Junio de 1994. La Policía encuentra los cadáveres de tres personas en una casa. Un mes después Pablo Ibar es detenido junto a Seth Peñalver por otro altercado menor.
25 de agosto de 1994. Pablo Ibar y Seth Peñalver son imputados formalmente por el triple asesinato.
5 de mayo de 1997. Comienza el primer juicio de Pablo Ibar con su abogado de oficio.
25 de enero de 1998. El juicio es declarado nulo al no llegar el jurado a un acuerdo sobre el veredicto.
28 de agosto de 2000. El segundo juicio de Pablo Ibar termina con veredicto de culpable y es condenado a muerte. Durante la selección del jurado el abogado de Pablo es detenido por agredir a una mujer embarazada.
Febrero de 2001. El padre y la mujer de Pablo, Cándido y Tanya Ibar, viajan a Euskadi para realizar una campaña en defensa de Pablo.
27 de diciembre de 2001. El Consejo de Ministros aprueba darle a Pablo Ibar la ciudadanía española.
Diciembre de 2003. La defensa de Pablo Ibar presenta una apelación al Tribunal Supremo de Florida alegando irregularidades en el juicio de 2000.
9 de marzo de 2006. El Tribunal Supremo de Florida confirma la pena de muerte.
13 de febrero de 2012. El juez Levenson, del Tribunal de Broward County, niega la celebración de un nuevo juicio.
22 de diciembre de 2012. Seth Peñalver es declarado no culpable en la repetición de su juicio tras diez días de deliberación del jurado.
4 de febrero de 2016. El Tribunal Supremo de Florida anula la condena a muerte de Pablo Ibar y ordena la celebración de un tercer juicio.
21 de junio de 2016. La Fiscalía hace oficial su intención de volver a pedir la pena de muerte en el tercer juicio a Pablo Ibar.
16 de junio de 2017. El juez desestima la petición de la defensa de que no se acepte el testimonio de Gary Foy.
Enero de 2018. A Alan Ross, abogado de Pablo Ibar, le diagnostican una enfermedad terminal y fallece el 27 de abril.
13 de abril de 2018. La jueza Lisa Porter anuncia su retirada de la judicatura.
16 de mayo de 2018. Se hace oficial que el juez Dennis Bailey se hace cargo del juicio de Pablo Ibar.
15 de agosto de 2018. Arranca el tercer juicio de Pablo Ibar con la selección del jurado. Se estima que todo el proceso puede durar hasta finales de año o principios de 2019.
En junio de 1994 el calor en Miramar (Florida) era implacable. De él no escapaban ni malhechores ni inocentes. Ni vivos, ni muertos. Así que, cuando la Policía entró en la casa de Casimir Sucharski, el ambiente era insoportable. En el interior, aguardaban a ser encontrados, atados en tres sillas, los cadáveres de Casimir, el dueño de un local nocturno, de Marie Rogers y de Sharon Anderson, dos bailarinas de 25 años. Para alivio de los investigadores, lo sucedido en aquel chalet había sido grabado por una cámara de seguridad. A Sucharski hacía tiempo que le llegaban amenazas y pensó que estaría más seguro colgando en la pared un vigilante perenne.
En los 22 minutos de grabación se observaba cómo dos hombres entraron por el balcón, ataron a las tres víctimas, las golpearon, las mataron a tiros y, después, revolvieron la casa en busca de algo. Uno de los delincuentes llevaba, envolviendo su cabeza, una camiseta que llegó a quitarse para limpiarse el sudor y después salir del plano. El vídeo es en blanco y negro, de resolución mínima y con contrastes lumínicos que no dejan apreciar tan siquiera si los asaltantes llevaban guantes o no. Parecen latinos, pero podían parecer cualquier cosa.
