llega la luna llena de agosto y los musulmanes en el Estado agotan las existencias de las carnicerías y tiendas halal para celebrar con familiares y amigos la Fiesta del Sacrificio o Eid al Adha. Durante cuatro días, mayores y pequeños, vestidos con sus mejores galas, se reúnen ante mesas repletas de dulces de miel y frutos secos que las mujeres han preparado los días anteriores para agasajar a familiares y amigos, así como multitud de guisos donde el cordero es indiscutible protagonista, después de haberlo sacrificado, en todas las comidas del día: desayuno, comida y cena.
En España está prohibido el sacrificio privado, una de las características más destacadas de la fiesta en el mundo musulmán, pero recurren a las carnicerías halal, que venden carne de animales que han sido matados según sus normas religiosas, para cumplir con la tradición.
Bien de mañana, comienza el día con la oración en la mezquita a la llamada del almúedano; luego el animal es sacrificado, lo que en muchos países sí se hace en público, para después en la intimidad juntarse con la familia. En España, donde los musulmanes son minoría -1,99 millones de 46,9 millones- la celebración tiene un carácter más privado. “Nos da un poco de pena, porque no tienes la misma felicidad que en un país árabe. Es diferente. No tienes a todos los familiares, a todos los amigos. Las costumbres también son distintas”, declara Issam Al Aga, un joven sirio residente en Madrid, donde regenta con su familia una tienda y restaurante halal.
En la capital, donde viven más de 290.000 musulmanes, las carnicerías halal han vivido un gran trasiego de clientes todos estos días, cuando nadie olvida ir a recoger su pedido. La celebración se hace más visible en Ceuta y Melilla, ciudades en el norte de África, con una importante comunidad musulmana, del 40 al 50% de su población, donde aumentan las importaciones de corderos desde la Península para sacrificarlos, muchos de ellos en carpas instaladas por las autoridades en distintos barrios.
tradición Según el islam, Dios le dijo a Abraham en un sueño que sacrificara a su hijo Ismael, pero en el momento en que le puso el cuchillo en la garganta Dios le dio un cordero para que se lo ofreciera en lugar de la vida de su propio hijo, superando así la prueba de lealtad. Para conmemorar ese hecho, los musulmanes de todo el mundo celebran la Fiesta del Sacrificio, una de sus principales celebraciones, que coincide con el final del periodo de peregrinación a la Meca, un ritual fundamental para los musulmanes. Esta fiesta tiene también un componente solidario, ya que un tercio del animal sacrificado tiene que ser entregado a los pobres.
La tradición marca que el sacrifico tiene que realizarse por un musulmán, que el animal tiene que estar orientado a la Meca, debe ser degollado de un golpe limpio, estando consciente, y después dejarlo desangrar para que se purifique. Sin embargo, esta práctica choca con las leyes de España, que, según las directrices de la UE, especifica que el sacrifico de animales debe realizarse en mataderos o en lugares con unas condiciones que garanticen que la muerte se produzca “sin dolor, angustia o sufrimiento evitable”, por lo que deben ser aturdidos. No obstante, reconoce excepciones a la norma cuando sea incompatible con preceptos religiosos, como en este caso.