Donostia - Tras la comisión de un delito de maltrato animal, la sanción no suele tener más recorrido que una multa o la realización de trabajos comunitarios. Desde el ámbito de la criminología, Carmelo Hernández, que participó en las jornadas de la UPV/EHU, aborda las conductas psicopáticas de quienes cometen este tipo de delitos.
¿Cuáles son los programas que se trabajan actualmente con personas condenadas por delitos de maltrato animal?
-En este momento se está llevando a cabo el programa Probeco, que tiene un carácter institucional en aplicación en toda España. Lo que sucede es que este es un programa que atiende cuatro derivaciones con distinta tipología criminal. Los profesionales detectan que el maltrato animal debería tener una mayor autonomía a la hora de tener un programa específico para estos casos, por las repercusiones sociales que tienen y sobre todo por la implicación, en cuanto a especies que habitamos y poblamos el planeta Tierra. De tal manera, sería importante que se valorara la pertinencia de establecer, conforme al marco legislativo, programas que sean específicos para la prevención y la intervención con sujetos que sean agentes activos en el maltrato animal.
¿Cuál es el perfil de los maltratadores de animales?
-Este perfil todavía está en construcción. En el ámbito de la criminología y de la psicología criminal, lo que sí que por ejemplo tenemos avanzado es el conocimiento de que los trastornos de personalidad asociados a conductas psicopáticas y sociopáticas, en muchísimos casos, dan positivo, como indicador y marcador clínico, en maltrato animal. Es decir, es muy fácil que una persona que sea maltratadora de animales desarrolle luego conductas punitivas en general, que sean disociales con el conjunto de la sociedad. Además, en muchos casos se utilizan las mascotas en supuestos de violencia de género y en casos de exposición de menores a violencia donde la mascota se utiliza como excusa, incluso para amenazar al menor para que no denuncie. Y estas son cuestiones que se deberían de tener en cuenta a la hora de redefinir, incluso, supuestos concretos de violencia de género.
¿Dónde está la línea de lo que se considera maltrato animal?
-Todavía no tenemos un marco legal claro, ni una conciencia ciudadana clara. En determinadas comunidades rurales tener un perro atado se considera que es por la seguridad del perro y para la ciudadanía, pero tener a un perro atado días y horas, y ponerle un plato para que coma es la misma situación que tener a una persona encerrada y que la estemos alimentando por sostenimiento. Necesitaríamos ser claros y tener un conocimiento de lo que en el momento actual se define como maltrato y todos aquellos tipos de maltrato que lo son y no se consideran actualmente maltrato. Por tanto, aquí tenemos un terreno amplio a la hora de definir lo que es maltrato y contar con distintos operadores, no solamente jurídicos sino del ámbito de la psicología y de la criminología para que podamos aportar reconocimiento y se pueda ampliar una visión que no es la que corresponde.
¿Cree que hoy en día existen consecuencias reales para alguien que maltrata a un animal?
-Si realmente miramos los tipos penales que tenemos, la ley no tiene un sentido de disuadir porque muchas veces se paga una multa o se hace un trabajo comunitario y ya está. Sale muy barato estar desarrollando conductas que son antisociales y en contra de la diversidad. Este es un delito que está a medio definir todavía y que debe tener un largo recorrido porque estamos hablando del futuro de la humanidad y su conjunto.
Y para que no se llegue a los niveles de maltrato, ¿qué tipo de trabajo de prevención se debería hacer?
-La visión que debemos tener es estructural. Es decir, debemos empezar ya en la escuela y en la familia, desde lo básico, a cambiar el concepto de mascota por el de ser viviente en interacción que comparte el espacio, que tiene otras necesidades, que tiene emociones, que tiene sentimientos y que en algún momento determinado puede ser objeto de la cesión de unos derechos. Por tanto, tenemos que empezar cambiando conceptos y sobre todo empezar a implementar una cultura de la diversidad, en la cual cada ser vivo tenga su espacio en el planeta Tierra; eso es básico.