uizá Jonathan Moñiz, el Piojo, no llegue a ser tan famoso como Eleuterio Sánchez, el Lute, pero sí engrosará la corta lista de presos que han protagonizado una fuga épica de cárceles españolas.
La fama mediática de el Lute vino de la mano de sus dos fugas, la primera en 1966 al saltar desde un tren en marcha, mientras era custodiado por la Guardia Civil, tras la que consiguió huir durante trece días con un brazo fracturado. La siguiente, se prolongó casi dos años y medio cuando, la nochevieja de 1970, huyó del penal del Puerto de Santa María (Cádiz).
Por su parte, el Piojo y su hermano Miguel Ángel protagonizaron la pasada semana en la cárcel madrileña de Valdemoro una de las fugas más increíbles de los últimos años.
Con una llave fabricada del llamado “cuarto de maletas” fueron serrándolos barrotes de la ventana hasta que llegó el día para saltar el muro de 7 metros, coronado con una concertina, que rodea el centro penitenciario. La investigación determinará si hubo algún tipo de negligencia de los funcionarios o de la Guardia Civil encargada de la vigilancia del perímetro.
De momento, los hermanos no han sido aún detenidos. En cualquier caso, su “hazaña” ya es histórica, porque, como recuerdan fuentes penitenciarias, fugarse en España de una cárcel es prácticamente imposible. Lo cierto es que apenas se han producido fugas desde dentro de las cárceles españolas en el último decenio.
Una de las últimas fugas desde la cárcel se produjo el pasado septiembre. Fue en Melilla, pero la alegría de estar de nuevo en la calle le duró poco al huido. Quiso compartir su gesta y no se le ocurrió otra mejor forma de hacerlo que relatarla en un vídeo que se hizo viral.
“He salido por la puerta despacito, a darle un beso a mi madre”, decía el joven fugado en el vídeo. No le costó mucho a la Policía dar con él. 17 horas después volvía a prisión.
Hay que remontarse a 2010 para encontrar una fuga de película. La que protagonizaron dos presos en la cárcel de Sevilla-I.
Los reclusos hicieron un agujero detrás del espejo del lavabo y rompieron una pequeña puerta por la que los fontaneros acceden a las tuberías. Un minúsculo agujero por el que se coló uno de los presos, quien forzó la cerradura de la celda por el exterior para que saliera su compañero.
Con un somier rompieron una ventana del pasillo y lograron superar el muro, cruzar el aparcamiento de los funcionarios y llegar hasta una carretera donde les esperaba un coche.
Y todo para que 21 días más tarde, los GEO de la Policía les detuvieran en Lleida. Otra epopeya efímera.
En 2011, otro preso consiguió descolgarse del muro de seis metros de la cárcel, esta vez, de la de Puerto II.
El francés Erik Ferdinand, alias el Fugas, quiso especializarse en huidas. No solo había huido en 2004 mientras estaba esposado y la Guardia Civil registraba la masía de Maià de Mocal (Girona), donde le habían localizado, sino que en 2007 protagonizó una espectacular fuga en helicóptero de una cárcel belga. El recluso contó con dos cómplices, que tomaron como rehenes al piloto y al instructor del helicóptero, a los que habían contratado para un bautismo de vuelo.
Tal era la fama de el Fugas que, cuando en mayo de 2011 fue juzgado en Girona, los Mossos d’Esquadra montaron un amplio dispositivo policial inédito. Por si acaso.
A los etarras Iñaki Picabea y Joseba Sarrionaindia no les hizo falta un método tan sofisticado. Les bastó con esconderse en algún aparato de megafonía del recital ofrecido en la cárcel donostiarra de Martutene para huir. Corría el año 1985.
Tampoco se complicó mucho un preso de Barcelona, de origen pakistaní. Tan solo tuvo que convencer a su hermano para que se intercambiara por él. Como se parecían mucho, pudo burlar el control de seguridad.
Mientras se cuentan con los dedos las fugas épicas, las huidas desde la ambulancia o los juzgados son más frecuentes, como lo son los que aprovechan los permisos penitenciarios.
Incluso, desde las visitas programadas, como los dos presos de la cárcel de Valdemoro que recorrían con una decena más los jardines de Sabatini o el recluso de la prisión de Huelva que visitaba la facultad de Derecho.
En marzo de 2014 un preso de Alcalá-Meco fue trasladado al hospital junto con otros. El furgón policial tuvo que aparcar a 200 metros del centro sanitario y los reclusos hicieron el camino a pie. En un momento dado, irrumpieron dos motos, una de ellas hizo un caballito y la otra se acercó a un preso, que corrió hacia ella y se subió. Fuga consumada.
Otro preso logró huir desde el hospital 12 de Octubre después de que sus compinches rociaran con un extintor a los guardias civiles que le escoltaban. Huyeron en un BMW robado.
Peligrosos reos como Guillermo Fernández Bueno, condenado a 26 años por violación y asesinato, o históricos como Santiago Izquierdo Trancho, con una amplia trayectoria delictiva que le ha llevado de prisión a prisión desde los años 80, son algunos de los reclusos que huyeron tras un permiso penitenciario.
Las huidas desde la ambulancia o los juzgados son más frecuentes, como lo son los que aprovechan los permisos penitenciarios