- La estela de desolación que deja tras de sí el covid es enorme y todavía resulta imposible calcular cuál será la herencia que quede, aunque todo hace pensar que será nefasta, al menos, en materia de salud mental. El miedo, la tristeza y la incertidumbre pueden llegar a enfermarnos. Solo hay un consuelo: pensar que todo pasará y que todos y todas podemos contribuir a que eso ocurra cuanto antes. Imanol Querejeta , jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital Donostia, comparte sus reflexiones y experiencia en la materia.
Un año complicado y duro a todos los niveles, ¿va a dejar huella en nuestra salud mental?
-Sí, eso esperamos y en ello estamos, preparándonos. Nosotros el año pasado nos encontramos con cosas nuevas, algunas que no habíamos visto en mucho tiempo y otras, nunca. Nos enfrentamos a cuadros de descompensación con enfermos crónicos que estaban estabilizados. Con el confinamiento y la no socialización, sin tiempo necesario para entender lo que pasaba, vimos cuadros de afectación extremos, como no habíamos visto en 30 o 35 años. Con los menores, fue tremendo. Porque con la no socialización, con las hormonas como las tienen y metidos en casa, en fin. Las personas que tenían problemas con su imagen corporal pensaban que iban a engordar como un globo...
Mil realidades y muy complejas.
-Se dio la circunstancia de que fue complicado conseguir permisos para que personas en esta situación pudieran salir. Con el permiso ya en la mano, muchos comenzaron a estar menos tensos y se integraban más en casa. La situación de las personas con discapacidades intelectuales era muy complicada. En el hogar los roces eran personales. Se les derivaba a urgencias para ver si había o no patología y los podíamos retener unas horas, pero tampoco más. El tema era poder lograr una autorización para salir por grupos y dejar que personas con tan poca capacidad de elaboración estuvieran tanto tiempo juntas.
¿El covid, o el miedo a contraerlo, también afecta?
-El temor a contagiarse esta ahí. Los síntomas hipocondríacos y el miedo a estar con otras personas han estado ahí. En nuestras consultas hemos detectado el miedo al contacto personal, cuando para nosotros es muy importante. Las consultas telemáticas son complicadas, tenemos que ver cómo se mueve el paciente, cómo gesticula, cuándo se incomoda. Todo nos da una información tremenda, porque el lenguaje no verbal nos da tanta información como el verbal. Vamos a ver lo que va a ocurrir.
¿En qué sentido?
-Hay personas a las que el confinamiento les ha venido bien para trabajar en sus casas y ahora, cuando tienen que salir, se encuentran con dificultades muy importantes.
¿Hablamos solo de personas con cuadros previos a la llegada del covid?
-Y sin tener cuadros previos también.
¿Ha aumentado el número de consultas que se atienden en psiquiatría?
-Hay patologías que se han multiplicado, que se han incrementado muchísimo. Lo veo en la consulta privada. Hay una demanda de atención constante por cuestiones vinculadas principalmente a la ansiedad, con sintomatología fóbica, crisis de angustia, preocupación excesiva por la salud... Además, ocurre en todo rango de edades.
¿Y en el hospital?
-Hemos estado un tiempo sin gran afluencia de consultas, porque había miedo, pero empieza ya a coger marcha y la patología comienza a ser como fue el año pasado. Fue una patología muy dura. Enfermos graves, agitados, con severos trastornos de conducta, con imposibilidad de contenerlos en casa. Ya veremos ese caldo de cultivo qué va a producir, pero estamos preparados para que haya problemas, más de los que hemos tenido.
Es que parece que no se acaba...
-Está siendo muy largo, para mí también. Cuando nos confinaron, los sanitarios éramos de los pocos que podíamos salir a la calle y me parece que fue hace cinco años. Hay una sensación de irrealidad. Hubo cierto toque de heroísmo, de pensar que había que aguantar porque todo pasaría en unos meses.
Y se alargó.
-Yo al principio no me creía mucho lo de los aplausos, porque tenía otra perspectiva de lo que iba a ocurrir. Y no fueron unos meses, al final hemos pasado por dos olas y eso para el personal sanitario ha sido duro. En la primera ola tuvimos un foco en el servicio de psiquiatría, que es un sitio donde los pacientes no están en su habitación y comparten espacios comunes. Son negligentes a la hora de respetar las normas de separación y uso de mascarillas. Tuvimos una situación que nos costó controlar porque no sabíamos dónde estaba el foco. Además, entonces era un problema acceder a las pruebas con facilidad, no teníamos material de protección... Cuando lo hallamos y conseguimos cortar, no hemos vuelto a tener problemas en todo el año.
¿Para los sanitarios ha sido una montaña rusa de emociones?
-Pasamos de una situación un tanto heroica a una situación de euforia y ahora la situación nos empieza a pesar. Hace poco un compañero escribió un artículo. Señalaba que nunca que se había quejado de las cosas que le pasaban pero que ya empezaba a quejarse, porque empezaban a estar cansados de la carga de trabajo. Los de primera fila están muy cansados. Me decía una compañera que habían tenido ocho ingresos y que otra vez no había dormido esa noche pensando en que todo volvía a empezar, que tenía que volver a intubar...
