Bilbao - El Consejo Europeo de Investigación [ERC, por sus siglas en inglés] recibe cada año miles de solicitudes en busca de financiación para poder desarrollar una idea, una línea de trabajo, un proyecto novedoso. No hay cuotas asignadas por países ni por disciplinas científicas. La búsqueda de la excelencia y el potencial investigador son los únicos criterios que determinan la concesión o no de una ayuda económica (entre 1,5 y 2,5 millones de euros) durante cinco años.
Son convocatorias “terriblemente exigentes” ilustraba ayer Fernando Cossío -director científico de Ikerbasque- y solo un 10-15% logran finalmente acceder a esos prestigiosos fondos europeos. Es en este contexto tan exigente donde habría que ubicar los 23 expedientes conseguidos o ejecutados en los diez últimos años por los centros de excelencia e instituciones académicas vascas por un importe superior a los 30 millones de euros.
Una cantidad que ha abierto la puerta de “la ciencia en estado puro” a un panel de investigadores para pensar a lo grande, sin complejos ni condicionantes. Es el caso de Aitziber López Kortajarena, investigadora principal de un proyecto de nanotecnología dotado con 1,7 millones de euros. Trabajaba en Madrid junto a una estudiante de doctorado cuando su planteamiento recibió el visto bueno, un respaldo a sus ideas y a unas líneas de investigación que empezaba a desarrollar con recursos limitados.
Ahora, un año después de aquel reconocimiento de la comunidad científica, su equipo de trabajo está en casa, en Gipuzkoa, en el CIC biomaGUNE. “Nosotros somos autónomos de la ciencia y gran parte de nuestro tiempo lo dedicamos tristemente a conseguir recursos para poder desarrollar estas ideas e investigaciones. Este programa [ERC] te asegura recursos y financiación para cinco años en los que puedes desarrollar y contratar equipo y equipamiento; en definitiva planificación a largo plazo. Es casi un lujo par un investigador”, resumía ayer la investigadora Ikerbasque en un acto para celebrar el décimo aniversario del Consejo Europeo de Investigación y del centro de excelencia donde desarrolla actualmente su labor.
Pudo quedarse en Madrid o desarrollar su conocimiento en cualquier otro punto de Europa; sin embargo optó por mover a Euskadi su línea de investigación (proyecto ProNANO) al entender que las oportunidades para desplegar todo su potencial eran las más idóneas. Como ella, desgranaba ayer Adolfo Morais (viceconsejero de Universidades e Investigación del Gobierno Vasco) de las 23 ayudas ERC citadas, cuatro fueron logradas por los investigadores cuando desarrollaban su labor fuera de Euskadi y posteriormente decidieron trasladarse a algún centro de la red vasca de ciencia “y ejecutar aquí el proyecto”. En el lado contrario de la balanza, indicaba, otros tres proyectos hicieron el camino inverso y están siendo desarrollados en instituciones fuera de Euskadi.
En cualquier caso, tal y como subrayaba Morais, “conseguir ayudas ERC hace que Euskadi sea reconocida a nivel internacional como una región con investigación avanzada, con grupos vascos de investigación de nivel internacional y donde se dan las condiciones adecuadas para desarrollar una investigación de talla internacional”. Otro ejemplo es el de Thomas Shäfer, cuyas investigaciones punteras tratan de borrar las fronteras entre la Ingeniería, la Biología y la Química.
Él también estaba en Madrid en el año 2007 cuando accedió a ese fondo europeo. De hecho, fue la primera ayuda ERC desarrollada en tierras vascas donde sigue desplegando sus capacidades. “Estaba sin plaza fija ni un futuro claro. Tenía ideas, pero en mi entorno no las tenían en cuenta”, recordaba ayer. Incluso barajaba la posibilidad de abandonar la ciencia. “No veía futuro”, rememora en la actualidad con una sonrisa. “La experiencia más maravillosa que he tenido es que cuando propuse mis ideas al Consejo Europeo de Investigación [ERC], en mi entorno también les parecieron bien”.
Libertad Tanto Shäfer como López Kortajarena coincidían al destacar la trascendencia del ambiente donde toma cuerpo ese proyecto ERC. En palabras del primero, porque permite contratar a personas jóvenes y formarlas, “y si crecen en un entorno muy creativo y libre, se convierten en multiplicadores para la ciencia”; y en opinión de la segunda porque a nivel profesional tienes “libertad para desarrollar la ciencia en el estado más puro, sin miedo a la financiación y con libertad para encontrar el entorno donde creas que encajas mejor”. Fernando Cossío, director científico de Ikerbasque, aportaba algunos ejemplos exitosos más ya que 14 de las 23 ayudas ERC han sido conseguidas por investigadores de esta Fundación.
Entre ellos Plasmaquo (2,2 millones de euros y liderado por Luis Liz-Marzán), un trabajo destinado a emplear técnicas de diagnóstico basadas en nanopartículas y diseñar un biosensor para combatir enfermedades. O Bi-literacy (2,5 millones y con Manuel Carreiras a la cabeza) que persigue descifrar cómo el ser humano adquiere lenguas, aprende a leer... En definitiva, resumía López Kortajarena, “conocimiento fundamental para la investigación aplicada”.