Uniformes al armario. Viseras, bañadores y toallas a la mochila. Llega el verano y con él, el tiempo de disfrute para los más pequeños. Pero para muchos adultos llegan horas de vueltas y vueltas en la cama para llegar a la solución de qué hacer con los pequeños de la casa. Es un tiempo de decisiones en las que según Etxadi, Centro Universitario de Psicología de la Familia, “hay que centrarse en las necesidades que puedan tener los hijos e hijas de manera individual”.
La gestión del tiempo en verano es diferente para cada familia. Una de las opciones es ir a un campamento, pero esta salida tan solo soluciona el problema de 10 a 15 días y no todo el mundo puede afrontar sus costes. Los abuelos son una de las soluciones más recurrentes pero también hay quien no tiene esa red familiar en la que apoyarse y el tiempo de relevo entre la pareja no es siempre es posible.
Izaskun Poveda es una de las afortunadas que puede ofrecer a su hija de dos años tiempo en familia durante todo el verano. Eso sí, cubrir todas las necesidades de la pequeña de la casa conlleva para ella y su marido menos tiempo en pareja y menos tiempo para sí mismos. Trabaja en hostelería de siete de la tarde hasta media noche, por ello, puede pasar toda la mañana junto a su hija. “A las 6 y media de la tarde viene mi marido y es un hola y adiós. Es duro, pero nos arreglamos”, confiesa. Izaskun se considera “afortunada” por poder disfrutar del verano con su hija. Las mañanas las pasan dando vueltas por la Plaza Nueva, yendo a jugar al parque, paseando por la playa o bañándose en la piscina, pero sobre todo, pasan las mañanas disfrutando la una de la otra.
Los nietos de Demetrio Saínz en cambio, pasan las mañanas de verano junto a su abuelo. Demetrio regenta el restaurante Víctor de la Plaza Nueva de Bilbao, y en él trabajan sus tres hijos, por ello es él quien se encarga de los 6 nietos que tiene. No coincide con todos a la vez, pero “tres, cuatro, o dos, no fallan”, asegura. Confiesa que se las apaña bien, y que “es divertido” aunque también hay momentos de revolución. “Estamos todo el verano con ellos. Se pegan los unos a los otros, se pelean, están todo el día que si tú me has pegado que si el otro me ha dado un golpe, todo el día riñendo. Menos mal que algunos son ya algo mayores y ponen orden”, asegura. Demetrio y sus nietos no paran en todo el verano; algunos días se van a Gorliz, después unos ocho días los niños se van de campamento y luego a mitad de agosto ponen rumbo al pueblo que se encuentra en la provincia de Burgos. El día 20 finalmente se asientan en Bilbao y disfrutan toda la familia juntos de la Aste Nagusia. Los días que están en el Botxo, Demetrio descansa a partir de las 6 de la tarde, que es cuando los padres de los pequeños van a recogerles “hasta el día siguiente que les distribuyen otra vez”, cuenta el dueño del restaurante Víctor.
Izaskun y Demetrio son afortunados de poder ofrecer a los pequeños de la familia un verano en compañía, lleno de amor y disfrute. Sin embargo, según el informe Nativos de la crisis: los niños de la llave de Educo en una encuesta realizada en 2017 en el Estado español, el verano pasado cerca de 580.000 niños de entre 6 y 13 años se quedaron solos por la imposibilidad de sus padres de dejar el trabajo para atenderles, la ausencia de una red familiar que les apoyara o el hecho de no poder afrontar los gastos de un campamento. Rober Caro, de fundación Ítaca, asegura en el informe que “en verano las familias van a preguntar por los campamentos de verano y en base a su situación económica se les puede otorgar una beca o una parte. Y a veces se queda la beca en un 75%, que significa pagar 20 euros por semana. Incluye comedor, piscina, excursión, y 7 horas y media de atención. Hay familias que directamente dicen que es muy caro, y optan por dejar a los niños solos en casa”.