Vucjak (Bosnia-Herzegovina) - Un antiguo vertedero de basuras, situado en un bosque rodeado de campos de minas y sin agua corriente, es el hogar por tiempo indefinido de cientos de migrantes que esperan la mejor ocasión para tratar de cruzar desde el noreste de Bosnia a Croacia, y entrar así en la UE.
El campo de acogida de Vucjak fue creado hace dos meses ante las protestas de los vecinos de la cercana ciudad de Bihac por la presencia de inmigrantes de Oriente Medio en las calles y parques. Las condiciones de este lugar han sido denunciadas como “insalubres” por la propia ONU.
“El sitio está muy cerca de la zonas sembradas de minas. También hay un gran peligro de incendio y explosión debido a la posible presencia de metano bajo tierra, dado que el lugar es un antiguo vertedero”, denuncia la oficina de la ONU en Bosnia en un informe.
La zona fue un vertedero de basuras hasta 1996, cuando fue saneado y cubierto de tierra compactada. Unas 500 personas viven aquí en tiendas de campaña, en su mayoría hombres jóvenes de Afganistán, Pakistán, Siria, Irak.
Solo una vez al día tienen la oportunidad de cargar las baterías de sus teléfonos móviles gracias a un generador. El agua llega en cisternas, y la comida la facilita la Cruz Roja dos veces al día.
Por todas partes se desprende el mal olor del vertedero, de los retretes móviles, el sudor. Olores que se mezclan con el humo de las fogatas en las que los migrantes cocinan. En mitad del calor, de la suciedad y de la precariedad, los migrantes -en su mayoría hombres- tratan de organizarse y de hacer la larga espera lo más llevadera posible.
Rashid, de Afganistán, ha montado una peluquería y barbería en la que atiende tanto al que tiene dinero como al que no tiene nada. Otros dos afganos han montado una pequeña tienda en la que venden zumos, bizcochos, agua y comida.
Danis, un joven de 13 años, es uno de los pocos menores en este campo, y uno de los pocos que habla algo de inglés. Traduce a los periodistas las estremecedoras historias de otros migrantes, que tienen un denominador común: los malos tratos y las palizas que reciben de los policías croatas al ser interceptados cuando tratan de cruzar la frontera.
Denuncian que incluso les roban el dinero y sus teléfonos móviles, aunque pese a ello aseguran que volverán a intentar cruzar esa frontera, situada a diez kilómetros, y entrar en Croacia, desde donde seguirán luego a otros países de Europa Occidental.
Suelen partir en grupos hacia la frontera, y en su camino deben evitar las zonas que aún permanecen minadas, y de las que han sido advertidos con mapas con esas zonas marcadas.
El campo de Vucjak fue abierto para aliviar la presión sobre Bihac que se ha convertido en uno de los puntos calientes de la ruta por la que miles huyen hacia Europa de la guerra y la miseria.
Cientos de inmigrantes ocupaban desde hace meses los parques y calles del centro de esta ciudad, de unos 60.000 habitantes, esperando a poder seguir su camino hacia la Europa rica. Ante esta situación, muchos vecinos -que durante la guerra de Bosnia (1992-1995) vivieron en carne propia lo que significa huir de sus hogares- exigieron soluciones.
La ONU ha mostrado su comprensión por la “preocupación” de los vecinos y reconoce que los campos existentes están saturados. Por eso, se ha comprometido a apoyar a las autoridades bosnias a afrontar el problema, aunque reclama que se respeten plenamente los derechos de los migrantes y refugiados.
El nuevo campo, advierte, “es completamente inadecuado para el propósito de acomodar a gente”. La apertura del campo también fue criticada por la UE, que incluso recortó la ayuda financiera que facilitaba a Bihac.
En Vucjak, ocho voluntarios de la Cruz Roja y dos médicos austríacos ayudan a los refugiados y denuncian que ninguna autoridad local ni organización humanitaria les ha visitado. “La gente en Bihac me pregunta cómo pueden ayudar. Zapatos, zapatillas, yogur, plátanos, bastaría para mostrar a esta gente que son humanos, aunque vivan en un vertedero”, cuenta a Efe Jasmina Pusic, una voluntaria local de Cruz Roja. “La situación es terrible, pero tratamos de hacer nuestro trabajo lo mejor posible”, concluye.
Desde el año pasado unos 35.000 inmigrantes han llegado a Bosnia, en un intento de llegar hasta el norte y centro de Europa. Las autoridades locales advierten de que en las últimas semanas, las llegadas se han duplicado hasta unas 100 por día. - Nedim Hasic (Efe)