Casi un mes más tarde, Pablo Ibar, hijo de un emigrante vasco afincado en Estados Unidos y sobrino del boxeador Urtain, fue detenido junto a su amigo Seth Peñalver tras un pequeño altercado. A alguno de los policías el rostro de Pablo le pareció lo suficientemente parecido al de uno de los asaltantes de la casa de Sucharski y, a partir de ahí, a Pablo Ibar lo succionó una historia de terror de la que, veinticuatro años después, todavía no ha salido. Los acontecimientos se sucedieron a una velocidad de vértigo hasta que, el 25 de agosto, la Fiscalía imputó a Pablo Ibar y Seth Peñalver por los tres asesinatos.
De nada sirvió que Pablo explicara su coartada. El día del triple crimen había estado con su novia, Tanya, y había varios testigos de ello. Tanya era todavía menor de edad y su familia, de origen portorriqueño y muy tradicional, la sometía a un férreo control. Tanto que, aquel día, sus hermanas mayores sorprendieron a Pablo en la habitación de su novia, algo que tenía prohibido. Lejos de ser cómplices de la pasión, las hermanas de Tanya llamaron por teléfono a sus padres, que estaban de vacaciones en Irlanda, para contarles lo sucedido. Los abogados de Pablo demostrarían más tarde que las facturas telefónicas con esas llamadas confirmaban su coartada.
Tres años tuvo que esperar Pablo a su juicio. El envite no era baladí. La Fiscalía pedía la pena de muerte. Con su verdad y un abogado de oficio, el juicio fue nulo. El jurado no llegó a un acuerdo, por lo que el proceso debía empezar por segunda vez desde cero. En el año 2000 arrancó el segundo asalto, pero la mala suerte se cebó con Pablo Ibar. “En el segundo juicio fue decisivo el desequilibrio entre una Fiscalía potente, con todos los medios a su alcance, y un abogado de oficio que no estaba en su mejor momento”, relata Andrés Krakenberger, portavoz de la Asociación Contra la Pena de Muerte Pablo Ibar. La selección del jurado tuvo que suspenderse temporalmente porque el abogado de Ibar había sido detenido por agredir a una mujer embarazada. El susto de Pablo cuando se encontró dentro de la cárcel a su propio abogado fue elegante. El letrado había tenido un buen papel en otros casos de pena de muerte, pero sus problemas personales le hicieron bajar las prestaciones en su trabajo. Incluso pidió un aplazamiento por problemas de salud, pero no se lo concedieron. Con semejante defensa, Ibar no tuvo opciones: el jurado, como antes había pasado con Peñalver, lo declaró culpable y fue condenado a muerte.
En esa época la familia de Pablo Ibar se hizo con los servicios de Peter Raben, el abogado que consiguió sacar del corredor de la muerte a otro español, Joaquín José Martínez. Él se encargó de solicitar un nuevo juicio al Tribunal Supremo de Florida (TSF), tal y como había pasado con Peñalver por una apelación similar, pero en 2006 esta petición cayó en saco roto.
Las maniobras legales de Pablo Ibar volvieron entonces al Tribunal de Broward Country, donde había sido condenado, pero en 2012 este juzgado le negó un nuevo juicio, algo que, por otra parte, era lo esperado: no querían contradecir su propia sentencia y exponerse a tener que pagar una posible indemnización.
Ibar recibió un soplo de aire fresco en 2012, cuando Seth Peñalver fue declarado no culpable en un nuevo juicio tras diez días de deliberaciones del jurado. El turno para Pablo Ibar llegaría en 2016, cuando el TSF anuló la sentencia a muerte al entender que no gozó en su día de una defensa digna y ordenó un nuevo juicio. La noticia fue una humillación para la Fiscalía, que veía que se le podía escapar el único responsable que le quedaba de un triple asesinato. A pesar de todo, vuelve a pedir la pena de muerte para Pablo.
el tercer juicio El tercer juicio de Pablo Ibar iba a comenzar en marzo, pero la mala suerte otra vez hizo de las suyas. En enero Alan Ross, uno de sus abogados, enfermó gravemente y falleció el 27 de abril. Pablo solicitó un aplazamiento para poder contratar otro abogado, Kevin Kulik, y que este tuviese tiempo de familiarizarse con el caso y trabajar con el coordinador de la defensa, Benjamin Waxman.
