bilbao - “Es fácil ofrecer un discurso ecológico desde la comodidad. Sin embargo, en los últimos años del siglo XX y primeros del XXI, la Amazonía ha estado codiciada por los intereses económicos y políticos con la complacencia de los Estados de estas zonas, ya sean nacionales o regionales, y hasta incluso los propios líderes indígenas”, explica a DNA Lily Calderón, abogada natural de la Amazonía peruana, quien el jueves participó en una mesa redonda junto al jesuita Patxi Álvarez, de Alboan y el misionero capuchino, Miguel Ángel Cabodevilla sobre el compromiso por los más pobres, los derechos humanos y el cuidado de la tierra, en especial de la Amazonía, el “pulmón del planeta” amenazado. El encuentro y posterior debate, organizado Misiones Diocesanas Vascas, se enmarcó en el Mes Misionero Extraordinario y la campaña del Domung que se celebrará el próximo domingo día 20.

Consideran que desde distintas instancias se ha vendido la idea de que el desarrollo debe de tener una intervención directa en los territorios amazónicos; un desarrollo de extracción de los recursos naturales como la tala de árboles, la expansión de fronteras agrícolas para mantener la economía a base del petróleo que se saca de la Amazonía. “Una salida fácil de los gobiernos latinoamericanos para reactivar la economía es abrir las puertas a las inversiones extranjeras obviando los derechos de los indígenas. Esto ha generado conflictos”, explica Lily Calderón, que actualmente reside en Gasteiz cursando un máster de Derecho.

Desde tiempos ancestrales los indígenas han manejado su territorio de manera sostenible. “Ha sido una agricultura de subsistencia, pero amigable con el medio ambiente, pero el Estado dice que los indígenas son minoría y que el tema ambiental es una traba para el desarrollo. Mientras, se han suscrito tratados internacionales que reconocen que los recursos naturales deben de explotarse de forma amigable con el medio ambiente; hay un divorcio entre la visión indígena a nivel internacional y estatal. Eso, a la larga, genera la contaminación ambiental, la liberación de CO2”, apostilla Calderón, al tiempo que se refiere a la forma de actuar de países como Ecuador que “omite las necesidades de sus pueblos, haciendo caso omiso de las recomendaciones del FMI que debe de prestarle dinero, a cambio del cual no puede subir el nivel de vida sus gentes”.

desigualdad Conscientes de que para que los países desarrollados continúen con su nivel de vida debe de haber millones de pobres, se preguntan si realmente los ricos estaríamos dispuestos a dejar nuestra comodidad para lograr una igualdad, ya que este mundo no aguanta más. “El sistema no está diseñado para que todos vivamos en igualdad de derechos; lamentablemente, la comodidad de los territorios desarrollados es consecuencia de la desgracia de otros”, sostienen Lily y Patxi, quien se refiere a la colaboración los jesuitas con proyectos en la Selva Peruana con ONGs locales y a las 75 escuelas en el conjunto de la Amazonía. “La presencia jesuita es importante; estamos promoviendo un proyecto piloto sobre educación en la lengua indígena, porque el aprendizaje es mucho más sencillo partiendo de su idioma, si bien en la mayor parte de los países la oficial es el castellano. Además, la Universidad Católica de Ecuador tiene una estación de estudio de la biodiversidad, en una de las zonas más diversas de la Amazonía”, explica.

Para Lily Calderón la población mundial no ha tomado conciencia de la importancia de la Amazonía. “Se la ha mirado como un lugar para explotar, extraer los recursos; empresas como Cepsa, Iberdrola, Repsol... van a Latinoamérica a sustraer los recursos y, con algunos proyectos pequeños o vistiéndose de verde, hacen campañas publicitarias, pero la población no sabe a qué precio se están sacando estos recursos en Latinoamérica; luego los Gobiernos de la PanAmazonía (REPAM) -Brasil, Venezuela, Guyana Francesa, Guyana Inglesa, Surinam, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia- culpan a los indígenas. Sin embargo, todos estos países tienen muchos recursos que están siendo saqueados por grandes intereses. Tenemos oro, petróleo, madera, pero estos territorios para el Estado son lugares vacíos, áridos? donde no hay habitantes que los ocupan”.

En la región Panamazónica habitan 35 millones de personas, de los cuales 4 son indígenas. “Si ahora viven bajo el umbral de la pobreza, con el cambio climático que desbastará su territorio, sufrirán más. Además, tienen amenazadas sus tierras porque no cuentan con los títulos que acrediten que el territorio es suyo”, apostilla Patxi Álvarez.

Aunque a nivel internacional existe una declaración del convenio de la OIT, ratificado por todos los Estados, por el que se reconoce la propiedad a los indígenas por su ocupación ancestral del espacio y por el cual “cualquier proyecto o intervención que pueda afectar de manera directa o indirecta a las comunidades indígenas se les tiene que consultar, la realidad demuestra todo lo contrario; los gobiernos no reconocen el derecho de posesión y les excluye de la participación y del presupuesto nacional, porque tiene otros intereses”, añade Lily Calderón.

La contradicción es patente. Países pobres asentados sobre una inmensa riqueza. ¿Cómo se interpreta esto? “Por el sistema económico mundial que ha dicho que determinados países son pobres y otros ricos”, recalcan Patxi y Lily, quienes reconocen que los indígenas han cobrado protagonismo por el cambio climático que está afectando a los países modernos e industrializados. “La esperanza son los indígenas, porque en su práctica ancestral, las dinámicas de estas comunidades han sido muy amigables con el medio ambiente”.

En estos momentos hay dos grandes movimientos mundiales, por un lado, el feminismo y, por otro, el cambio climático, la defensa de la naturaleza. “En los grandes debates ecológicos lo que hace falta es la voz de las futuras generaciones; para nada nuestros nietos nos permitirán tomar las decisiones que se están llevando a cabo. Los jóvenes traen la voz del futuro, por eso es importante que formen parte de los debates; la responsabilidad de los Gobiernos locales también es importante”, apunta Patxi Álvarez.

Porque, por ejemplo, con Bolsonaro en Brasil se han incrementado los incendios intencionados al abrir la puerta a la impunidad. “Es lamentable porque en los últimos 15 años se había reducido la tasa de deforestación de la Amazonía que ha aumentado con la llegada al poder del populista de extrema derecha. Por eso, las políticas locales junto con las internacionales tienen un efecto directo sobre la naturaleza; lo más dramático es que protegerla es una tarea de largo plazo y destruirla es una acción inmediata”, añade el jesuita de Alboan.

¿Y qué podemos hacer desde Euskadi? “Tenemos que amar y proteger la naturaleza; no vamos a defenderla y cuidarla si no la queremos. Variar nuestros hábitos alimenticios, participar en movimientos ciudadanos. No está en nuestras manos cambiar estas problemáticas planetarias, pero podemos poner nuestro granito y hacerlo poco a poco”, recalca.