Estefany y Naydelin, de Guatemala, y Josephine y Ezelina, de Malaui, han viajado a España para explicar su lucha contra el matrimonio infantil en sus países, que este año lo han prohibido por ley, aunque las menores explican que lo más importante para evitarlos es hablar con los padres para que les dejen estudiar.
Las cuatro activistas han recibido la ayuda de la ONG Plan Internacional, que les ha permitido poder seguir estudiando y librarse de ese futuro que ya tenían escrito: casarse al cumplir los 13 o 14 años.
Ellas son el ejemplo de que las oportunidades pueden cambiar sociedades condenadas por la pobreza a perpetuar las desigualdades y la marginalidad. Y ahora, quieren ayudar a convencer a las familias y a los líderes de su comunidad de que con educación se ganan muchas batallas, contra la explotación infantil y los matrimonios forzados.
“Allá las niñas de mi aldea prefieren casarse y no estudiar, aunque en realidad es que muchos papás no les dejan estudiar porque piensan que los varones tienen más derechos que ellas y otros les obligan a casarse; también hay maltrato y las niñas quieren irse porque creen que su vida va a ser mejor fuera de la familia”, cuenta Naydelin, que tiene 13 años y vive en una pequeña aldea de Guatemala.
En la Guatemala rural, el 23% de las mujeres se casan antes de la mayoría edad, en matrimonios pactados, explica esta ONG que trabaja desde 2015 en una campaña para elevar la edad de los 14 a los 18 años.
Estefany también pertenece a una familia con escasos recursos, que vive en una comunidad de 250 habitantes, “donde las familias tienen entre 10 y 14 hijos y con un índice de extrema pobreza”. “Los niños no estudian, trabajan en el campo para sobrevivir”.
“La mayoría de las niñas de mi comunidad se han casado; hace unos años el padre daba su hija a otra persona a cambio de un terreno o una vaca, ese era el valor de la mujer, ahora ha cambiado un poco”, cuenta.
A pesar de que la escuela queda muy lejos de su casa, no fue un obstáculo para Estefany, que con mucho esfuerzo y enfrentándose incluso a su padre, completó su educación secundaria y empezó estudios en la universidad, aunque ha tenido que abandonarla para trabajar y aportar recursos para su familia. “Mi papá ha cambiado y ahora mis hermanos estudian también, se ha dado cuenta de que el estudio es muy importante y es la base fundamental dentro de la sociedad para encontrar un empleo digno”, relata.
Malauí es, junto a Guatemala, otro de los países que este año han aprobado legislaciones prohibiendo el matrimonio de menores de 18 años, y ha sido gracias a una movilización social, impulsada por Plan Internacional, entre otras organizaciones, y respaldada incluso por la primera dama de ese país africano.
Ezelina, de 23 años, presenta un canal de televisión juvenil donde anima al empoderamiento de las niñas y fue una de las colaboradoras más activas en esa campaña contra las uniones infantiles, una costumbre muy arraigada en su comunidad donde se practica el pago de la “lobola” (precio de la novia) con vacas, que es un importante ingreso para las familias.
“La ley ahora permite el acceso de las niñas a la educación; en mi país el papel de la mujer es reproductivo y se deben quedar en casa y cuidar de los niños y de toda la familia”, recuerda Ezelina, empeñada en eliminar esas prácticas culturales que limitan los derechos fundamentales de las niñas.
Josephine, de 16 años, cuenta que los niños del Comité Juvenil de su comunidad, al que pertenece, se reunieron con miembros del Gobierno de Malauí “que nos ofrecieron su ayuda y se alegraron de nuestro compromiso”.
Para celebrar este día de las niñas, más de 35 ciudades de todo el Estado iluminaron de rosa algunos de sus edificios más emblemáticos, a iniciativa de la organización de defensa de los derechos de la infancia Plan Internacional.