donostia - Quiero empezar por una foto poco habitual. La suya en Latinoamérica el pasado febrero. ¿Era importante que la rectora de la UPV/EHU estuviese allí?
-Este proyecto, la Red Latinoamericana de Posgrado, viene desde 1997 y tenemos unos resultados muy interesantes: 170 doctores y más de 1.680 personas han realizado nuestros másteres en educación, filosofía, inteligencia artificial, ingeniería de minas, derecho o políticas lingüísticas en trece países de Latinoamérica, con quince universidades. Y hay un dato curioso: Emma Polanco Melo, la primera rectora en 480 años de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), de República Dominicana, es egresada en Economía, doctora en Economía por la Universidad del País Vasco.
¿Un hito?
-Sí, es un hito. Porque se forma a personas que después lideran distintos ámbitos de la sociedad latinoamericana. La persona que vio esto en su día (Francisco Javier Caballero) tiene mérito, porque fue algo pionero y adelantado a su tiempo y además encaja muy bien con el lema de la UPV/EHU, Eman ta zabal zazu. Tenemos las raíces ancladas aquí, pero con las ramas abiertas al mundo. Y otro ejemplo es el Campus de Excelencia Internacional y el campus transfronterizo con la Universidad de Burdeos, que además lo estamos ampliando. Queremos un proyecto que abarque más universidades europeas que tengan la misma filosofía.
¿Tiene prestigio la UPV/EHU fuera de nuestras fronteras?
-El ranking de Shanghai es muy importante. Nosotros tenemos acuerdos con 17 de las 100 mejores universidades del mundo y eso es posible porque estamos posicionados entre el 300 y el 400 a nivel mundial, entre 20.000.
¿Cómo afecta la globalización a una universidad con sello vasco?
-La globalización es un elemento del que no te puedes escapar y al que hay que hacer frente, pero sin perder la esencia de lo que somos. La nuestra es una universidad presencial, tiene que responder a las necesidades de la sociedad vasca y mantener sus raíces muy firmes. Otra cosa es que tengas que transformarte para poder hacer frente a los retos de la globalización.
¿Teme que Google algún día lance una universidad ‘online’ y deje fuera de juego al resto?
-La tecnología avanza a una velocidad vertiginosa y no sé realmente en qué va a derivar, pero la huella que te deja un profesor o profesora presencial queda para toda la vida y todavía en el ámbito online no hemos llegado a ese nivel. Ahora bien, la enseñanza online tiene que tener cabida también en una universidad presencial y nosotros estamos desarrollándola. Las amenazas hay que convertirlas en oportunidades.
¿Desaparecerán universidades? ¿Habrá fusiones, como en los bancos?
-Algunas no sé si desaparecerán, lo que sí que tendrá que ocurrir es que se transformen y se adapten. La diferenciación tiene que ser un valor importante y ahí un factor muy importante es la clave territorial. Qué puedo aportar yo a la sociedad en la que estoy ubicada. Y en ese sentido, es importante ir de la mano de las estrategias de especialización inteligente que se están potenciando en los territorios. Sin que tengamos que abandonar el resto, porque tenemos que proporcionar formación en todos los ámbitos, pero la investigación sí podría ser más potente en algunos ámbitos.
¿Tener algunas banderas?
-Eso es. Tendremos que definir muy bien qué es una universidad. Porque yo creo que una universidad es solamente aquella que genera conocimiento, que hace investigación. Igual es un discurso que puede parecer un poco radical, pero siempre he defendido que la investigación mejora el resto de misiones de la universidad y te hace más visible, tanto a nivel local como internacional, y entiendo que ese va a ser un valor diferencial. Porque hay universidades que no tienen apenas investigación y entiendo que son otra cosa, son los college de Estados Unidos.
¿Pesa la etiqueta pública?
-Cuando es la sociedad quien paga unos estudios, una investigación o una transferencia, el nivel de autoexigencia tiene que ser mucho mayor. Lo público tiene que ser sinónimo de exigencia y excelencia. Siempre he defendido que cualquier persona que tenga capacidad pueda estudiar en la universidad pública vasca, en la Euskal Herriko Unibertsitatea. Excelencia, sí; elitismo, jamás.
Me refería a decir con la boca pequeña que se ha estudiado en la pública...
