Nadie discute que la leche, y en concreto la materna, sea para la infancia el mejor alimento y en consecuencia posiblemente el más adecuado vehículo de salud. La cuestión es si este vehículo de salud sigue siéndolo tras la infancia. La respuesta puede buscarse en los anales de bioquímica, pero es mejor hacerlo antes en la propia historia.
Desde hace posiblemente más de 10.000 años, los humanos, especialmente los europeos blancos, consumen leche siendo adultos sin mayores problemas generales y con una alta eficiencia alimenticia. Es posible que al principio no tuvieran todas las enzimas para asimilar los productos que hay en la leche, pero la misma historia dice que la epigenética ha sido lo suficientemente hábil como para incorporar a la alimentación diaria un producto cargado de salud como es la leche.
Viendo como se desarrollaban rápidamente los niños no es de extrañar que la leche fuese formando también parte de la dieta de los adultos. Cualquiera, aunque sea profano en conocimientos bioquímicos, observa que la leche aporta energía, que suministra sustancias para la estructura, como son los huesos, músculos y dientes, y sobre todo que su no consumo facilita la aparición de algunas carencias.
Del mismo modo que las carencias devenidas de su no ingesta eran evidentes, también lo eran las consecuencias de su exceso de consumo. Hoy en día a toda esta experiencia histórica se suman evidencias científicas que corroboran de manera indiscutible el rol primordial de la leche como una de las mejores, si no la mejor, fuente dietética de calcio, de vitamina D y de otros productos energéticos (lactosa) y estructurales, proteínas (como caseínas y albúminas).
patrones comerciales Pero las modas y en las últimas décadas en concreto las modas dietéticas, que siguen patrones comerciales más que de salud, están intentando poner en entredicho este rol nutricional de la leche entre la población en un claro intento de magnificar las partes negativas del consumo (excesivo) de la leche, que las hay, al mismo tiempo que ningunean no solamente su papel nutricional en el pasado, sino en el presente de la alimentación. Todo ello fomentando consumos de productos que llaman leches, pero que en realidad serían sopas, extractos, caldos o derivados de productos vegetales como soja, avena, almendra, que son en principio buenos, pero en ningún caso sustitutos completos de la leche.
Si se considera el consumo de leche como algo no beneficioso para la salud se tendría que analizar con cuidado el porqué en zonas de India, Brasil y del este de China, que hace 100 años apenas consumían leche, han dado un salto cualitativo en su consumo a la par que en su desarrollo tecnológico, industrial, financiero y social.
En tan poco tiempo, de su incapacidad o escasa predisposición genética-enzimática al uso de la leche en adultos, han pasado a un consumo francamente notable y casi exponencial. La pregunta implícita es por qué los europeos y occidentales blancos van a poner en entredicho un producto de consumo alimenticio que tan eficaz ha resultado y resulta en la historia.
La pregunta es planteable y pertinente porque con el aumento de la edad y la amplia disponibilidad de múltiples alimentos que aportan los nutrientes que necesita el humano, la leche y los derivados lácteos podrían pasar a ser en nuestro imaginario nutricional algo substituible cuando no prescindible, como algunos plantean.
Con motivo de la celebración del Día Mundial de la Leche el pasado 1 de junio, representantes de tres instituciones relacionadas con la nutrición: Gregorio Varela, catedrático de Nutrición y Bromatología y presidente de la Fundación Española de Nutrición (FEN); Ángel Gil, catedrático de Bioquímica y presidente de la Fundación Iberoamericana de Nutrición (FINUT) y Ascensión Marcos de la Federación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y. Dietética (FESNAD) e investigadora del CSIC, preocupados por la reducción permanente del consumo de leche y de lácteos en España durante la última década, han dado a conocer un informe de gran rigor científico-técnico La leche como vehículo de salud: calcio y sus determinantes en la salud de la población española.
leyendas El mito más extendido y vendido es que las bebidas vegetales (soja, avena, almendra) son mejor alternativa de salud que la leche. Esto es al menos lo que dice los resultados del estudio de KANTAR realizado en 2016, en el que el 81% de los consumidores que redujo el consumo de leche cambiándolo por una bebida vegetal lo hizo argumentando este motivo.
