PARÍS - El miedo puede ser peor que el propio virus. La psicosis desatada no solo se vive en cancelaciones de congresos, viajes, en la prohibición de concentraciones con mucho público. No solo deja la economía por los suelos y las bolsas en situación de caídas dramáticas, sino que se extiende como un reguero de pólvora a multitud de lugares emblemáticos sin aparente relación con el Covid-19.
Las iglesias fueron ayer unas de las grandes damnificadas por el miedo que avanza más rápido que el bicho. Hasta las celebraciones litúrgicas se han visto afectadas. Diócesis como la de Hong Kong ya había suspendido los oficios religiosos por riesgo sanitario. Pero ayer la iglesia de San Luis de los Franceses de Roma cerró sus puertas a turistas y fieles de forma temporal. Según confirmó la embajada francesa al diario italiano La Repubblica, un sacerdote, que estuvo recientemente en dicha iglesia del centro de Roma, pero que pertenece a la diócesis de París, dio positivo a los test diagnósticos del virus originado en China y está siendo tratado en un hospital de la capital de Francia.
Los museos tampoco se libran de este pánico. El Museo parisino del Louvre no abrió ayer domingo sus puertas porque sus empleados, preocupados por la epidemia de coronavirus, se acogieron a su derecho de no trabajar ante una situación de peligro. La institución cultural se limitó a confirmar en Twitter que no iba a poder abrir. Horas antes había precisado que la apertura se retrasaba como consecuencia de "una reunión de información sobre la situación sanitaria ligada a las medidas de prevención, tras las instrucciones ministeriales transmitidas por las autoridades competentes". Y es que el Ejecutivo francés ha sido uno de los más beligerantes contra le epidemia y ya ha prohibido todos los grandes acontecimientos que tengan lugar en un recinto cerrado y reúnan a más de 5.000 personas y la de aquellos en abierto que puedan congregar a mucha gente procedente de zonas de riesgo.
También emblemas turísticos a pequeña escala se han visto afectados. El Ayuntamiento de Girona se ha visto obligado a precintar la escultura Cul de la Lleona, siguiendo las recomendaciones del Servei de Vigilància Epidemiològica de Catalunya (SVEC), para evitar contagios. La tradición apunta que los visitantes o turistas llegados a la ciudad deben besar la escultura al pasar junto a ella si quieren volver a ella o que "no se puede ser vecino" de Girona quien no la bese.