Ante la incertidumbre que generan los robots, hasta hace muy poco relegados al universo de la ciencia ficción, el Parlamento Europeo (PE) reclamó la semana pasada que la Unión Europea se dote de un arsenal jurídico que facilite el desarrollo de esa industria, pero que proteja a los ciudadanos ante los desafíos del desarrollo tecnológico.

Con 396 votos a favor, 123 en contra y 85 abstenciones, la resolución invita a la Comisión Europea (CE) a preparar una propuesta legislativa que dedique especial atención a “la seguridad, la privacidad, la integridad, la dignidad, la autonomía y la propiedad de los datos”. Pero también los aspectos éticos de la robótica, por lo que los eurodiputados piden que se reflexione sobre conceptos como los derechos y obligaciones de los robots, qué no deberían hacer con ellos los usuarios o la desconexión de emergencia de los androides si amenazan la vida de un ser humano: el botón de la muerte. Hasta ahora la UE solo cuenta con ciertas normas orientadas a la estandarización de patrones industriales, pero carece de leyes que regulen la interacción social entre seres humanos y autómatas. Los eurodiputados quieren ir mucho más lejos.

Más allá de los vehículos sin conductor, para los que se propone un seguro obligatorio y un fondo suplementario que garantice compensación a las víctimas de accidentes, se espera que el impacto de la inteligencia artificial se note en dispositivos como drones, robots industriales, la atención médica, los juguetes o la ganadería y la agricultura. Y para regularlo, lo primer es definir qué es un robot, término que acuñó el escritor checoeslovaco Karel Capek en 1920 en su obra R.U.R. (Robots Universales Rossum), y que parece proviene de términos eslavos para designar al trabajo (robota significa trabajo en distintas lenguas eslavas) y al esclavo. A pesar de la falta de consenso entre la comunidad científica global, de la que se hace cargo la resolución, el texto intenta definir a los robots autónomos inteligentes como máquinas físicas equipadas con sensores e interconectadas y capaces de recolectar y/o intercambiar datos y de adaptar su comportamiento a su entorno.

A partir de esa premisa, se aborda un asunto que el folclore y la ciencia ficción han explorado desde el mito del Golem hebreo hasta películas como Terminator, pasando por obras literarias como Frankenstein.

Las leyes de Asimov La resolución analiza los postulados del profesor de bioquímica y escritor ruso de ciencia ficción Isaac Asimov, que hace 75 años redactó tres célebres leyes de la robótica en su relato Círculo vicioso, consideradas un paradigma ético para el sector. La primera establecía que un robot no hará daño a un ser humano ni, por inacción, permitirá que un ser humano sufra daño; la segunda, que un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos excepto si estas órdenes entran en conflicto con la primera ley, y la tercera, que un robot debe proteger su propia existencia, siempre que respete las dos primeras leyes.

La petición del PE concluye que esas leyes pertenecen solo al espectro de la literatura y que resultan “inadecuadas para proteger a la humanidad” legalmente, aunque reconoce que contribuyen a construir “un marco ético general”. La resolución de 22 páginas -en la que solo se menciona una vez la palabra militar, para incluirla entre los usos aceptados de la robótica- sugiere que se cree una agencia europea de robótica y que se elabore “un Código de Conducta” paralelo a la legislación. Los eurodiputados plantean también la creación a largo plazo de un “estatus jurídico específico” de “persona electrónica” con “derechos y obligaciones” que se aplique al menos a los robots más sofisticados.