-Yo soy una defensora acérrima de lo público y muy consecuente con mis acciones, porque mis dos hijas han estudiado toda su vida en la enseñanza pública, por opción personal y familiar. Y, desde luego, no tenemos que tener ningún complejo, porque toda la Administración de este país, que funciona muy bien, lo hace gracias a que la universidad pública ha formado a las personas que forman parte de esa administración. Hemos formado a 350.000 personas en un país de poco más de dos millones. Tenemos que estar muy orgullosos de lo público.
Leí a un catedrático que los retos futuros forzarían una revolución gerencial en las universidades. ¿Es usted el inicio de ese cambio?
-Yo he venido de otros equipos con dos rectores anteriores, que son los que me animaron y me han enseñado muchas cosas. De ser distinto, es que por el hecho de ser mujer tal vez el liderazgo es algo diferente y ha permitido visibilizar más esta institución. Trabajo mucho en equipo, escucho a la gente, hago mucha autocrítica, soy muy autoexigente y perfeccionista y eso me hace sufrir mucho en este trabajo. ¿Eso es algo nuevo? Creo que no.
¿Pero es consciente de que habrá que repensarse a diario?
-Sí, cada vez más, y también la gobernanza. Hay que valorar mucho más a la gente que se implica en direcciones de departamento, decanatos y ahí hay que hacer también una labor de pedagogía, que todo el mundo sienta que alguna vez tiene que pasar por un cargo de responsabilidad.
¿Cuánto tiempo necesita para plasmar su proyecto?
-Mínimamente ocho o diez años se necesitan. Hay cuestiones estructurales que tal vez no nos permitan hacer algunas de las cosas que tenemos en mente, pero nuestro proyecto tiene recorrido. Por ejemplo, el tema del relevo generacional nos lo hemos planteado como uno de los objetivos estratégicos. Tenemos una universidad que en muchos ámbitos supera los 55 años y en algunas facultades está incluso en los 62.
¿Por ejemplo?
-En algunas ingenierías tenemos gente que ya está a punto de jubilarse y ahí hay que hacer escuela. La gente que viene por debajo, no solamente tiene que tener un expertise, sino también un apoyo financiero y una capacidad de captar fondos que todavía no sé si tiene. Es decir, en investigación, toda nuestra obsesión ha sido modificar las convocatorias para que la gente joven pueda acceder a cargos de responsabilidad.
¿Qué es gente joven para la universidad?
-35, 40 años? Gente que está esperando su plaza pero por tasas de reposición no ha podido acceder a ella. Si tú no tienes tu plaza, no puedes ser investigador principal; además, no puedes dirigir un grupo, ni una tesis. Y después tenemos cuestiones de renovación de infraestructuras que tal vez no podamos poner en marcha porque la financiación ahora la vamos a dirigir a nuestro proyecto estrella, que es la nueva facultad de Medicina y Enfermería en Basurto.
¿Sería razonable una OPE al año por norma?
-Es lo razonable, pero eso nos lo tiene que autorizar el Gobierno Vasco. Tratamos de cubrir todas las jubilaciones y, además, primamos la estabilización a la promoción. Siempre sacamos como un 85% de las plazas para estabilizar al personal, más que de titulares a cátedras, que también es importante, porque estamos perdiendo mucho catedrático y catedrática, pero creemos que tienen que esperar un poquito más.
¿Cuánta gente se jubila al año y cuántos son a día de hoy?
-Tenemos unas 100 jubilaciones al año en una plantilla de 4.400. Y hay como 900 de personal investigador. Pero la gente que se nos jubila es la que tiene mayor categoría académica y se nos descapitalizan algunos ámbitos de la universidad porque esas personas son las que traen financiación por investigación y las que hacen más transferencia. Tenemos que cuidar eso. Por transferencia, tenemos entre nueve y diez millones de euros de ingresos al año. Porque nosotros no estamos financiados al 100% por la administración, sino con un 75%. Y luego tenemos nuestros ingresos por investigación: casi 40 millones de euros anuales, que es mucho.
No sé si le inquieta la baja natalidad pero, ¿qué harán 4.400 empleados si hay menos alumnos en el futuro?
