La incertidumbre ha invadido los hogares de las familias ante la vuelta al colegio. Tras seis meses en casa, la esperanza de los adultos es que los centros educativos abran de forma segura y continua para recuperar las rutinas laborales que el virus interrumpió. Pero... ¿será así? ¿y cómo conciliarán, si no?
La pregunta le quita el sueño a Violeta, periodista de 37 años que se ocupa sola de su hijo Gonzalo, de 9. Aguantó como pudo una situación de excepcionalidad como la que supuso el estado de alarma, pero a día de hoy no se ve con fuerzas de volver a teletrabajar de nuevo encerrada en casa con su hijo al lado, en el caso de que los colegios tengan que cerrar.
A falta de lo que se acuerde en la reunión de este jueves del Gobierno y las comunidades autónomas, la idea es que el curso comience en las fechas habituales y de forma presencial, pero hay dudas sobre cómo serán los protocolos contra el coronavirus en las aulas, la edad en que se llevará mascarilla y, sobre todo, qué sucederá en el caso de que los casos de la COVID-19 sigan creciendo o haya un brote en el centro educativo.
"No poder planificar ni qué va a ser de tu vida en el esquema trabajo y familia es muy desagradable", se expresa Violeta, que en el pasado confinamiento tuvo una sensación de no llegar y de hacer las cosas mal, y pide que, si la situación se repite, "el marrón" no recaiga de nuevo en los padres. "Aquella situación la aguantamos porque era excepcional y sobrevenida, ahora ya no es así", dice.
"Pienso en las mujeres solas que tenían que cuidar de sus hijos y salir a trabajar, a limpiar por ejemplo", empatiza Violeta, que, como periodista, sí podrá trabajar desde su casa de Madrid si lo necesita en los próximos meses.
No es el caso de la familia de Amelia, formada por ella, su hija María y sus dos nietas de 13 y 4 años. Las dos mujeres son empleadas del hogar pero una de ellas -la abuela, Amelia- dejó de trabajar durante el confinamiento para ocuparse de las niñas.
Ahora ella tiene un empleo, su hija lo ha perdido pero duda de si seguir buscando o no pese a la apremiante necesidad económica, porque no sabe si tendrá que dejarlo en unas semanas si cierran el colegio de la pequeña, ubicado en el distrito madrileño de Puente de Vallecas, una zona con un alto nivel de infecciones.
"Necesitamos el dinero para comprar la ropa, zapatos, el material para las niñas, pero no sabemos qué va a pasar y así no se puede una organizar", lamenta Amelia a Efe.
Una perspectiva infinitamente más favorable tiene Rosana, maestra y madre de un niño y una niña. Ella podrá apoyarse en su madre, y lo hará en cuestiones cotidianas como la comida, de la que se ocupará ella, pues este año ha decidido no dejar a los niños en el comedor para evitar los contactos con alumnos de fuera de "la burbuja" de su clase.
El problema surgirá en el caso de que haya un brote en la clase de uno de sus dos hijos y se tengan que quedar en casa. Su madre, de 69 años, está más o menos bien de salud, pero evitarían exponerla. Y Rosana podría plantearse llevarse a sus hijos al colegio siempre que eso no implique poner en riesgo a sus alumnos y compañeros, así que posiblemente, dice, contrataría a una persona externa que se ocupase de ellos.
Como jefa de estudios de su centro de Educación Infantil en Puçol (Valencia), Rosana ha organizado la vuelta a las aulas: por dónde accederá cada grupo de alumnos, cómo se les tomará la temperatura, en qué aulas comerán... Confía en que irá bien.
Lo que más le preocupa de que se repita la situación de hace unos meses es que "hay muchas familias que no tienen recursos para llevar a cabo las clases telemáticas" y que, por mucho interés que pongan los padres, estar en casa implica "mucha exposición a pantallas, a televisión" y a hábitos que no son saludables.
Desde el Club de Malasmadres, su fundadora, Laura Baena, alerta de que estamos ante un escenario desastroso a todos los niveles y que muchas madres han tenido que renunciar a su trabajo durante meses precisamente por el cierre de colegios.
"Las mujeres tenemos los puestos más precarios, los que se ven más perjudicados por la crisis económica. Y si lo unimos a la crisis del sistema de cuidados, al final lo que vemos es que teletrabaja la mujer y se queda en casa también la mujer", bien porque ha perdido su empleo o porque es la que se toma excedencias, explica Laura Baena, que alerta de las "consecuencias sociales" del cierre de colegios.
El club mantiene su campaña "Esto no es conciliar" lanzada en el confinamiento, que pide que el teletrabajo sea imperativo cuando un trabajador lo pide por tener a cargo menores, además de la adaptación de la jornada sin pérdida salarial y ayudas retributivas para contratar personal para quienes no puedan trabajar a distancia cuando los colegios estén cerrados.
La Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres del Alumnado (Ceapa), mayoritaria en la escuela pública, pide recursos públicos, bajada de ratios y que los centros estén abiertos y con actividades, independientemente de que los atiendan profesores o no, además de un plan nacional de conciliación, explica su presidenta, Leticia Cardenal.
La Concapa (Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y de Alumnos) está dispuesta a sugerir que no se incorporen los alumnos mientras los centros no estén preparados para recibir a los niños con seguridad, aunque eso implicaría "dos ritmos educativos" y que no todas las familias tengan posibilidad de cuidarse igual.
"Es así: los más vulnerables y que menos recursos tienen son los que más lo van a sufrir", explica el presidente de la Concapa, Pedro José Caballero.