¿Esta razón que aducen es una realidad científica? Al decir y buen saber de quienes han presentado este estudio sobre la leche, esta decisión está ausente de cualquier razonamiento científico con rigor. “Las bebidas vegetales no son sustitutivas de la leche desde un punto de vista nutricional, ni equiparables a ella en cuanto a sus aportes de calcio dietético”, señala el profesor Ángel Gil.
Se cita el calcio como elemento clave porque lo es, pero la leche nos aporta nutrientes para las tres funciones básicas: nos aporta energía con sus grasas y azúcares, especialmente lactosa; nos proporciona nutrientes estructurales, sobre todo proteínas como caseína y albúminas y minerales como calcio biodisponible; y en tercer término nos proporciona nutrientes reguladores como vitamina A y D además de calcio ionizable.
“Se ha extendido tanto la idea de que una dieta exenta de leche y lácteos no es problema alguno para alcanzar las ingestas recomendadas de calcio y vitamina D que, a pesar de ser un error manifiesto, es muy frecuente escuchar de la leche que engorda, que produce artritis, cálculos en el riñón, que es casi un tóxico que se comporta casi como un veneno y que además existen muchos intolerantes a la lactosa”, dice Ascensión Marcos.
marketing comercial Entre lo real y lo inventado hay tanta diferencia que estas tres instituciones salen al paso sobre algo que comenzó siendo una moda y un marketing comercial pero puede terminar afectando de forma sustancial a la salud de la población, porque la leche no es que aporte solo calcio, sino que lo aporta con vitamina D en la proporción biodisponible correcta. Las bebidas presuntamente sustitutivas, por ejemplo de soja, apenas tienen calcio y el comercializado es añadido de difícil biodisponibilidad. Esas bebidas no contienen vitaminas D, y no solo esto, sino que tienen hasta tres veces más azúcar que la leche que solo tiene lactosa que además de dar energía participa en la absorción del calcio. “Por otra parte, en la propaganda sobre estas bebidas, presuntamente sustitutivas de la leche, se hace hincapié en la cantidad de calcio que tienen, pero no tanto en la calidad de ese calcio, porque no es lo mismo. El calcio de la leche va ligado con la cantidad adecuada de vitamina D y con proteínas que coayudan a que este mineral sea mucho más absorbible y en mayor cantidad. Con lo cual, la leche además de superar a estas bebidas en cantidad de calcio, gana por goleada en el calcio que pasa a estar disponible en el cuerpo; es la categoría de mayor y mejor biodisponibilidad”, apunta Ángel Gil.
sin pasarse Los relatores del informe hablan de cubrir los mínimos de consumo de calcio y vitamina D pero sin pasarse en el exceso, porque ambos extremos son nocivos. La escasez puede derivar en mala coagulación sanguínea, problemas musculares y sobre todo dentales y óseos con la osteoporosis presente en una población que envejece, y especialmente entre las mujeres. Por otra parte, su exceso de consumo puede devenir, debido a las grasas y azúcares y al propio exceso de calcio, en riesgo cardiovascular, problemas renales y artritis.
Teniendo en cuenta esto, los expertos se manifiestan preocupados porque debido a falsos mitos sobre el consumo de la leche y derivados lácteos, hasta el 80% de la población española presenta un consumo muy inferior del necesario de las ingestas diarias recomendadas de este nutriente.
“Dado el gran valor del calcio en nuestra salud, más allá de la infancia y la adolescencia, es clave asegurar un consumo correcto del alimento que más y mejor calcio nos proporciona: la leche. Por lo que ésta debe formar parte de la dieta habitual, desde la infancia a la madurez”, dice Varela.
Como ejemplo citan que las leches sin lactosa, para los incompetentes o intolerantes a este azúcar, pueden ser válidas porque incluso aumentan la absorbilidad del calcio. Asimismo, las leches enriquecidas con calcio y vitamina D pueden ser una útil ayuda ante necesidades nutricionales específicas, como en la niñez, en adultos inactivos, mujeres embarazadas y postmenopáusicas, deportistas, fumadores... Estas leches enriquecidas ayudan a equilibrar su alimentación.
Mayor densidad ósea, menor riesgo de fracturas, energía en cantidad suficiente, buena dentadura, potencia muscular? Son tantas las ventajas de un consumo correcto de leche que cuando menos hace falta un toque de atención ante el descenso en su consumo basado en mitos y propaganda de marketing más que en realidades científicamente testadas.