ntre las clientas que se han muerto y los suicidios no sé si vamos a poder aguantar". El comentario lo hace, preguntada por el futuro de su negocio, una comerciante de un barrio bilbaíno que ha perdido a un puñado de vecinas en los últimos meses, entre ellas, dos "mujeres jubiladas" que se han quitado la vida. ¿Será indicativo de una tendencia ascendente alentada por la nube negra Las estadísticas de los forenses, que solo entienden de hechos, descartan la primera opción.
De hecho, desde que se decretó el estado de alarma, a mediados del pasado mes de marzo, hasta la fecha, se han registrado 119 casos de suicidio en la Comunidad Autónoma Vasca, nueve más que en el mismo periodo del año pasado. Un aumento que no es "significativo", dada la que está cayendo, y que hace concluir a los expertos del Instituto Vasco de Medicina Legal que "la pandemia a corto plazo no ha sido un factor de distocia social que haya precipitado los suicidios consumados". Es decir, que esta crisis sanitaria y sus adversas circunstancias no parecen haberse cobrado por ahora más víctimas que las causadas por el virus en sí.
Puestos a diseccionar las cifras por territorios, en Bizkaia en los últimos ocho meses 60 personas han decidido poner punto final a su sufrimiento, siete más que en el mismo lapso del ejercicio anterior. En Gipuzkoa, por su parte, se han registrado 41 casos desde que irrumpió la pandemia, cuatro más con respecto a dicho periodo de 2019; mientras que en Araba los suicidios se han reducido a 18, dos menos que de marzo a noviembre del año pasado. La comparativa global de la CAV, teniendo en cuenta las citadas fechas, arroja un incremento de nueve fallecimientos por dicha causa este año. Muertes que, a falta de "datos objetivos, no se pueden relacionar con la pandemia", advierte Carlos Cubero, director del Instituto Vasco de Medicina Legal.
Para poder determinar que esta pesadilla en la que la sociedad vive inmersa ha empujado a algunas de estas personas al suicidio no basta con los recuentos de víctimas, sino que hay que "realizar un estudio de investigación". "Es muy difícil saber si alguien se ha suicidado como consecuencia de la pandemia. Tiene que haber dejado una nota o habérselo manifestado a los familiares, que son los que te tienen que decir si ha tenido una ideación autolítica relacionada con el confinamiento, con el paro o con la cuestión económica relativa a la pandemia. Tiene que haber algo que haga de conexión", explica Cubero.
Otra forma de establecer esta relación de causa y efecto sería el hecho de que "una persona que goce de un buen estado de salud mental en el momento de la pandemia empiece a hacer un cuadro depresivo y al psiquiatra le manifieste que tiene relación con la pandemia en cualquier vertiente: aislamiento, déficit en las relaciones sociales y en particular con las personas mayores que viven solas..., pero para eso tienes que profundizar y hacer una autopsia psicológica de esa persona", recalca el director del Instituto Vasco de Medicina Legal, quien recuerda que "el suicidio es una elaboración intrapsíquica de media o larga evolución. Una persona no se suicida de un día para otro, lo va elaborando, pasa el tiempo y al final lo ejecuta. Es un tema muy complejo y delicado", subraya.
Tienen la antena puesta en los hogares de unas 57.000 personas en la CAV, la mayoría mujeres de más de 80 años que viven solas. "Somos los primeros que detectamos cuando hay que mandar una ambulancia a un domicilio. A veces ha sido un pequeño despiste con el gas o el fuego y otras, un intento autolítico", explica Iñigo Mijangos, responsable del servicio de teleasistencia betiON del Gobierno vasco. Al mes, detalla, registran unas cinco tentativas de suicidio entre sus usuarios, ya sea a través de llamadas o cuando se produce una emergencia. "Es algo de lo que no se habla mucho, pero existen.
No obstante, no es una cifra especialmente elevada y no hemos detectado que haya habido un aumento significativo en los últimos meses", asegura. Lo que sí se ha incrementado mucho, apunta, es "el sentimiento de soledad y también los comentarios depresivos y pesimistas y las personas que necesitan mayor nivel de apoyo. Están alicaídas, tristes, ha empeorado su estado físico, porque se han movido menos, y también mental...", relata.
Si se detecta una tentativa de suicidio o una persona "pulsa la medalla y dice: Estoy sola, esto ya no tiene mucho sentido", se activa un protocolo para hacerle un seguimiento a través de visitas y llamadas "siempre que quiera y de forma confidencial", sin necesidad de informar a hijos ni cónyuge. "Agradecen mucho esa cercanía. No hay más que leer las notas que les escriben a las trabajadoras sociales", destaca Mijangos.
Dice María Jesús Elejalde, delegada del Teléfono de la Esperanza en Euskadi, que no puede asegurar que haya "una relación directa" entre la pandemia y el incremento de llamadas de temática suicida, pero lo cierto es que estas han aumentado considerablemente desde el 14 de marzo. En concreto, en el Estado han atendido un 77% más de llamadas de personas con ideaciones suicidas, mientras que las provocadas por crisis suicidas han subido un 73% y las de suicidios en curso, un 42%.
"Lo que sí se ha notado es el estado de soledad", corrobora Elejalde, quien añade que a las "problemáticas habituales" en sus informes, como "estados deprimidos, trastornos de ansiedad, problemáticas familiares o de enfermedad mental", se suma "la crisis psicológica o emocional por coronavirus". Para ver si deriva en otros epígrafes habrá que esperar.