De mi primera visita a África vine con la imagen en mi retina de un continente de mujeres y niños/as. Si es así en general, en el caso de Burundi, uno de los países más pobres del planeta, es la realidad palpable. En el hogar, en el campo, en la escuela, en el cuidado de los hijos y de los mayores, son la fuerza laboral y el sostén real del país. Por eso las Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) que prestan ayuda tienen claro que dirigir sus acciones de apoyo a la mujer es elevar el bienestar de toda la familia, colaborar a una mayor educación, hacer progresar el barrio, el pueblo o la colina y en conjunto empujar de manera decisiva al desarrollo del país.

Y siendo todo esto verdad, la mujer está al mismo tiempo secundarizada en lo público, sufren violencia en todos sus grados y mucha más discriminación de la que desde Europa podamos imaginar. Aún así, son la sal de la tierra y la savia de la sociedad, sin cuyo aporte Burundi y todo el continente negro estaría todavía peor de lo que está hoy día

Burundi es una pequeña república ubicada en la región de los grandes lagos del África Oriental que carece de salida al mar. Limita al norte con Ruanda, Tanzania al sur y este y con la República Democrática del Congo al oeste.

intercambio de aprendizaje Aline Niyonzima y Dorothée Buhangare son dos mujeres lideresas comunitarias de la región de Makamba, a 30 kilómetros de Buyumbura la capital de Burundi, que han visitado Euskadi para conocer in situ diferentes experiencias de mujeres en el mundo rural e intercambiar aprendizajes con varias escuelas de empoderamiento existentes en Euskal Herria.

En su estancia entre nosotros han visto el funcionamiento de las escuelas de empoderamiento de Durango y Basauri y distintos proyectos agropecuarios liderados por mujeres del territorio de Gipuzkoa, de Gabiria y Zarautz. Aline y Dorotheé han intervenido también en las jornadas Resiliencia, Desigualdad y Derechos de las Mujeres, organizadas por Oxfam Intermón de Bilbao.

Buhangare participa en la Escuela de Empoderamiento de Mujeres que Oxfam Intermón creó en 2015 en su región. El objetivo del proyecto, financiado por la Agencia Vasca de Cooperación al Desarrollo, es facilitar los procesos de empoderamiento y de liderazgo transformador de las mujeres en las comunidades rurales, además de promover y apoyar a las organizaciones y colectivos existentes.

invisibles La escuela es un espacio de reflexión, formación, encuentro y solidaridad para que las mujeres de ámbitos rurales puedan participar en los espacios públicos y especialmente políticos. “La mujer en Burundi no existe; está invisibilizada. Además, cuando llegan hasta hasta ámbitos de poder, donde podrían influir para mejorar la situación de sus compañeras, miran para otro lado y se comportan como los varones”, relata Dorotheé , portavoz de la asociación CAFOB (Colectivo de Asociaciones y ONGs femeninas de Burundi integrada por 72 organizaciones, la contraparte con la que trabaja Oxfam en la escuela de Empoderamiento.

Esta experta, que está especialmente implicada en asuntos de seguridad alimentaria y en la defensa de los derechos de las mujeres en la región de Makamba, no duda al señalar que “el futuro de Burundi está en la mujer; en las nuevas generaciones, en la medida que se equiparan ambos sexos en igualdad; está siendo difícil y muy duro pero se están dando pasos importantes para que ellas sean conscientes de sus derechos también en en el ámbito de la política. Ya hemos conseguido que tengan su DNI para obtener su ciudadanía y poder votar a representantes que luchen por ellas”, dice sonriente.

Por su parte, Aline Niyonzima, componente del equipo de ACORD, una de las organizaciones con las que Oxfam Intermón trabaja en Burundi, ayuda a mujeres en diferentes procesos de desarrollo, como el lograr el acceso a la tierra o a conseguir préstamos para poner en marcha actividades generadoras de ingresos. “Porque el gran problema de Burundi junto a la malaria, es el hambre”, dice esperanzada.

agricultura familiar Porque los proyectos en los que trabaja Aline posibilitan que en la región de Makamba se haya pasado de una agricultura de subsistencia a ser autosuficientes, con un ligero margen para comerciar. “Una agricultura familiar con cultivos de maíz, alubia, arroz, yuca, cacahuete, entre otros, que posibilitan que cientos de personas dejen de pasar hambre”, explica Aline.

Y es que el 98% de las mujeres burundesas trabaja en el sector agrícola y contribuyen así a más del 50% de la riqueza nacional. A pesar de ello, y por norma general, los recursos generados en el hogar son gestionados por los hombres y los dividendos para las mujeres se hacen raramente visibles. El hecho de que la tierra no les pertenezca, ya que en el mejor de los casos las mujeres son usufructuarias de los terrenos en los que trabajan, hace que su labor en éstas sea infravalorado.

Burundi es uno de los diez países más pobres del mundo y tiene el segundo PIB per cápita más bajo según el Banco Mundial, después de la República Democrática del Congo. El PIB de Burundi es bajo debido a las guerras civiles, la corrupción, el pobre acceso a la educación y los efectos del VIH/SIDA. Burundi está densamente poblado -con 8,1 millones de habitantes en 2008, más de la mitad tiene menos de 17 años y la esperanza de vida alcanza los 51 años -, con una emigración sustancial. El cobalto y el cobre son sus principales recursos naturales, y algunas de las principales exportaciones son azúcar y café. “Pero la riqueza está en manos de unos pocos, mientras que la mayoría de la población vive en la pobreza y enferma de malaria”, dicen al unísono, conscientes de que los cambios llegan de la mano de la mujer, aunque queda un largo camino por recorrer”.