MIAMI. La exposición "Lencería francesa", que muestra desde hoy un centenar de piezas de ropa interior en Miami Beach, evidencia que una vez liberada, literalmente, de los corsés que la constreñían hasta el siglo XX, la mujer utiliza ahora la ropa interior como objetivo en sí mismo.

"Hasta finales de 1980 las mujeres elegían su lencería para gustar a su pareja, pero desde entonces han crecido, tienen su propia autonomía y eligen la lencería para ellas mismas. Se sienten cómodas y con autoconfianza y eso es lo más importante", dijo a Efe la comisaria de la exposición, Catherine Ormen.

Durante un recorrido por la muestra, con piezas que van desde el "burlesque" a lo minimalista, con tejidos avanzados y los clásicos algodón y satén, la historiadora de moda francesa indicó que el avance en la lencería representa sin duda un reflejo de la "emancipación" de la mujer.

Y es que a través de la forma cambiante de la lencería desde la década de 1880 hasta el presente, la exhibición revela que, alejada de su función primigenia de ofrecer abrigo y mayor higiene, la mujer aprovecha estas prendas para modelar su figura, pero sobre todo reafirmarse como tal.

Para Ormen, "Lencería francesa", programada al margen de la multitudinaria feria Art Basel Miami Beach, que abre al público este jueves, es un espejo de la "historia de la feminidad", especialmente de los cambios morfológicos y de imagen de la mujer.

Para reunir las piezas de la muestra, que estará abierta hasta el 6 de diciembre en los espacios públicos del hotel Sagamore, una de las perlas del Art Deco de Miami Beach, la historiadora entró en los archivos de once prestigiosas marcas de lencería francesa como Aubade, Barbara o Lou para rescatar estos "tesoros".

Junto a corsés, sujetadores, corpiños, ligas, tangas y bragas, la exposición también reúne otras obras de arte sobre la seducción y el erotismo de creadores contemporáneos, desde el cómic de la francesa Annie Goetzinger, a dibujos de la holandesa Margot Van Huijkelom e imágenes del fotógrafo de moda japonés Yoichiro Sato, entre otros.

Los cambios en el sector han sido radicales. Tras la aparición de los modelos primigenios de los sujetadores a finales del siglo XIX, como el Chantelle de 1910 y un Lejaby de 1933 que acoge la muestra, la lencería del periodo de entre guerras era hecha a mano y se usaban fajas incluso durante el embarazo, explicó Ormen.

Pero la primera gran revolución del sector llegó tras la II Guerra Mundial con la incorporación del nylon, tejido que se usaba entonces en la fabricación de paracaídas y que permitió la producción masiva.

Y si en los cincuenta la mujer se hizo más sensual, con esas pin-ups de cintura estrecha, anchas caderas y pechos elevados como máximo exponente, en los setenta se produjo su "liberación", y se dejaron atrás las combinaciones y el liguero.

Otra de las claves que refuerza la imagen de las mujeres durante este periodo, relató, fue el incremento de la paleta de colores. Se dejaron atrás los tonos pálidos y se apuesta por estampados y gamas más vistosas para definir una imagen más "juvenil".

Ya en la década de 1990, con la llegada de las nuevas microfibras, la ropa interior se "convierte en una segunda piel" y, sobre todo, se pierde cierto pudor y asoma parte de la lencería por debajo de la ropa.

Además, llegan al mercado productos de "tres dimensiones" que realzan el busto, como el Wonderbra, y se generaliza el uso del tanga.

La mujer deja así atrás los miedos y se muestra como quiere, segura de sí misma, ya sea con ropa interior cómoda, para hacer deporte o la sensual para encandilar los ojos de la pareja, explicó Ormen.

La cercanía con la alta costura y el riesgo en las propuestas más modernas de los diseñadores reflejan ese papel, cada vez más protagonista, de las mujeres.

Para el futuro, estimó, se mantendrá la apuesta por la "innovación en los textiles" y la lencería "inteligente", con nuevas tecnologías y, por ejemplo, partículas químicas que ayuden a combatir problemas de la piel, aunque dudó sobre si se mantendrá la tendencia de minimizar la tela.

Esa modernidad se traduce en un arduo proceso de diseño, que se prolonga durante cerca de un año e incluye una treintena de elementos diferentes.

Esa complejidad, y la amplia oferta de corsetería, llama la atención de los hombres que se acercan a curiosear las puntillas y transparencias, aunque no le extraña a Ormen, dado lo "básico" de su propia ropa interior.

No en vano, indicó la comisaria, sería muy complicado realizar una exhibición similar sobre la lencería masculina debido a su excesiva "practicidad".