Bilbao- ¿Por qué es noticia la guerra? ¿Cuál es el morbo de ver matar?
-No creo que la guerra sea tanta noticia. Ojalá no tendríamos que documentar estas historias. Viví un momento en mi vida en que pensé que el mundo iba a mejorar. Fue con la caída del muro de Berlín en noviembre del 89. Estaba en El Salvador en plena guerra civil y recuerdo que con mis compañeros reflexionábamos sobre lo que íbamos a hacer a partir de entonces, ya que con el fin de la guerra fría entre EE.UU y la Unión Soviética se acabarían los conflictos regionales. Después, solamente la desintegración de la antigua Yugoslavia y la Unión Soviética han provocado más de 20 conflictos armados.
Francia -España también- tratan con Al Assad al mismo tiempo que despliegan tropas y ayudan a los rebeldes. ¿Cómo se plantea la información de esta guerra un periodista como usted?
-A la Comunidad Europea le encanta llenarse la boca de derechos humanos cuando estamos en procesos políticos y celebración onomásticas; son declaraciones pomposas, grandilocuentes y cínicas, porque todo lo que dicen lo incumplen continuamente y te das cuenta de que los mismos que hacen los discursos son los que apoyan los contratos de armas. Vivimos impotentes en un mundo de hipocresía y de cinismo absoluto.
Al leer informaciones de reporteros de guerra ¿son de fiar? ¿O viven en un hotel a buen recaudo?
-Cuando miro una información en un periódico, escucho la radio o veo la TV lo primero en lo que me fijo es en quién la ha hecho. Según esto lo leo, me fío, o igual lo pongo en cuarentena. Al final acabo leyendo no el diario cercano ideológicamente -que es lo que hace la gente como si su periódico le tuviera que dictar lo que debe pensar a diario-, sino que leo en función de los periodistas, porque los conozco bien y sé de quien fiarme.
De su experiencia personal. ¿Qué conflicto destacaría y por qué?
-No me gusta comparar unos conflictos con otros porque sería contraponer unas víctimas con otras. En la mayoría de los conflictos armados que he cubierto -casi todos en las últimas tres décadas-, los grandes perdedores son los civiles: mujeres, niños, ancianos, los combatientes que si dicen que no van a la guerra les pegan un tiro; niños soldados usados como verdugos. Las víctimas civiles son la única verdad incuestionable de una guerra.
La posibilidad de manipulación técnica de la noticia es tan grande que ¿dónde queda la credibilidad?
-Se puede manipular todo; en el fondo, la tendencia que tenemos los periodistas y tertulianos es a inventar conceptos para hablar y que nos paguen por ello. La mayor parte de los que comentan sobre una guerra no ha estado en su vida en una; desconoce el sufrimiento humano. Cuando me encuentro con tertulianos comentando excátedra les digo que vayan a los lugares en conflicto, los vean y luego, con un poco de decencia intelectual, hablen de ello.
¿Y la objetividad existe?
-Nadie es objetivo; es falso que alguien pueda escribir una historia objetiva; hablaría más de rigurosidad, de hacer las cosas con conciencia. Por eso, los periodistas en zonas de conflicto sabemos diferenciar quién manipula, quien es serio o no, aunque se equivoque. Pero sabemos quienes son los periodistas que trabajan decentemente y son rigurosos.
¿Publicaría lo mismo en el País, La Razón, la Sexta, el ABC...?
-He tenido la suerte de llevar más de tres décadas como Freelance. Soy de los pocos periodistas que pudiendo estar en plantilla, porque cuando acabé en la facultad había trabajo fijo, opte por no hacerlo; he recibido muchas propuestas a lo largo de los años, pero no he aceptado ninguna. He trabajado con periódicos conservadores que eran bastante más serios y menos manipuladores que los denominados progresistas.
Entonces, ¿por qué publica en el Heraldo?
-Llevo más de 30 años con el Heraldo de Aragón porque jamás me han tocado una línea y me consta que algunas informaciones no le han gustado a la empresa. Pero nunca he recibido un reproche ni ha venido el director a mostrarme su malestar. He escrito cosas en el Heraldo que no hubiera podido publicar ni en El País, el Mundo, la Razón, ni en la Vanguardia, ni en el Correo Español porque seguramente me habrían censurado.
¿Las guerras existen porque hay gente que se beneficia?
-La guerra es un gran negocio. Antes de que se dispare el primer tiro ya hay gente haciendo negocio, Personas con nombres y apellidos, encorbatados, personas que se presentan ante la sociedad, banqueros, empresarios. En las guerras los únicos que no se benefician son los civiles que son usados como carne de cañón.
Los medios están en manos de los poderes fácticos ¿Es posible esperar que haya una información creíble sobre la guerra u otras cosas?
-En el periodismo español hay un intento de hacer creer a la opinión pública que todo empezó con la crisis económica y es una gran mentira. La degradación comenzó cuando más dinero se ganaba con el periodismo; fue entonces cuando se inició la relación más impúdica entre los poderes fácticos económicos, financieros y los mediáticos. Cuando políticos, banqueros, grandes empresarios y medios de comunicación se aliaron para mostrar a la ciudadanía, sin un ápice de crítica, historias que eran absolutamente vergonzosas.
El público cree que los periodistas están vendidos
-Hemos sufrido una crisis de identidad porque los medios han dejado de ser creíbles para el público. Sin embargo, mis amigos están muertos por hacer periodismo, los suyos están en la calle. Al final el 90% de los periodistas hacen bien su trabajo, pero hay un grupúsculo de directivos y empresarios que se han dejado sobornar por el poder económico y se han prostituido notablemente, dedicándose a hacer el periodismo que quieren sus jefes, que ya no son ni siquiera los directivos de los medios, sino engranajes más oscuros.
¿El reto actual es el digital?
-No. Es recuperar el periodismo; la inmensa mayoría de los medios están contra las cuerdas. La única manera de recuperar la calidad periodística es invertir en periodismo, dejar que los periodistas hagan su trabajo y volver a demostrar a la ciudadanía que pueden confiar en nosotros. Es un camino difícil porque no solo hay un problema económico, sino también de identidad y la mayor parte de las personas que están dirigiendo los medios están demasiado domesticados para que hagan un cambio profundo en aras a mejorar y recuperar la confianza de los lectores, los televidentes y radioyentes.