A Coruña - La profesora de Psicobiología de la Universidad de A Coruña Blanca Laffon sostiene que en estos momentos, quince años después del accidente del Prestige, “se ha eliminado el rastro” que la limpieza de fuel del petrolero dejó en el ADN de las personas expuestas en la Costa da Morte gallega.
“Ya no existe un riesgo de desarrollar cáncer superior en las personas expuestas al fuel con respecto a las que no lo estuvieron, aunque ese riesgo sí estaba presente en el momento de la exposición”, cuando miles de voluntarios acudieron a las playas de la Costa da Morte para participar en las tareas de limpieza del vertido.
En una entrevista con Efe, Laffon, licenciada en Farmacia por la Universidad de Santiago de Compostela, recuerda los dos estudios en los que participó orientados a determinar si las personas expuestas al fuel podían sufrir alteraciones genéticas y del sistema inmunitario y endocrino: el primero se realizó cuando esas personas estaban todavía expuestas, y el segundo siete años después. Con respecto al primer estudio, se dividió la población en cuatro grupos, uno de control -de no expuestos-, otro de voluntarios -estudiantes de universidad que limpiaron de lunes a viernes-, y trabajadores -fundamentalmente contratados por Tragsa- expuestos a nivel de playa recogiendo manualmente fuel, y los que utilizaron máquinas para limpiar con agua a presión las rocas.
Una vez recogidas las muestras en sangre para evaluar las alteraciones a nivel genético, se comprobó que esas personas tenían un daño en el ADN que no presentaban los individuos de control, e incluso los expuestos cinco días registraban un daño mucho mayor, sugiriendo que, a medida que la exposición se prolongaba, el organismo respondía con un efecto adaptativo.
Siete años después se hizo un seguimiento en otro proyecto en el que se analizaron los marcadores de daño genético y alteraciones endocrinas e inmunológicas con una muestra de población más pequeña extraída de aquellos pueblos donde las exposiciones habían sido mayores, en concreto con participantes de las cofradías de pescadores y mariscadores. La conclusión fue que el daño genético resultó igual al basal, lo que quería decir que “años después las personas ya se habían recuperado del daño inducido”.
En definitiva, continúa, “si los resultados tras siete años indicaban que el nivel de daño genético en el ADN -indicador del incremento de riesgo de sufrir determinadas patologías, como el cáncer- era basal, a ese nivel hoy no habrá nada”, subraya Laffon. No obstante, los resultados de los análisis endocrinos e inmunológicos sí mostraron ciertas alteraciones en las personas expuestas que aconsejaban la realización de un seguimiento para la detección temprana de posibles problemas de salud.
La científica advierte de que si se repitiera una catástrofe como la del Prestige las consecuencias podrían ser las mismas, a no ser que se gestionara de otra forma. “El Prestige nos pilló muy desprevenidos, todo el mundo se lanzó al mar y a las playas a limpiar desde el primer momento y solo fue después cuando se distribuyeron dispositivos de protección, se hicieron equipos de trabajo y se organizaron horarios”, relata. “No todo el mundo utilizó el traje, la mascarilla y los guantes cuando fue a limpiar el chapapote, lo que ya dice algo, y las mascarillas distribuidas en un primer momento no fueron las adecuadas para la exposición a los gases que allí había”, recuerda Laffon.