La peligrosa vía migratoria del Mediterráneo central es el escenario de un pulso entre el nuevo ministro de Interior italiano, Matteo Salvini, y las ONG que rescatan náufragos y que seguirán su misión pese al veto a sus operaciones.
El líder de la xenófoba Liga dejó clara su postura el miércoles pasado ante el Senado: aceptará a los inmigrantes salvados por los buques militares italianos y no por las organizaciones humanitarias, a las que acusa de incentivar la migración irregular. “El Estado debe volver a hacer de Estado”, reclamó, para después sembrar la duda sobre la financiación de los cooperantes y de su “espontánea generosidad”, que atribuyó al magnate George Soros.
El símbolo de esta estrategia del “Gobierno del cambio” entre la Liga y el Movimiento 5 Estrellas es el Aquarius de la ONG SOS Méditerranée, que ha acabado en España después de que Italia y Malta se negaran a acoger a sus 630 náufragos. Sin embargo, esta política tiene visos de no amedrentar a algunas organizaciones que, pese a estar diezmadas, insisten en rescatar inmigrantes hasta que lo hagan los Estados.
Más que etiquetas Su misión, dicen, está amparada por la exigencia de salvar la vida de personas (no reduciéndolas a la etiqueta de inmigrantes) en el mar en base al Derecho marítimo y al Convenio internacional sobre búsqueda y salvamento marítimos (SAR), al que se adscriben 174 países.
Es el caso del alemán Sea Watch, que, aunque ahora se encuentra en Malta para el relevo de su tripulación, volverá a levar anclas en los próximos días. “No queremos sustituir a las instituciones; nos encantaría apartarnos si hubiera un dispositivo dedicado al rescate con medios europeos”, explicó su portavoz, Giorgia Linardi.
La ONG española Proactiva se dirigirá al Mediterráneo central desde hoy con su buque Open Arms, que relevará al Astral después de pasar en España varias revisiones que tenía pendientes por el mes que estuvo intervenido por la Justicia italiana. Su fundador, Óscar Camps, conoce muy bien la situación vivida por el Aquarius, pues en el pasado sus naves vivieron episodios similares al pasar días a la deriva esperando un puerto que al final llegó, al contrario que en el caso de la mediática embarcación.
La estrategia de Salvini, al que Camps considera un “portero de discoteca”, es doblemente reprobable: primero en el plano legal, pues el derecho marítimo insta al rescate de todo aquel que corra peligro, pero también moral por “secuestrar” a náufragos “con un fin propagandístico”. “Pueden caer denuncias por todas las partes”, asegura, citando al Tribunal Internacional del Derecho del Mar de Hamburgo (Alemania).
En cualquier caso, Camps asegura que seguirán salvando náufragos: “Cuando las administraciones hagan lo que tienen que hacer y cumplan con los convenios y las responsabilidades de los acuerdos a los que se han suscrito, quizá ya no tendrá sentido que lo hagamos nosotros y podremos dedicarnos a otras cosas”.
Tampoco se echan atrás los bomberos sevillanos de Proemaid y el equipo vasco de Salvamento Marítimo Humanitario (SMH), antes en el Egeo y que ya ultiman su proyecto conjunto: Maydayterraneo, la conversión de un viejo pesquero en una unidad de rescate que estará operativa en agosto en las aguas entre Italia, Libia y Malta. Su portavoz, Daniel Rivas, señaló que, a su parecer, Salvini “ha lanzado un órdago” al prohibir los desembarcos a las ONG, pero expresó su convicción de que la tarea de los cooperantes “tiene un respaldo moral y ético”: “Es lo que debería hacer la Unión Europea pero, como no lo hace, nos obligan a la sociedad civil a movilizarnos”.
A la espera de la llegada de estas naves, los últimos activistas que quedaron frente a Libia fueron los barcos de bandera holandesa Lifeline y Seefuchs, que suscitaron la ira de Salvini, quien llegó incluso a publicar en Twitter fotos de un integrante mofándose de su aspecto físico.
Por su parte, el ministro de Infraestructuras, Danilo Toninelli, pidió al Gobierno de Holanda que ordenara el repliegue de estas dos embarcaciones, ya que, a su parecer, no disponen de los medios y el personal adecuado para gestionar la logística de un rescate y podrían acarrear problemas serios de seguridad.