donostia - ¿Por qué un libro sobre madres de yihadistas?
-Todo comenzó tras los atentados de noviembre de 2015 en Francia. En ese momento trabajaba allí de corresponsal y establecí contacto con la madre de un chico yihadista. Me dijo que el Estado Islámico le había enviado un mensaje a través de WhatsApp para informarle de que su hijo había muerto en Siria. Hablamos, y tras aquel encuentro me envió un email agradeciendo que la escuchara. Me sorprendió. ¿Qué otra cosa iba a hacer?
Y aquel correo electrónico despertó su curiosidad?
-Sí. Me interesé por volver a verla para que me explicara con más detenimiento su vivencia. Me contó cómo se trataba a las madres de los yihadistas. Me dijo que no gozaban de ninguna legitimidad ante nadie, ni ante el gobierno ni ante la sociedad. Jamás se las ha reconocido como ciudadanas traumatizadas que son por los atentados. Son madres de terroristas que sufren. Viven un problema identitario tremendo.
¿Cuál ha sido el itinerario de los jóvenes que ha conocido?
-No elegí los casos que iba a contar sino que abrí las puertas a todas aquellas familias que quisieran trasladar su testimonio. En la mayoría de casos hablamos de jóvenes de segunda o tercera generación, aunque también existen conversos de padres católicos e incluso ateos. Son adolescentes con una reconversión al Islam repentina y con un conocimiento de la religión escaso o más bien nulo.
¿Conocimiento nulo?
-En muchos casos el dogma ha sido la llave o la excusa para poder unirse a una ideología que les lleve a una identidad que no tenían, o que sentían que no tenían en ese momento de desarraigo. Existen factores comunes que se han dado en todos los jóvenes europeos que se han marchado a la lucha. Pertenecen a familias monoparentales que han sufrido traumatismos en la infancia. Hay chavales que habían pasado por la cárcel, viviendo en situación de desempleo durante largo tiempo. Habitan en lugares donde la exclusión social es casi un modo de vida.
De modo que existe un perfil bastante definido?
-Existe un perfil robot que elaboró la Unidad de Coordinación de la Lucha Antiterrorista (UCLAT) de Francia. Tomaron como ejemplo más de 275 franceses que habían muerto en combate. Se recabó el testimonio de las familias y esa información se cotejó con los datos que obraban en manos de los servicios de Inteligencia. A partir de ahí se dieron cuenta de que la edad media era de 18 años, que existía una correlación entre hogares de radicalización y espacios de desigualdad. Alrededor del 52% descienden de inmigrantes. Aun así, un 25% ha nacido en la Francia metropolitana y no tiene vínculo parental con la inmigración.
¿Este último perfil no es el más llamativo?
-Quizá sí. Sí encontramos en todos los casos falta de perspectiva vital y una exclusión social con respecto al lugar en el que viven, y no siempre por cuestiones de raza. En Francia existe un factor de discriminación en función del lugar donde se vive, que te hace sufrir las mismas consecuencias que puede tener una persona que viene de fuera. Todo se resume en una falta de perspectiva vital y falta de acompañamiento por parte de la familia, con padres divorciados. La figura del padre generalmente está ausente. En los casos de las chicas que se acaban sumando a la lucha abrazando el Islam, casi siempre han sufrido abusos en su infancia. Necesitan limpiar una imagen que, según perciben, se ha ensuciado durante su infancia.
¿Sus madres sospechaban del rumbo que estaban tomando sus hijos?
-No. En cualquier caso, las políticas preventivas en Francia se pusieron en marcha mucho más tarde. Los signos de radicalización que les podían haber puesto en alerta no fueron advertidos. Siempre dicen: Si yo lo hubiera sabido habría llamado... Pero esa información no la tenían, y además no existían los mecanismos actuales para comunicar estos casos al Gobierno.
¿Estas mujeres viven con sentimiento de culpa y fracaso?
-Por supuesto. Dicen que fueron ellas quienes les trajeron a este mundo y les tenían que haber sabido proteger. Es algo que se dicen cada día delante del espejo. Incluso en los casos en los que los chicos se habían casado y vivían ya independizados también se sienten culpables. Sienten que sus hijos les pertenecen más a ellas que a los maridos.
¿Y los padres qué papel juegan?
-Suelen estar ausentes. La razón que esgrimen las mujeres es que los padres han fracasado como figura de protección del núcleo familiar, por no haber sabido manejar la situación.
¿Hay algún relato que le haya llamado especialmente la atención?
-Me chocó bastante el caso de un joven del este de Francia. Su madre me contaba que el hijo tenía una gran afición por el ciclismo. Todos los fines de semana iban juntos a participar en campeonatos en los pueblos de la zona, hasta que un día desapareció. Había comenzado a estudiar en la universidad en septiembre, y tres semanas después de alojarse en la residencia de estudiantes nunca más volvió. Se había marchado a Siria, y al cabo de unas semanas murió en una ataque suicida.
¿Cómo fue captado?
-Es una de las grandes incógnitas para las madres. De hecho, ellas llevan su propia investigación. Ayudan mucho a los servicios de Inteligencia con todos los datos que manejan, pero esa información no es correspondida. Se les ocultan datos y muchas veces no pueden hacer el luto. Francia ha aprendido con casos prácticos, pero ellas se ven al margen de esos avances. Al parecer, en este caso el joven se había radicalizado en la mezquita de su pueblo. Entre diez y quince jóvenes siguieron la misma trayectoria debido a un reclutador.
¿Hasta qué punto han jugado un papel importante las redes sociales en estas captaciones? ¿Ha habido contactos físicos también?
-Se han dado casos mixtos, aunque las redes sociales han jugado un papel determinante en la difusión de la violencia cuando se autoproclamó el llamado Estado Islámico. Su maquinaria propagandística ganó por goleada, muy por encima de los esfuerzos que desplegó cualquier gobierno europeo. En 2015 se crearon cuentas desde Siria e Irak, lo que hizo que la violencia se banalizase.
¿El fanatismo acaba con los bombardeos en Siria, o mutará para resurgir?
-En Siria se están recuperando territorios, pero la ideología no se combate con las armas sino con la conversión. Los jóvenes que están volviendo lo hacen desencantados, pero habrá que estudiar caso por caso para saber si eso se traduce en un abandono de la ideología. En cualquier caso, regresan con una experiencia militar que antes no tenían. Vuelven arrepentidos, o al menos se dicen arrepentidos, porque prefieren ser juzgados en Francia que en Irak. Pero el gran rompecabezas de Europa, y de Francia en particular, es saber quiénes están arrepentidos realmente y quiénes no.