Finalmente, no habrá reducción del IVA del 10% al 4% en tampones, compresas y otros productos de higiene íntima. Y es que pese a que el Ministerio de Igualdad había propuesto incluir esta reducción en la reforma de la Ley de Salud Sexual y Reproductiva y de la Interrupción Voluntaria del Embarazo (Ley del Aborto), Hacienda no aprobó esta medida que pretendía luchar contra la pobreza menstrual que afecta, según un estudio de Period Spain, a dos de cada diez mujeres en el Estado.

Un estudio impulsado por Emakunde señala que en Euskadi en torno a 105.000 mujeres podrían haber tenido dificultades económicas para hacer frente a los gastos derivados de la compra de productos menstruales.

Según este mismo estudio, un porcentaje importante de mujeres en edad fértil de Euskadi (349.108 mujeres) habría utilizado en alguna ocasión el producto menstrual más tiempo de lo recomendable, en gran medida porque no encontraban un lugar para poder cambiarse en condiciones.

Y es que, según indica este trabajo, al hablar de pobreza menstrual también habría que tomar en consideración factores más allá del económico. Tanto es así que este tipo de pobreza afecta a todas las mujeres de una manera u otra a lo largo de su vida.

Porque además de la dificultad económica para acceder a este tipo de productos (que afecta más a las mujeres en riesgo de pobreza o exclusión social, que en la CAV son el 8,6% del total), la pobreza menstrual es un término que abarca otros factores, como la falta de disponibilidad de baños limpios y seguros para poder cambiarse o no acceder a la educación menstrual.

Todos estos factores inciden directamente en el bienestar de la mujer, que de media pasa 3.000 días de su vida menstruando, ocho años.

Las cifras hablan del coste que supone la adquisición de productos menstruales. Según una estimación de la Organización de Consumidores y Usuarios cada mujer gastaría 2.000 euros de media en este tipo de productos, haciendo el cálculo sobre la base de que la edad media fértil puede ser de 40 años.

El gasto es, en consecuencia, muy alto y puede variar de forma evidente dependiendo de la marca de cada producto, variación que puede llegar al 400% en el caso de las compresas y al 185,3%, en el de los tampones.

Sea como sea, el Instituto de Investigación de Atención Primaria Jordi Gol, que ha realizado una encuesta a 22.000 mujeres, ha concluido que el 22,2% de las mismas “ha tenido alguna dificultad económica para comprar productos menstruales en algún momento de su vida”, realidad en la que tiene un efecto directo la carga de impuestos que se les aplica.

Pese a que el retoque a la baja del IVA para estos productos no se contempla en esta Ley, la ministra de Igualdad, Irene Montero, ha asegurado que queda entre los temas pendientes de resolución que su Ministerio pretende recuperar en la negociación de los Presupuestos del Estado.

La Ley incluye por vez primera la salud menstrual como un “derecho de las mujeres” y sí contempla, así lo destacó Montero, la distribución de forma gratuita de “productos menstruales para personas con menos recursos, luchando así contra la pobreza menstrual”, productos que se dispensarán “en centros educativos, en organismos públicos, en centros penitenciarios o centros sociales”.

Afección desigual

La pobreza menstrual incide más en las mujeres en situación de vulnerabilidad y la menstruación, en consecuencia, también les afecta de forma más negativa.

Siempre según el estudio publicado por Emakunde, el 39,9% de las mujeres ha tenido que optar por productos menstruales más baratos por tener dificultades económicas, 188.000 en total.

Este porcentaje se eleva de forma muy notoria en el caso de las mujeres en situación de vulnerabilidad, llegando al 82,5%. Con ese mismo objetivo, el de ahorrar algo de dinero, la mitad de las mujeres consultadas afirma haber utilizado los productos menstruales más tiempo de lo que es aconsejable y el 51,3% ha llegado a dejar de comprarlos para poder hacer frente a otros gastos, como la alimentación o la vivienda.

Además, entre estas mujeres en situación de vulnerabilidad no resulta extraño que se utilicen productos como papel higiénico o pañales como sustitutivos de los productos menstruales, algo que realiza el 44,6% de las encuestadas en un cuestionario que se pasó concretamente a este grupo de mujeres.

Además, según estas mismas fuentes, el 18,8% de la mujeres habrían acudido a alguna asociación o entidad para solicitar productos menstruales, aunque lo más frecuente es pedirlos a amistados o familiares.

Si ya el foco se amplía al resto de acepciones de pobreza menstrual, el 77,5% de las mujeres encuestadas han tenido problemas para cambiarse de producto menstrual por no tener cerca un lugar que cumpliera con las condiciones de higiene necesarias o por motivos económicos, algo que puede tener repercusiones muy negativas en su calidad de vida y su salud.

En lo que a la educación menstrual se refiere, a nivel de Estado el 57,8% de las mujeres afirma no haberla recibido o haber tenido acceso a la misma de forma insuficiente.

De ahí que se mantengan vivos algunos mitos en torno a la menstruación que no responden a la realidad, como que estando con la regla una mujer no se puede lavar la cabeza, no se puede bañar y que no tiene que hacer mayonesa porque se le corta.

Pero es que, además, las carencias de información también incide en un mayor o menor conocimiento sobre los distintos productos menstruales que pueden utilizar y mejor se adapte a sus gustos y necesidades.