¿Cómo se aguanta?
-En la primera fase la organización estableció unos programas para hacer ventilación emocional, para soportar que la gente se muriera en soledad, con falta de medios y con riesgo para los profesionales. Creo que aquello se logró cambiar y ahora la gente esta cansada. A los problemas que teníamos se han sumado enfermedades y fallecimientos de familiares, cuestionamiento del trabajo y ha ido aumentando la carga de trabajo y estrés. Si el estrés es el enemigo oculto del ser humano moderno, con consecuencias tremendas, ahora lo va a ser más.
¿Ha aumentado también la dispensación de medicación?
-Sí, claro, para cuadros de ansiedad que requieren medicación, para la gente que estaba a punto de terminar y ha tenido un repunte de su sintomatología... Estamos en un proceso de gestión de la incertidumbre todos, profesionales y pacientes. Nadie sabe exactamente a dónde vamos. Recibimos constantemente información, pero sigue habiendo fake news que solo buscan generar alarma y malestar. Estamos oyendo noticias de vacunas, de sus efectos, de los medicamentos que pueden lograr que la enfermedad tenga efectos más suaves, etc. La vacuna es importante, porque una vez que nos ponen una dosis la posibilidad de desarrollar fibrosis pulmonar o complicaciones graves es menor. Pero la gestión de una situación tan larga es difícil.
¿Hay prisa, nervios?
-En la medida que se aproxima la posibilidad de estar inmunizados, aumenta la ansiedad. Pensamos, hasta aquí he llegado y a ver si me voy a caer del barco llegando a la orilla. Pero eso se está viendo entre personas sanitario y personas que no han pasado la enfermedad, que tienen más miedo ahora que parece que la solución está cercana. Vamos a ver qué secuelas tiene en el tiempo todo esto.
¿Cuáles son los principales cuadros que nos esperan?
-Básicamente, los asociados al estrés, sintomatología que afecta al estado de ánimo. Cuadros de ansiedad, fóbicos, depresivos... Si ya en 2012 se vio que la depresión sería la principal causa de discapacidad en 2030 en el mundo desarrollado por el sistema productivo en el que estamos inmersos, si ahora le añadimos esto habrá qué ver cuáles son las consecuencias.
¿El miedo nos puede enfermar?
-El miedo patológico tiene un nombre, que es una fobia. Y hay gente que está desarrollando una fobia a cualquier cosa que le haga pensar que se pone en riesgo. Hay pacientes que vienen a consulta y tras una vida totalmente normal ahora piensan que se pueden contagiar, están pendientes de lo que tocan o no, de si se tocan la cara, si estornudan... Llevamos toda la vida haciéndolo y no nos ha pasado nada. Es verdad que tenemos que tener más cuidado, pero a veces el miedo es tremendo y hace que la gente no pueda salir de casa y se le tenga que poner un tratamiento y ejercicios de reestructuración cognitiva para que entiendan que no estamos a merced del virus si tomamos unas medidas y nos comportamos como nos dicen. ¿Que nos podemos contagiar así también? Pues sí, como nos puede atropellar un coche. Pero respetando las normas se reduce el riesgo.
¿La tristeza también nos enferma?
-La tristeza puede ser ya una enfermedad. Las teorías que explican las bases neurobiológicas de la depresión apuntan a que el estrés es un elemento que produce sintomatología depresiva porque se produce una respuesta cortisol que es anormal. Yo me he comido el cortisol que producía con la actividad. Las heridas que me causé al principio de tanta limpieza de manos se me quitaron porque tenía un antinflamatorio en marcha que era muy barato y ecológico, que producía yo mismo. De momento, no tengo secuelas, duermo bien y me he ido adaptando a bajar otro nivel de defensa ante todo esto. En otras especialidades la percepción es otra. Empiezan a estar muy preocupados porque esto no termina. Ahora las llamadas no son por apoyo covid, sino por otra cosa. El covid es una parte de lo que les ocurre, pero se suman otros aspectos como cansancio o problemas en la familia. Empieza a haber más sintomatología depresiva y no por el hecho de sentir que no llegas o que tienes que hacer elecciones complicadas. Ahora el malestar es por lo que tenemos que soportar hace tiempo.
¿Cuándo eso acabe llegará una ola de patologías vinculadas con la salud mental?
-Sin duda. La gente va a dejar de tener una razón porque luchar y hay que darle la vuelta a esa situación y dar rienda suelta a lo que esto ha producido. Ahora hay un enemigo que nos tiene ocupados y, cuando dejemos de estarlo, vamos a tener que enfrentarnos a lo que hemos desarrollado este tiempo, producto de esta tensión. Yo soy moderadamente optimista y creo que este año ya habrá cambios y en el último trimestre, aunque tengamos que seguir haciendo cosas para protegernos (seguramente seguiremos sin poder vernos las caras), estaremos más tranquilos. La vacuna tiene efectos, no hace falta más que ver la situación de las residencias, sin fallecidos ni contagios.
¿Qué podemos hacer?