-El descenso demográfico y el envejecimiento, sobre todo del País Vasco, es muy preocupante. Nosotros, cuando tengamos menos alumnos, podremos dedicar más tiempo a la investigación a nivel superior, porque somos una universidad investigadora y además podremos atender mejor a los estudiantes en algunos ámbitos, porque ahora hay algunas titulaciones en las que tenemos 100 por aula. Pero, sobre todo, podremos dedicar más tiempo a generar y transferir conocimiento, a la formación permanente o al reciclaje de la sociedad. Pero tenemos otro reto muy importante, que es integrar de verdad a los inmigrantes. Y, desde luego, hacer políticas que fomenten la natalidad.
Hábleme de mujeres e igualdad. No hay muchas rectoras.
-Ten en cuenta que hay solamente siete rectoras en las universidades públicas, de 50 y pico. Cuando entré, fui la tercera y después ha habido cuatro más. Evidentemente, eres la única mujer en muchos foros y eso te da mucho qué pensar. Pero en el ámbito del género, lo que me preocupa realmente es la violencia de género. Es la lacra que tenemos. Dicho eso, en el ámbito universitario, en este momento solamente hay un tercio de investigadoras principales. Y hay un 25% de catedráticas, cuando hay más doctoras que doctores.
¿Y eso por qué?
-Pues llega un momento en tu vida en que tienes que pensar. O es tu proyecto como madre, por ejemplo, o tu proyecto profesional. Y cuando te haces esa pregunta, o tienes al lado a alguien que te apoye al 100% en tu proyecto profesional o es muy difícil.
Porque hay que hacer sacrificios.
-Claro, y los sacrificios no los puede hacer solamente la mujer. Yo tengo dos hijas. Y las medidas que ahora se han puesto en marcha, los permisos de paternidad, son fundamentales. Porque, si no, ¿cómo lo haces? Yo siempre he tenido apoyo por parte de mis padres y de mi pareja, que es ingeniero y tiene sus responsabilidades, pero siempre me ha dicho: ¿Tú quieres ser catedrática? Pues aquí las hijas son de los dos. ¿Qué quieres ir a Estados Unidos? Pues las hijas son de los dos. Pero hay mucho camino por recorrer como sociedad.
¿Se ha sentido alguna vez discriminada?
-Discriminada no, pero sí sola. Hay muchos foros de evaluación científica que todavía son clubes masculinos y eso es algo difícil de romper.
¿Cree que está valorada la docencia?
-Cuando me he movido a universidades extranjeras, he visto que tiene mayor prestigio. Aquí creo que hay un desconocimiento de lo que hace la Universidad. Una cosa que me llama mucho la atención es que en julio me pregunten si estoy de vacaciones, cuando a veces no las tengo ni en agosto. Porque el profesor universitario, además de impartir docencia, hace muchas otras cosas: hacemos proyectos, escribimos artículos, libros, hacemos transferencia, algunos hacen patentes, otros asesoran... En conclusión, no se conoce lo que hace la Universidad y lo que no se conoce no se valora suficientemente.
¿Qué sintió al ver los pobres resultados del alumnado vasco de secundaria en el informe PISA?
-Es cierto que PISA es una prueba específica, pero lo que me generó mayor preocupación fueron las puntuaciones obtenidas en lectura, porque es la base de toda competencia. La reflexión que me suscitaron aquellos resultados fue si, realmente, como sociedad, valoramos lo suficiente la educación, también dentro de las familias.
Decía la directora de un periódico que las redes sociales desvían la atención de las cosas que realmente importan. ¿Qué opina?
-Las redes sociales han permitido que se incremente la transparencia, pero creo que en ellas impera la superficialidad; los análisis que se hacen son absolutamente superficiales, además son contundentes, de blanco o negro; no hay posibilidad de matizar. Su utilización a veces no es la que debería y creo que, precisamente, para contrarrestar eso está la universidad. Para fomentar conciencia crítica, para generar debates abiertos, plurales.
Le voy a pedir un análisis psicológico de esta sociedad. ¿Estamos cada vez peor?
-Yo tenía un amigo antropólogo que murió, que me decía que el 65% del tiempo nos lo pasamos criticando a los demás. A mí sí hay una cuestión que me preocupa de esta sociedad, y es que opinamos todos sobre todo y sin medir las consecuencias. Todo es opinable, pero creo que tendríamos que ser más constructivos que destructivos. Me parece que hay que fomentar sobre todo el respeto, la tolerancia, desde una perspectiva crítica y ahí, en el ámbito educativo, tenemos mucha responsabilidad a todos los niveles, pero también en el ámbito familiar.