MADRID - No existe un perfil del menor delincuente, pero sí unas pautas de comportamiento y personalidad que a algunos les conduce a la criminalidad. Pese a los últimos casos que han acaparado la atención mediática, estadísticas y expertos concluyen que no hay un repunte en la delincuencia de los menores de 17 años.
Menos tolerancia a la frustración, dificultad a la hora de gestionar las emociones, más impulsivos, una evidente carencia de habilidades sociales..., son rasgos que acompañan en la mayoría de los casos a los menores delincuentes, un porcentaje mínimo en una sociedad en la que la mayoría no presenta ningún tipo de problemática más allá de la que va unida a la propia de la adolescencia.
Son las reflexiones que comparte el alférez Daniel Moreno, miembro del Equipo Mujer y Menor (Emume) central de la Guardia Civil, quien, junto a la unidad de Análisis del Comportamiento Delictivo de la Unidad Técnica de Policía Judicial (UTPJ) del instituto armado, estudia no solo lo casos en el que el menor es víctima del delito, sino también cuando es un presunto autor.
Moreno reconoce el impacto causado por la participación de tres menores en el asesinato de una pareja de ancianos en Bilbao; el asalto también por menores al ex jugador de fútbol del Amorebieta Ibon Urrengoetexa, tras el que falleció; la muerte en Alicante de un chico de 19 años a manos de su hermano de 14; o la posible violación en Jaén de un niño de 9 años por otros de entre 12 y 14. Casos muy recientes que han alarmado y que han abierto un debate sobre la conveniencia o no de rebajar la edad penal hasta los 12 años. Pero en todo caso, no es bueno hacer estas reflexiones en “caliente” o por “oportunismo”.
Pero más allá de ese debate, las cifras de los últimos anuarios estadísticos del Ministerio del Interior -aún no tiene cerrado el de 2017- apuntan a una curva sin notables altibajos en la gráfica de la criminalidad de los menores de entre 14 y 17 años en el último quinquenio. Así, si se tiene en cuenta el número de detenidos e investigados, en el conjunto de tipologías delictivas se observa un descenso del 13% en 2016 respecto a cinco años antes, es decir, 22.203 en 2011 frente a los 19.169 de 2016. Una disminución que, por tipo de delitos, se produce en los cometidos contra las personas, los robos y otros contra el patrimonio y la propiedad, el tráfico de drogas, la seguridad vial o el orden público, lo que contrasta con el aumento de los delitos contra la libertad sexual o los malos tratos en el ámbito familiar.
Estos son los resultados con una perspectiva de cinco años. Ya centrados en 2016, el análisis estadístico de la criminalidad de los menores concluye que seis de cada diez delitos que cometen son contra el patrimonio (robos y hurtos) y el 28% contra las personas y la libertad. Un 77% de los delincuentes menores son españoles, un 8,7% africanos, un 8,2% de otros países de la Unión Europea y un 4,8% americanos.
Reconoce el alférez que están saliendo a la luz bastantes delitos contra las personas cometidos por menores, pero insiste en que “no hay un aumento considerable” de criminalidad en ese tramo de edad en ninguna tipología delictiva y en que se denuncia más.
En términos absolutos, son los delitos contra el patrimonio los que acaparan la mayoría de las detenciones -11.753 en 2016- y en esta tipología donde se observa una escalada delictiva: empiezan con un pequeño hurto y poco a poco se van atreviendo con hechos más graves. Moreno reitera que no puede hablarse de un perfil del delincuente menor, pero sí se observa la influencia que a veces tiene el haber sido educados en un contexto de permisividad. Acostumbrados a tenerlo todo, la reacción a un no puede ser tan exagerada que da lugar a la comisión de hechos tan graves como los recientemente ocurridos. En suma, no tienen tolerancia a la frustración. Un ejemplo claro, según el experto de la Guardia Civil, es el uso desmesurado de la violencia en el caso de la pareja de ancianos asesinada en Bilbao. “En el momento que ven obstáculos, no saben manejar la situación porque, entre otras cosas, carecen de habilidades sociales y lo único que manejan es la intimidación. A la mínima saltan, van al choque, a querer imponerse, y eso genera violencia”, explica el alférez.
Esa carencia de habilidades sociales también se debe a la falta de “cohesión social” en unas generaciones en las que la relación virtual ha sustituido a la personal, con el uso de internet que busca la “popularidad” y que les lleva a practicar retos como desaparecer 48 horas. Pese a los casos tan alarmantes de las últimas semanas, el alférez quiere sacar algo positivo, como la decisión de la Fiscalía de Bilbao de intensificar la inspección de los cetros de menores y comprobar por qué algunos tutelados no estaban localizados.