Madrid - Han alzado la voz contra el poderoso mercado. ¿La razón? El excesivo precio de los fármacos para combatir el cáncer en general. De hecho, los oncólogos estiman que el propio sistema de atención sanitaria está en peligro de mantenerse la tendencia. Así lo ponían de manifiesto desde la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) con una elocuente frase: “Los costes del tratamiento del cáncer se están disparando”. La idea fue expresada ayer por el oncólogo Josep Tabernero quien apelaba a las administraciones -a todos los niveles- a elaborar una estrategia conjunta para que la factura farmacéutica no suba más.

Tabernero se mostró preocupado por los altos precios de reembolso que las autoridades sanitarias de cada país logran negociar con la industria farmacéutica cuando la Comisión Europea autoriza un nuevo medicamento. Esta situación está generando un “problema económico grave”, agregó el presidente de la SEOM, Miguel Martín.

“Cada vez cuestan más y cada vez hay más fármacos y más pacientes. El gasto oncológico va creciendo y va a ser inabordable”, alertaba Martín. Ambos expertos coincidieron en que todos los agentes del sector están sensibilizados con este problema, incluida la industria farmacéutica.

No obstante, se mostraron partidarios de solicitar un abordaje conjunto para garantizar que los sistemas sanitarios puedan ofrecer a sus pacientes los nuevos tratamientos que se están desarrollando.

Precisamente esta organización médica cuenta en su organigrama con un grupo de trabajo que analiza los temas de sostenibilidad del sistema de atención sanitaria, acceso a fármacos “y nuevos modelos de reembolso”. Suya es precisamente la propuesta de que el coste de cada medicamento “se adapte a valores geográficos y al valor del medicamento en cada indicación”.

Es decir, que el precio debería estar basado en la eficacia del medicamento en un tumor determinado y debería también estar adaptado a la economía y geografía de cada país. Así, señaló Tabernero durante el Congreso de la Sociedad Europea de Oncología Médica, se deben atender al Producto Interior Bruto (PIB) u otros indicadores para calcular el valor que tiene un tratamiento en una población determinada en función de las necesidades y nivel económico de cada país.

Eficacia Asimismo, para calcular lo que paga un sistema público de salud a la industria por un medicamento no solo debería tener en cuenta el precio que fija el laboratorio sino también medir otras variables como su eficacia. Y en fármacos con más de una indicación [algunos sirven para diferentes tumores y pueden utilizarse como primera opción o cuando hay una recaída, describían los oncólogos], la eficacia puede variar del uso que se le dé porque “su valor no es el mismo”, aclaraba.

De igual modo, desde la sociedad médica también promueven la integración de los “medicamentos biosimilares” -equivalentes en calidad, eficacia y seguridad a un medicamento biológico original- ya que, a su entender, “pueden servir para rebajar el precio de algunos tratamientos una vez que la multinacional en cuestión pierda la patente. “La Agencia Europea del Medicamento es muy rigurosa en el proceso de aprobación y los fármacos se aprueban cuando demuestran que son similares a los originales, y eso aporta un gran valor a la sostenibilidad del sistema”, decía Tabernero.

El problema del elevado precio que tienen en la actualidad, añadía el presidente de la Sociedad Española de Oncología Médica, Miguel Martín, “es que favorece que el acceso a los tratamientos no sea uniforme en España ya que hay comunidades autónomas que recurren a una serie de trampas para retrasar el uso de determinadas terapias pese a estar autorizadas a nivel estatal o europeo. Hay una cierta demora de unos meses -desde que la Comisión Europea aprueba un fármaco hasta que se fija un precio de reembolso en España- que se podría reducir”, según Martín, que no obstante reconoció que en los últimos tiempos el proceso se ha acelerado y “ya no es escandaloso”, sobre todo si se compara con otros países.

Autorizaciones Además, tal y como añadía Tabernero, “no solo se debe tener en cuenta el tiempo que pasa desde la aprobación a la fijación de precios sino también el número de tratamientos autorizados”, dado que hay países como Francia o Reino Unido donde el acceso es más inmediato pero aprueban menos fármacos que en otros países lo que puede llevar a que se produzcan situaciones de desabastecimiento de medicinas críticas.

Por otro lado, tanto Martín como Tabernero reclamaron un mayor papel para la investigación académica, independiente de la promovida por la industria farmacéutica; un escenario para el que, según subrayaron, sería necesario un mayor apoyo financiero por parte de las administraciones. “La industria tiene mucho dinero y pone recursos, y eso es muy importante, pero los estudios de la industria no siempre dan respuesta a todas las preguntas que nos podemos plantear”, defendía el presidente de SEOM.

Además, Martín reconoció que los ensayos clínicos tienen un coste muy elevado, tanto la puesta en marcha como el seguimiento de todos los pacientes que incluye, que sin el apoyo económico de la industria “es difícil de llevar adelante” porque no hay ayudas públicas para los estudios académicos o colaborativos entre hospitales.

También insistieron ambos especialistas en la necesidad de hacer investigación clínica cuando haya una evidencia previa de los posibles beneficios que puede aportar una nueva terapia, ya que “el probar por probar” puede tener repercusiones negativas en los pacientes. - E.P./DNA

Conclusión. El gasto en tratamientos “en algún punto será inabordable”, por lo que “habrá que llegar a algún tipo de consenso o regulación para ver qué es lo que somos capaces de pagar”.

Alternativas. Los oncólogos europeos defienden la introducción de los ‘biosimilares’ que “sí están bien desarrollados serán un factor clave para la sostenibilidad de los sistemas de salud y para facilitar el acceso a los pacientes”.