Para colmo de males, la jueza que iba a llevar el proceso, Lisa Porter, anunció que dejaba la profesión y los trastos pasaron a manos de Dennis Bailey, un juez que había trabajado años atrás con el fiscal responsable de los primeros juicios de Pablo Ibar. Finalmente el juicio arrancará este miércoles con el proceso de selección del jurado, que puede durar semanas.
La acusación de la Fiscalía se basará en tres pilares. El primero de ellos es el vídeo de seguridad en el que dicen que aparece Pablo Ibar. Krakenberger confía en que el jurado atienda al informe que en 2009 elaboró Raymond Evans, una eminencia mundial en reconocimiento facial y que ha trabajado en numerosas ocasiones con Scotland Yard. “El reconocimiento facial funciona en base a unos puntos cardinales que todos tenemos en el rostro”, explica, “en la medida en que coinciden esos puntos, se puede hacer un reconocimiento facial”. Evans afirma que algunos puntos de referencia del rostro que sale en el vídeo coinciden con el rostro de Pablo, pero otros muchos no. De ahí el parecido. “Pero Evans dice que, si le piden que haga una identificación con ese vídeo, él no puede hacerla porque ese vídeo no tiene la calidad mínima necesaria para ello”.
Otra baza de la Fiscalía es el testimonio de Gary Foy, un vecino de Sucharski que asegura que vio a Ibar y Peñalver el día del asesinato. Pero su testimonio no goza de mucha credibilidad. Semanas después de la detención de Pablo, la Policía de Miramar puso un anuncio en el que ofrecía una recompensa a cambio de cualquier testimonio que pudiera llevar a una inculpación. Gary Foy afirma que al pasar con su coche por delante de la casa del crimen vio cómo dos personas salían del chalet y, tras montarse en un coche de las víctimas, paraban tras su coche en un semáforo durante veintisiete segundos. “Con el sol en contra, mirando por el retrovisor y a través de dos lunas tintadas, afirma que Pablo era quien iba de copiloto”, puntualiza Andrés Krakenberger; “este testimonio no se tiene muy bien en pie y es muy discutible”.
La tercera bala de la Fiscalía es la camiseta que el asaltante utiliza en el vídeo para secarse el sudor y que apareció en el jardín. Ya en el primer juicio se analizó y en ella se encontró el ADN de cinco personas: las tres víctimas y dos hombres que no eran ni Ibar ni Peñalver. En cada proceso del caso se han hecho comparativas de ADN. Es decir, a lo largo de más de veinte años las muestras de la camiseta han dado negativo en seis ocasiones a la hora de compararlas con el ADN de Pablo. Hasta ahora.
En un séptimo análisis ha aparecido una mancha microscópica que coincide parcialmente con el ADN de Pablo. “Hemos consultado a expertos en ADN de América y Europa y aseguran al 95% que se trata de una contaminación de la prueba al estar guardada durante años en la misma caja con otras prendas”, explica Krakenberger, “la ciencia de ADN estaba en pañales y también todo el protocolo de cómo guardar las pruebas”.
Esta vez el combate entre la Fiscalía y la defensa de Pablo va a estar más igualado. Puede que el pulso se alargue hasta finales de año o incluso principios de 2019. “A Pablo hay que sacarle de allí”, se conjura Andrés Krakenberger “porque las pruebas de su inocencia claman al cielo, pero son las mismas que había en 2000”. Han pasado 24 años desde su detención. A Pablo se le ha ido media vida entre rejas y ahora sueña con multiplicar por dos su tiempo vital y disfrutarlo con Tanya, quien se ha mantenido fiel y combativa al otro lado del muro.
Puede que quede menos para su libertad, pero nada se sabe de quién mató a Sucharski, Rogers y Anderson. “La defensa considera que las víctimas de ese triple asesinato y sus familiares tienen derecho a la justicia, pero la justicia implica condenar a la persona que de verdad sea culpable”. Pablo jura que no lo es.