de priorizar la seguridad del menor. El investigado no está presente en la sala acondicionada “porque induce el testimonio de los niños”, remarca el forense.

En algunos países nórdicos, como Dinamarca, no está permitida la presencia del acusado ni si quiera en el mismo edificio. “El mejor sistema es a tres bandas”, ha resumido gráficamente Álvarez Ramos. El menor prestando declaración en una sala, la comisión judicial en una anexa, y un tercer espacio habilitado en otro edificio donde el presunto agresor, como ocurre en los procedimientos judiciales en Euskadi, sigue la sesión por videoconferencia.