-Creo que a lo peor ya le hemos hecho frente y a lo que viene también le haremos frente. Somos resilientes. El ser humano se ha demostrado que aguanta.¿Cómo ha sido el trabajo de los profesionales de psiquiatría con enfermos covid graves?
-Ya nos llaman las personas que tienen una convalecencia prolongada, que están en UCI mucho tiempo. Tienen que hacer un programa de rehabilitación física, porque pierden masa muscular y tienen otras consecuencias. Hay quien lo lleva más o menos bien y hay quien necesita ayuda para adaptarse a una situación que casi es un estrés postraumático. Algunos se han visto casi falleciendo y tienen una huella que deben trabajar y hacer una ventilación de las emociones que han experimentado. Nos queda trabajo todavía.
¿También con las familias?
-Todos hemos vivido una situación anormal. Si tú preguntas, la mayoría de las personas te dicen que esto es como un mal sueño. Tenemos la sensación de que esto no ha pasado, no sabemos si hemos ganado o perdido el año... Hemos tenido un paréntesis muy grande y habrá que ver qué pasa cuando podamos recuperar nuestra vida.
Eso de que de esta saldremos mejores...
-Una de las cosas que he observado a mi alrededor es que aumenta la irritabilidad, que esta tensión no se puede mantener sin que el estrés no pase factura en las relaciones interpersonales. Veo que la tolerancia, tener que esperar en el trabajo y en la calle resulta complicado. En algunos sitios ves las respuestas de personas que conoces y te sorprenden. Estamos más exigentes. Pocas veces hemos sido tan conscientes de que las actividades que hacen otros nos pueden afectar y la gente llama la atención a las personas porque se saltan las normas, aunque a veces exista alguna razón o incompatibilidad para ello. Recuperar la normalidad no va a ser fácil, a la vuelta vamos a ver cómo lo llevamos.
¿Esta situación ha incidido en las adicciones?
-No, excepto en el consumo de alcohol, una adicción que se consigue en los supermercados. Con el cierre de la noche se nota menos consumo de estimulantes. La primera parte de la pandemia no se podía traficar y me decían los pacientes que se hacía en las colas de los supermercados. Pero la patología directa, esa de fines de semanas con graves cuadros de agitación por consumo de tóxicos, ha habido menos. Pero no hace falta más que ver cómo estaba los contenedores de vidrio. La gente me comenta que, aunque no sean cantidades muy grandes, bebe más. Y eso no hay que perderlo de vista porque si te acostumbras a beber más al día, sigues en esa línea. Se ha asociado la relajación de llegar a casa con abrirse una cerveza o ponerse un vino, y esa es una mala asociación. Es algo que ha pasado casi sin darnos cuenta.
¿Podemos hacer algo para salir menos tocados de esta situación?
-Hacer lo que tenemos en nuestras manos para que dure menos. Todos señalamos a quienes organizan y gobiernan, pero yo nunca he tenido tan claro que el bienestar colectivo es responsabilidad de todos. No terminamos de darnos cuenta de que nos movemos en un espacio público, de que podemos contagiar una enfermedad y de que tenemos que ser cuidadosos. Cada vez que se nos ha abierto el grifo suben los casos. Yo no creo que la apertura sea mala, porque hay que reactivar la economía y hay que ventilar la cabeza. Pero tenemos que saber que cuanto más rigurosos seamos en el respeto de las medidas preventivas, antes acabaremos con esto.
¿Y los jóvenes, que llevan un año casi encerrados?
-La gente tiene necesidad de socializarse y más a esa edad. Te dicen que necesitan salir y abrazar a sus amigos y amigas y estoy de acuerdo. Muchos jóvenes han hecho una pandemia ejemplar, lo veo en mi hija. Es evidente el hartazgo y cómo el roce es mayor, hay situaciones que empiezan a ser delicadas en casa. No te puedes escapar un fin de semana por ahí para evadirte. Si todos tenemos conciencia esto, durará menos, pero la gente se está empezando a impacientar. Tenemos que hacer uso de los permisos que nos dan de forma responsable, porque no podemos seguir así. Al principio de la pandemia leía que hay que lograr un equilibrio entre respirar y comer. Es una frase muy acertada. Recuperaremos antes comer y respirar si actuamos con responsabilidad y cumpliendo las normas. Porque este bicho es malo como él solo. Espero que a finales de año estaremos más tranquilos, pero el verano me da algo de miedo. Mejor si nos comedimos para que el próximo verano estemos todos. Que salgamos, sí, pero que salgamos todos.
“Nos esperan cuadros asociados al estrés, sintomatología que afecta al estado de ánimo, ansiedad, fobias y cuadros depresivos”
“Entre los jóvenes es evidente el hartazgo y, como el roce es mayor, empiezan a darse situaciones algo delicadas en las casas”
“Estamos más exigentes. Pocas veces hemos sido tan conscientes de que lo que hacen otras personas nos puede afectar directamente”
“Ahora hay un enemigo que nos tiene ocupados y, cuando dejemos de estarlo, tendremos que enfrentarnos a lo que hemos acumulado”