madrid - Los supermercados tiran a la basura el 2% de sus productos frescos y consideran que el consumidor tiene mucha responsabilidad en ello, por la manipulación que hacen de los alimentos durante la compra. Este es uno de los datos del segundo Estudio sobre gestión del desperdicio alimentario en la gran distribución, elaborado por Nielsen y Checkpoint para la Asociación de Empresas de Gran Consumo (Aecoc) y que ha sido presentado hace dos días en el marco del VII Punto de Encuentro contra el desperdicio.
El informe, que se refiere a 4.500 puntos de venta, detalla que el 75% de los entrevistados apunta a los clientes como causantes del desperdicio de los alimentos frescos por la manipulación que hacen en el lineal, explicó la responsable de Nielsen Cristina Blázquez.
El 42% de los consultados cree que la manipulación de la carne, el pescado o la fruta es decisiva a la hora de que algunos alimentos se desperdicien, mientras que un 33% apunta a las deficiencias en el transporte, desde la plataforma logística hasta los puntos de venta.
En estos casos, se trata de alimentos que no se reutilizan al no poder asegurar las condiciones de seguridad para su consumo, dados los requisitos de transporte y conservación para los frescos. No obstante, hay un porcentaje del producto fresco (1,5%) que se retira del lineal por presentar algún tipo de deterioro o por fecha de caducidad cercana.
La mitad de las compañías distribuidoras aseguran que las frutas y verduras son los productos más desperdiciados, un 40% también señala al pescado y un 8%, a la carne.
Por otra parte, el 67% de los encuestados cree que el desperdicio generado con su actividad es menor que hace tres años, y ocho de cada diez empresas analizadas ya cuenta con estrategias para identificar y gestionar los excedentes.
En cuanto al proceso de identificación de los alimentos que deben retirarse del lineal, el 58% se detecta con controles sistemáticos del stock; el 17%, con tecnologías que generan alertas; otro 17% analiza la fecha de vida y consumo óptimo, y un 8% se realiza a través del aspecto de los productos.
En la inauguración del punto de encuentro, el director general de la Industria Alimentaria, José Miguel Herrero, recordó que en el caso de los hogares en 2018 se tiraron a la basura 1.300 millones de litros/kilos de alimentos, con una media semanal de 26 millones, por lo que insistió en la necesidad de implementar buenas prácticas y mejorar los procesos productivos y logísticos.
Remarcó, además, que los jóvenes suponen el grupo de edad que menos evita el desperdicio, una tendencia que “hay que tratar de revertir”, más aún cuando se trata de un segmento de población que “paradójicamente” está concienciado con la defensa del medioambiente.
Herrero avanzó que el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación seguirán luchando contra el desperdicio y lanzará una campaña en medios de comunicación el próximo año “para concienciar de que hay un problema” que se puede afrontar “entre todos”.
En el encuentro participaron más de 300 profesionales de empresas, administraciones y oenegés implicadas en la gestión y prevención del desperdicio alimentario.
Se conocieron innovaciones, como la de la empresa holandesa Upprinting Food, cuyas fundadoras, Vita Broeken y Elzelinde van Doleweerd, explicaron en qué consiste vender impresoras de alimentos en 3D para que se utilicen en recetas a partir de alimentos desechados.
El representante en España de la aplicación para móviles Too good to go, Oriol Reull, hizo un balance del primer año de vida en España, un tiempo en el que esta app ha permitido que 250.000 raciones de comida no acaben en la basura.
Desde la compañía cervecera Damm, la portavoz del departamento de Medio Ambiente, Yolanda Díaz, presentó las acciones de economía circular que desarrollan para sacar provecho a subproductos generados durante la fabricación de la cerveza, como reutilizar la levadura sobrante como aditivo para la alimentación de doradas y lubinas, que mejoran su sistema inmune. - Efe
Los jóvenes. José Miguel Herrero, director general de la Industria Alimentaria, revela que los jóvenes suponen el grupo de edad que menos evita el desperdicio, algo que hay que revertir ya que se trata de un segmento de población concienciado.