Bilbao - ¿Por qué decidió contar su historia?
-Quería hacer pedagogía sobre el problema de la pederastia en la Iglesia. El libro me ha permitido explicar el contexto en el que suceden los abusos, te permite explicar los hechos tanto del abuso como del encubrimiento, las emociones que genera y sobre todo cómo afectó a mi sistema de creencias, mi evolución a lo largo del tiempo, cómo voy pasando de víctima a superviviente y de superviviente a activista. Y quería explicar también todo el movimiento por los derechos civiles de la infancia que se ha desarrollado en medio mundo y que lleva décadas funcionando.
En el libro habla sobre su familia, su infancia y adolescencia. ¿El contexto le ha servido para explicar cómo actúan los pederastas.
-Yo notaba que cuando explicaba solamente los hechos, había una parte de la sociedad que respondía con bastante hostilidad, cuestionando y culpabilizando: 'Tenías 16 años, ya eras mayorcito, debías saber lo que hacías, tampoco te violó, ¿por qué denuncias ahora después de 20 años?'. Y me di cuenta que era importante explicar el contexto porque solamente así se entiende la conducta de la víctima. Si tú explicas que esta persona que abusó de ti era una persona de tu círculo de confianza, que tenías una relación afectiva potente, que te pilló en un momento muy vulnerable, que sustituyó unas carencias afectivas que tú tenías, en mi caso una relación muy pésima con mi padre, entiendes mucho mejor la dificultad de la víctima de reconocer los abusos, la negación, la dificultad para romper el silencio y denunciar.
Los abusos se prolongaron durante un año. ¿Cómo los vivió?
-En mi caso los abusos se prolongaron un año, pero el encubrimiento se prolongó 20 y fue mucho más dañino el encubrimiento que los abusos. Los abusos los viví con mucha confusión, porque me desmontó mi sistema de creencias. Vengo de una familia católica, mi madre me llevaba a misa, hice el catecismo, la primera comunión, me estaba planteando si quería o no ser sacerdote y, de repente, un señor, una persona de referencia para mí, comienza a hablar de temas sexuales, al principio de forma pedagógica, y comienza progresivamente a tocarme sexualmente de forma inapropiada, eso te genera una gran confusión. Me habían advertido del peligro de los desconocidos, pero nadie me había advertido de que un cura podía ser pederasta.
¿Cómo se pueden prevenir los abusos?
-Se pueden prevenir reflexionando cómo queremos organizar la crianza de los niños, cómo queremos organizar las instituciones que trabajan con críos y qué información queremos dar a los niños. En otros países, con niños pequeños, se habla de la regla del bañador, que quiere decir explicar a los niños que ningún adulto puede tocar las partes íntimas que están cubiertas por un traje de baño. Esa es una herramienta práctica para fomentar el diálogo y la comunicación. Con un adolescente tienes que hablar más de las relaciones, que hay relaciones sanas y relaciones tóxicas y abusivas, y ayudarle a pensar y reflexionar cómo diferenciar entre ambas.
En definitiva, una educación afectivo-sexual.
-Eso es. En Canadá, por ejemplo, no solamente se incluye la prevención de los abusos sexuales dentro de la educación sexual, sino que eso se engloba en algo mucho más amplio que es la educación para la salud.
La ley de protección a la infancia va a presentarse próximamente. ¿Qué debería incluir en el caso de los abusos sexuales?
-Yo he trabajado mucho en el tema de la prescripción. Cuando yo quise denunciar los hechos, con 22-23 años, me dijeron que el delito había prescrito, porque en mi caso eran tres años después de la mayoría de edad. Fui a Inglaterra y allí vi que los delitos de pederastia son imprescriptibles. En los medios de comunicación veías historias de un señor que había abusado de críos en los años 60, 70, 80, que iba a prisión, mientras que en España leías que se había archivado por prescripción. Es verdad que los partidos políticos se han comprometido ahora a cambiar la ley, pero las propuestas que hay encima de la mesa son insuficientes. La propuesta que está haciendo PSOE y Podemos es que el inicio del plazo de prescripción comience a contar a partir de que la víctima cumple 30 años, pero lo que nosotros queremos es que comience a contar a partir de los 50 años.
¿Qué ocurrió cuando denunció los hechos
-Yo lo denuncié durante 20 años hasta en cuatro ocasiones, pero internamente. Me quejé al abad Bardolet y al abad Josep Maria soler y los dos encubrieron los hechos: no denunciaron al pederasta a la policía, no abrieron un proceso canónico para sancionarlo disciplinariamente, no avisaron a los padres, no intentaron encontrar otras posibles víctimas. A mí me hubiera gustado denunciar civilmente a través de la justicia, pero no tuve el apoyo de mi familia y, cuando ya me había emancipado, el delito ya había prescrito.
El germà Andreu murió en 2008 impune. ¿Qué supone esto para una víctima
-Cuando yo denuncié los abusos, salieron otras víctimas y la abadía de Montserrat no tuvo más remedio que reconocer que el germà Andreu había sido un depredador sexual, que había abusado al menos de 12 chavales durante 30 años. Este caso lo que demuestra es que falló todo, fallaron los mecanismos de control, de supervisión, de denuncia, tanto a nivel interno de la iglesia como a nivel externo de las instituciones públicas. A mí lo que más me preocupa es la negativa de las instituciones civiles, de la justicia, del Congreso, a plantearse medidas para perseguir de forma efectiva este tipo de delitos. Es alucinante las dificultades que hemos tenido con el tema de la prescripción.
Se cumple un año de la cumbre antipederastia. ¿Qué balance hace?
-Están intentando una vez más hacer una campaña de marketing, de blanqueamiento de la institución. Se están negando a implementar medidas básicas como denunciar automáticamente todos los casos a la justicia, entregar los archivos canónicos con las investigaciones internas a la policía, tolerancia cero con los pederastas y con los encubridores, echarlos de la vida religiosa, mecanismos de indemnización a la víctima, hacer lobby a favor de los plazos de prescripción.