Noelia Osés lo intentó todo para poder tener un hijo. Tras dos inseminaciones artificiales, un proceloso peregrinaje de hospitales públicos y privados para someterse a varias fertilizaciones in vitro, un embarazo de alto riesgo de gemelos que se frustró... Nada dio resultado. Ahora esta ermuarra residente en Donostia espera nerviosísima, junto a su marido, a que esta misma semana le comuniquen si su gestante norteamericana se ha quedado embarazada. Con una situación médica muy complicada, han optado por la gestación subrogada en California, donde existe la legislación más garantista.

“Fue mi madre la que vio un documental de una mujer que había sido gestante para otra familia, y eso le marcó. La gestante contaba que quería ayudar porque estaba concienciada con los problemas de fertilidad y era maravilloso poder ayudar a alguien a tener hijos. No quería que alguien se pudiera quedar sin ellos porque no podía gestar al bebé”, explica Noelia. Hoy, un año después de comenzar la travesía de la maternidad subrogada, esta pareja vasca está a punto de conocer si van a ser padres. “Defiendo la gestación subrogada como una técnica de último recurso, es decir, solo cuando una persona o pareja quiere tener un hijo pero no puede gestarlo. En ningún caso por motivos de conveniencia o de comodidad”, aclara.

Desde la Asociación Son Nuestros Hijos son firmes partidarios de la regulación. “Yo defiendo el derecho de la mujer a decidir sobre el propio cuerpo porque las mujeres tenemos la suficiente capacidad intelectual para saber a qué te estás comprometiendo y si quieres o no participar”.

No cree, sin embargo, en el derecho al arrepentimiento. “La mujer debe tomar la decisión en firme y antes de empezar el proceso debe estar asesorada, también por un psicólogo, sabiendo que ese bebé no es hijo suyo y aceptándolo sin reservas”. “Pero debe ser algo estrictamente voluntario y altruista. Aunque es normal que haya una compensación económica porque estás condicionando la vida de alguien durante al menos un año mientras que se somete al tratamiento y dura el embarazo”, señala.

Osés es consciente de que en las antípodas de su pensamiento se encuentran algunas feministas y católicos. Y es que alquilar vientres de mujeres en favor de terceros no es progresista o conservador. Muchas personas desde distintas posturas ideológicas coinciden en legalizarla, mientras movimientos feministas e Iglesia se oponen por igual a esta práctica. De hecho, un grupo de mujeres lanzó la campaña nosomosvasijas donde muestran su preocupación ante los pronunciamientos a favor de la regulación de esta práctica. A su juicio, “la maternidad por sustitución niega a las mujeres gestantes el derecho a decidir durante el proceso de embarazo y en la posterior toma de decisiones relativas a la crianza, cuidado y educación del menor o la menor”.

En esta línea, la presidenta de la Federación de Mujeres Progresistas, Yolanda Besteiro, señala que la gestación subrogada supone “alquilar o explotar la capacidad reproductiva de las mujeres”. “Hay que considerarla en una sociedad patriarcal en la que vivimos y además en un concepto neoliberal, que conduce a la compra y venta de bebés y a la explotación de la capacidad reproductiva de las mujeres”, destaca.