Después de 30 años detrás del mostrador de la Farmacia Linaza que se abrió en 1974 en Bilbao, Marian Linaza ha vivido muchas situaciones. Pero desde hace un año todo es diferente. La realidad ha dado un vuelco para ella y sus cinco compañeros, para el sector en general, que ha tenido que amoldarse a otra forma de trabajar en contacto directo con las personas. A pesar de todo, es optimista.
Pasado un año, ¿cómo se ven las cosas en la farmacia?
-Yo soy positiva. La vacuna es lo que necesitamos para hacer una vida lo más normal posible.
¿Cómo empezó todo para ustedes?
-¡Puf! Como todos, al principio veíamos que algo pasaba. No sabíamos exactamente qué, y nos parecía que eso de China quedaba un poco lejos€ Ya sabes€ Pero, a medida que nos iban informando, notamos que algo pasaba. Y llegó la confusión. En la farmacia el teléfono no dejaba de sonar y pasábamos tiempo y tiempo hablando con la gente para tranquilizarles. No es que quisieran hacer acopio de medicación, es que estaban confusos.
¿Clientes preocupados?
-Eran momentos de incertidumbre. Ten en cuenta que no se podía ir a los centros de salud, que los médicos estaban saturados y la gente no sabía qué hacer. Nos llamaban por teléfono incluso personas que pensaban que tenían síntomas, nos preguntaban por medicaciones€ Algunos solo necesitaban que les calmásemos y teníamos largas conversaciones. Hay mucha gente mayor, que vive sola€ Y teníamos que ayudarles.
Conocerá a algunos de ellos desde hace mucho tiempo.
-En general, hay mucha gente buena. Recuerdo que incluso se formaron grupos de voluntarios que organizó Cruz Roja. Venían a la farmacia identificados, les dábamos los pedidos y la dirección de los clientes que necesitaban que les llevaran las cosas a casa porque no podían venir a la farmacia. Y se lo llevaban. Somos una farmacia de barrio, lo digo siempre con orgullo. También en mi portal, una vecina joven puso un anuncio ofreciéndose para ayudar a los vecinos que lo necesitaran porque sabía que había gente mayor sola en sus casas.
Su trabajo ha cambiado también, empezando por las medidas de seguridad.
-Lo primero fue poner medidas de distancia, para que las personas no tocasen el mostrador. Tiramos de lo que teníamos en el camarote: cinta y pivotes con los que sostenerlas para poner límites. Luego las mamparas€ Y limpiando todo el tiempo, deprisa entre cliente y cliente. Pero tienen mucha paciencia. Ha habido veces que, claro, guardando distancia de seguridad, la cola llega a la calle, y está lloviendo y hace frío, y esperan su turno.
¿Ha variado la venta de productos con la pandemia?
-Claro. Al principio fue una locura. Nos quedamos sin alcohol ni mascarillas. Se acababan y había que buscar. No tenían los proveedores. Había que buscar en otros países€ Una locura.
¿Y los precios? Las mascarillas subieron mucho.
-En ocasiones no se llegaba ni a tener un margen de beneficio porque a nosotros nos subieron mucho los precios. Pero bueno..., se reguló todo poco a poco.
Al principio, entre las medidas que tomó Osakidetza se expendían medicamentos pautados para periodos de tres meses y se facilitaba así el suministro espaciando la visita a la farmacia€
-Sí, las medicinas habituales pautadas por el médico, más para pacientes con dolencias prolongadas o crónicas, pasaron a suministrarse cada tres meses. Así se facilitaba que mucha gente, mayor en muchos casos, no tuviera que venir con tanta frecuencia.
¿Están notando la menor venta de medicaciones para combatir la gripe?
-Es que no hay. Ten en cuenta que todos llevamos mascarilla y no hay contagios. Cuando veíamos que las usaban en otros países de forma habitual nos parecía raro. Y mira ahora nosotros.
Vivimos en un mundo globalizado y todo se ha transformado con la pandemia.
-Todo ha cambiado. Pienso también en la juventud, que no pueden hacer las cosas que corresponden a su edad, divertirse como todos. Pienso en los adolescentes, en los niños, y sus relaciones con la familia, que no pueden ver a los abuelos por precaución€ Esperemos recuperar eso pronto.