donostia - Someterse al test de ADN para conocer finalmente si ese hijo con tanto parecido físico es realmente el descendiente biológico no es un trance por el que solo pasan los famosos de turno. Los reencuentros forzados por la evidencia genética son en Euskadi más cotidianos de lo que se intuye. Más de medio centenar de personas, casi siempre ellos, pasan por estas pruebas de paternidad certificadas que realiza el Banco de ADN de la UPV/EHU, cuya fiabilidad roza el 100%. Una muestra de saliva es suficiente para comprobar la relación de consanguinidad.
La mitad de las solicitudes que llegan al Banco son peticiones de particulares. El resto se canalizan por vía judicial. Cuando la lucha por la paternidad llega a los tribunales, el juzgado ha contactado previamente con la UPV para saber si aceptan la prueba pericial. A partir de ahí comienza el trámite de localizar a las partes y citarlas. Tanto en un caso como en otro, todos pasan por el laboratorio y prácticamente el 95% de casos se confirma de manera positiva.
“Normalmente, cuando es la madre la que reclama la paternidad, suele ser favorable. Es decir, el supuesto padre, lo es. Si es él quien impugna la paternidad, es decir, figura como padre pero dice no serlo, pues la verdad... hay de todo”. La asesora científica del banco de ADN de la UPV, Marian Martínez de Pancorbo, observa que por lo general las mujeres reclaman la paternidad con gran conocimiento de causa y “rara vez hay sorpresas”.
Tratan más bien de buscar la prueba confirmatoria. Una cuestión que ha vuelto a resurgir estos días tras la admisión a trámite de la demanda de paternidad presentada por una mujer de 58 años, que asegura ser hija del artista Manolo Escobar, fallecido en 2013 a los 82 años. La jueza encargada del caso resolverá en breve sobre las distintas pruebas que podrán practicarse para ser incorporadas a la causa, según ha expresado el Tribunal Superior de Justicia de Asturias (TSJA).
De forma presencial Son situaciones que bien conocen en el Banco de ADN de la UPV. La única diferencia es que casi siempre se trata de personas anónimas que se someten a las pruebas de forma presencial o bien enviando la muestra pero, eso sí, siempre facilitando la identidad de la persona que pasa por el exámen médico.
Hay quien no está dispuesto a dar sus datos. Por encima de todo desea preservar su anonimato y recurre a una de tantas compañías que se dedican a este negocio hoy en día a través de Internet. Los test de paternidad de bajo costo se han convertido en un floreciente negocio. Las ventas de estos kits se han disparado en los últimos años. Basta con una llamada por teléfono o rellenar una solicitud. El lote incluye varios bastoncillos, instrucciones y un formulario a cumplimentar por el destinatario. Ni siquiera es necesario aportar datos personales.
La asesora científica del banco de ADN admite que “es entendible” que muchas personas no quieran revelar su identidad y admite que estas compañías de Internet tienen la ventaja de garantizar el anonimato. Pero subraya otro aspecto no menos importante. “No hay que olvidar que también ofrecen la gran desventaja de no tener ninguna validez legal, por lo que nunca prodrán presentarse en un juzgado”, advierte.
Los test caseros tienen actualmente un costo de 200 euros, la mitad de lo que solían valer hace una década. La prueba en el Banco de ADN de la UPV supone un desembolso de 350 euros más IVA, en total, 423 euros, que la universidad justifica debido a la mayor “rigurosidad” del trabajo.
El primer paso a dar en el análisis se basa en la exclusión. Es decir, “lo primero que tratamos de ver es que no pueda ser el padre, o la madre, que en el análisis quede excluido. Para ello se utilizan marcadores genéticos, y hay que estudiar un elevado número de ellos porque no siempre aparecen exclusiones del todo claras. Los kits que habitualmente se utilizan tienen entre quince y 24 marcadores, pero pueden no ser suficientes. Si las pruebas se hacen sin rutina, hay ocasiones en las que no queda bien definido que esté excluido el padre, por ejemplo. En cambio, si la prueba se hace en un laboratorio, cuando encontramos un marcador que excluye, seguimos analizando más y más. Pero todo ello es algo que requiere de tiempo, cuidado y dinero”. Hasta no estar completamente seguro, el laboratorio no emite el informe favorable. El plazo que da la UPV para resolver estos casos es de diez días hábiles desde el momento en el que llegan las muestras.
Feliz reencuentro Uno de los trabajos que más huella ha dejado en el Banco de ADN “desde el punto de vista humano” fue una investigación que permitió unir a una abuela con sus nietas. Los padres de los menores habían desaparecido. Las niñas no podían ser acogidas por otros familiares si no se demostraba que había un parentesco. “Eran dos niñas de uno y tres años. La abuela las reclamaba, pero la única manera de traerlas desde Colombia era demostrando que era efectivamente la abuela biológica”, recuerda el equipo encargado de la investigación.
Como las menores no podían desplazarse, fue un médico quien les tomó las muestras de saliva. “Las recibimos e hicimos los análisis. Las pruebas de parentesco entre abuelas y nietas son un poco más complicadas, y por eso hicimos muchísimos marcadores hasta que pudimos demostrar que, efectivamente, se trataba de ella. Lo mejor fue que cuando las niñas llegaron aquí, toda la familia vino a visitarnos. Fue muy gratificante”.
Como esta, casi todas las investigaciones se correspoden con familias anónimas, aunque los investigadores del laboratorio se guardan para sí, por la “absoluta confidencialidad” de su tarea, las anécdotas que rodean a algún que otro rostro conocido. “Por lo general, son personas sin mayor trascendencia mediática. Eso sí, cuando un juzgado determina que hay que aplicar la prueba de paternidad a una persona pública se suele hacer de manera prudente. Si los casos acaban trascendiendo es por otros intereses, pero los profesionales somos muy celosos al respecto”, detalla esta catedrática de Biología Celular.
No hay más que recordar el revuelo mediático que surgió con la toma de muestras de ADN del pintor Salvador Dalí. En septiembre se supo que Pilar Abel Martínez no era hija del artista, cuyos restos habían sido exhumados el 20 de julio. A la luz de los resultados, la Fundación que custodia la obra del artista lamentó que “la inusual e injustificada decisión judicial de practicar la exhumación” se confirmaba “como totalmente inadecuada y desproporcionada”.